Fuente: starwars.com

El remezclar de la fuerza

Enrique Núñez Mussa
4 min readJan 4, 2016

No soy un fan acérrimo de Star Wars, pero me gustan. Valoro sobre todo que la saga la creó un tipo fanático de las carreras de autos y la velocidad, medio nerd, pero que soñaba con ser un James Dean, que hacía cortos raros y experimentales en su universidad y que en vez de carretear, los sábados por la noche se quedaba escribiendo en un cuaderno historias de personajes con nombres medio camp (Luke se llamaba Starkiller), que ocurrían en planetas inexistentes. En síntesis: un autor.

Me gusta que en las tres primeras se notan todavía las palabras escritas a mano en un cuaderno. Una nueva esperanza era una película por la que el estudio y sus colegas directores no daban un peso (excepto Spielberg que le hizo una apuesta por la que aún hoy recibe millones), ni siquiera George Lucas, lo que le entregó mucha libertad. Ahora la damos por hecho, pero en el cine de los 70 donde imperaba el realismo y la historia urbana, era una rareza.

Algo inexplicable que estaba en el límite entre la superproducción y el cine B, una línea que a Lucas le ha costado calibrar en su carrera, sobre todo como productor, muchas veces cayendo en el mal gusto y un humor sonso (La segunda parte de American Graffiti, el especial de navidad de Star Wars, Howard the Duck, la inclusión de Jar Jar Binks en el Episodio 1, etc…).

Eso a la vez implica un riesgo. Exponerse, jugársela por algo que puede ser tanto odiado como amado y con la primera trilogía de Star Wars le resultó, lo amaron. Ese es el juego, eso es ser un autor, enfrentarse desnudo y que te tiren tomates o que enganchen, pero en ningún caso dejar de explorar y de exponerse con honestidad.

Con la segunda trilogía le tocaron los tomates, pero no se puede negar que era una obra cargada por sus obsesiones e influencias. De él. Fue esa ausencia de temor ante el riesgo y lo inexplorado, lo que terminó impulsando la industria de los efectos especiales, a través de su empresa Industrial Light & Magic.

En cambio ahora nos enfrentamos a una película concebida para ser amada y el problema con eso es que no se atreve a correr riesgos, por lo tanto hay guiños, pero no coqueteo. Se siente tan familiar, que a ratos es como si la hubiésemos visto, aunque lo que presenta en pantalla es pragmáticamente nuevo, las estructuras y elementos sustanciales son los mismos. Es un espacio cómodo, pero que carece de sorpresa.

La diferencia está en la cadena de influencias detrás de la obra. El despertar de la fuerza es como un cover o un remix de las ediciones anteriores, hay una sola gran fuente de origen de la que se nutre y actualiza y reordena los elementos, pero al final estamos bailando la misma canción, con ciertos aspectos formales que dan cuenta de la mano del DJ, en este caso J.J. Abrams, que hace como nunca que las luces de colores se reflejen en los cascos de los stormtroopers y los sables en los rostros de los combatientes. Ok, sí, pinchó el disco con pericia, concretando una experiencia estética placentera y efectiva en sus ritmos narrativos, que se deja ver con fluidez, pero no compuso algo nuevo.

La primera Star Wars mezclaba el cine de Kurosawa, el teatro Kabuki, el cine clásico de aventuras rotativas como Flash Gordon, la pasión por la velocidad y estructuras mitológicas amparadas bajo la conceptualización de Joseph Campbell, entre otros elementos, que dan cuenta de un camino de formación personal, tan personal que hasta la, entonces, esposa del director se hace cargo del corte, porque nadie lo conocía mejor que ella.

Tampoco es necesario volver a inventar la rueda, pero cuando el objetivo es conquistar consumidores en lugar de corazones, incentivar a que los niños compren juguetes en lugar de que se entusiasmen a salir a explorar y vivir sus propias aventuras, es difícil sorprender, impactar y enamorar.

La cinta entretiene y a ratos encanta, pero no se sostiene sin sus predecesoras. Se habría agradecido algo de riesgo, cierto nervio que implique no concederlo todo, para que sea un universo que funcione bajo sus propias reglas narrativas y no las que podría esperar el público.

Es valorable una protagonista femenina y un elenco que como el original apuesta por la normalidad en los actores, no hay físicos privilegiados y los grandes nombres son de antaño, el resto está empezando a construir sus carreras, lo que es una estrategia brillante que creó el mismo Lucas, en las primeras cintas, para mantener la verosimilitud dentro de un mundo de naves y extraterrestres.

El despertar de la fuerza más que una película, es una experiencia popular con todos sus añadidos de merchandising. Es como quién baila una de sus canciones favoritas en una fiesta con sus amigos, sorprendiendo en algo a los más jóvenes, pero a la vez, dejando en claro que eso que ya fue, no les pertenecerá nunca como le perteneció a ellos.

No hay un verdadero despertar. La fuerza siempre estuvo ahí en la primera trilogía. Esta película la remece un poco, pero es ante todo una invitación para retornar y, en el caso de los nuevos espectadores, redescubrir el origen.

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Enrique Núñez Mussa

MA in Journalism. Teacher at @fcomuc. Editor in Chief at @kmcero. Political and media analyst. My work at: www.nunezmussa.com