Hugh Hefner y la decadencia del sueño de la gran revista americana

Enrique Núñez Mussa
5 min readSep 28, 2017

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Por Enrique Núñez Mussa

En las últimas décadas, Hugh Hefner terminó convertido en la parodia de sí mismo. Un viejo gaga, que aparecía como la estrella risible de programas de televisión que presentaban a las mujeres como objeto, paseándose por su mansión en bata con un séquito de esposas que competían por su atención.

La triste fantasía del hombre inseguro, como el mismo fue cuando comenzó la revista Playboy en 1953. Un lector fanático de Esquire, dibujante de oficio y casado con su novia de toda la vida, cuyo ideal de éxito se parecía poco a su día a día.

Él construyó una marca tan poderosa que optó por convertirse en un producto más de la misma, hasta que su imagen se tornó tan icónica como la del conejo diseñado por Art Paul.

Producto de su muerte, los chistes con doble sentido abundan, hoy lo central de esa marca es la asociación inmediata a las mujeres desnudas y al póster de la página central, que Hefner difícilmente fue capaz de defender desde una perspectiva editorial, partiendo por su infame primer entrevista en TV, donde quedó en ridículo ante la audiencia de Estados Unidos.

Más bien tuvo que vivir con las críticas ante la misoginia, probablemente lo que hasta hoy más ha dañado a la marca y que la terminó matando como revista periodística y literaria, como también de lectores más conservadores que consideraban la publicación inmoral.

El mismo Hefner fue adaptando los desnudos al mercado y tuvo una transición del erotismo a la pornografía cuando se enfrentó a competidores como Hustler o Penthouse, y ya en los tiempos de internet ese fue el nicho al que apuntó, lo que no sólo sepultó cualquier noción de calidad editorial asociada a Playboy, sino que fue poco rentable.

En un intento desesperado por rescatar la revista, en 2015 anunciaron que ya no publicarían desnudos completos en sus páginas. Aprendieron tarde que la sociedad que se impresionó con las imágenes desnudas de Marilyn Monroe en la primera edición, ahora no debía esconder la revista bajo la cama ni pedirla prestada en secreto, que su oferta no era el desnudo, sino lo prohibido.

La lógica de 2015 era similar a la del National Enquirer, cuando dejó de publicar las fotos explicitas de crímenes y la chorrera de sangre, porque ya no vendían debido a la sobre oferta, y derivaron a la farándula. Pero a diferencia del tabloide, acá no hubo giro de timón, sino solo un ejercicio fallido, que desde su génesis revela la trampa de la revista. Lo que pudo salvar a Playboy era la escritura, las historias que publicaban, pero su estrategia de revitalización nació desde la administración del erotismo.

Es curioso que muchas menos personas de las que conocen, critican e incluso odian la revista, la han leído alguna vez y ahí estuvo uno de los grandes errores de Hefner. Picó con lo que parecía el negocio obvio que al final lo desprestigió, y fue dejando de lado lo que nos obliga a los profesores de edición de periodística a estudiar la historia de su revista y comentarla en clases: el contenido escrito.

Hefner cuando estuvo a cargo de los contenidos de su publicación tuvo buen ojo para sus autores, probablemente el mayor acierto de su carrera fue el de un joven escritor de ciencia ficción, que tenía una novela de escaso tiraje llamada Fahrenheit 451. Ray Bradbury se vuelve un autor masivo, cuando la ficción aparece publicada en 1954 en tres ediciones consecutivas de la revista Playboy como las antiguas novelas por entrega. (En este video Hefner y Bradbury cuentan cómo se gestó esta colaboración: https://www.youtube.com/watch?v=oVzc67YuRQE).

En la emisión más reciente de los Premios Emmy, en uno de los discursos de agradecimiento se mencionó a la serie de TV Raíces como un bastión para generar conciencia masiva sobre las injusticias históricas a las que se enfrentaron los afroamericanos. Alex Haley, ganador del Pulitzer por el libro que inspiró la serie (aunque con una acusación de plagio pactada en la corte) en el que cuenta la historia de su familia, fue también en Playboy donde comenzó a forjar ese camino, siendo un punto determinante cuando se le encargó entrevistar a George Lincoln Rockwell, líder del partido Nazi en Estados Unidos (Encuentro recreado en la segunda temporada de la serie por James Earl Jones y Marlon Brando).
http://www.alex-haley.com/alex_haley_george_lincoln_rockwel…

Hefner hizo de la integración parte de su agenda, siendo también uno de los primeros productores en introducir artistas afroamericanos en televisión como Aretha Franklin y Sammy Davis Jr. en su estelar.

Pero eso que podría haber sido no sólo el valor de marca sino que la tabla de salvación de Playboy, ahora no es más que trivia añeja para profesores de Periodismo, que vemos como quién pudo ser recordado como un editor con visión va quedando en los registros como el viejo loco con sombrero de capitán.

Hefner fue perdiendo la visión y dejó que el conejo creciera hasta nublarla. Su muerte ocurre el mismo mes en que otro de los empresarios emblemáticos de la revista estadounidense ha optado por colgar los guantes. Jann Wenner decidió vender Rolling Stone. Lo que va dejando atrás a una generación de creadores de revistas independientes, que nacieron como productos artesanales en pequeñas oficinas y que respondieron a las urgencias de sus tiempos, hasta convertirse en imperios con marcas más grandes que ellos mismos a un punto en que no pudieron controlarlas más. Quizás la solución de Wenner sea más sana, soltar a tiempo.

Es el cierre de una era y de un modelo de hacer medios, que en Chile conocemos escasamente, nuestras mejores revistas las hacen los dos conglomerados de diarios más grandes. Esa figura del dueño-editor se está alejando de las clases de gestión de medios para asentarse en las de historia, mientras los nuevos dueños de medios parecen estar más interesados en comenzar su negocio por la distribución antes que desde el contenido, cuando ya se tiene un capital de usuarios, como el fundador de Amazon, Jeff Bezos, todavía flamante dueño del Washington Post, que partió vendiendo libros desde su garage y hoy no sólo sabe lo que compramos, sino lo que vitrineamos y tiene los números de nuestras tarjetas de crédito.

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Enrique Núñez Mussa

MA in Journalism. Teacher at @fcomuc. Editor in Chief at @kmcero. Political and media analyst. My work at: www.nunezmussa.com