Entreteniciencia Familiar
Hay días en los que la realidad te pasa por encima desde varios frentes. Paradójicamente, son aquellos en los que uno menos sabe de qué escribir.
Ciencia Singular
Anduvimos ayer de gira por los Centros Singulares de Investigación de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) que, como cada año, organizan unas jornadas de puertas abiertas llamadas “Ciencia Singular” en las que se invita a las familias a visitar los centros y conocer de primera mano parte de los proyectos que están llevando a cabo. Este año, con la participación de un centro nuevo (el CRETUS), especializado en tecnologías medioambientales y que distribuye sus tareas de forma interdisciplinar con distintas facultades de la universidad que cubren áreas de lo más dispar, desde la Ingeniería hasta el Derecho.
Por esto mismo tuvimos que “sacrificar” una de las visitas que hasta ahora eran fijas en nuestro recorrido y, por esta vez, cayó el centro de Química Biológica y Molecular (CIQUS), al que esperamos regresar en próximas ediciones. En todo caso, la jornada resultó fascinante, como siempre, al poder sumergirnos en parte de los “secretos” que pueblan estas casas de ciencia en las que se descubren y desarrollan auténticas joyas de la investigación que terminarán (esperamos) beneficiando a la sociedad en conjunto. Aunque no es posible asistir a todo lo que se ofrece, sí tuvimos la suerte de escuchar en el CIMUS a la doctora Ana Isabel Rodríguez Pérez explicándonos las investigaciones de su grupo en el campo de la detección y tratamiento temprano de la enfermedad de Parkinson, que posibiliten un aumento de la calidad de vida de los pacientes de una enfermedad todavía sin cura. Tras la charla nos guiaron a los laboratorios de creación de compuestos farmacológicos, en los que se puede contemplar el funcionamiento de aparatos de análisis que hace un par de décadas sólo podíamos imaginar o ver en películas de ciencia-ficción. Aquí la ficción se cae para hacernos caer de espaldas en una realidad que sí, podría ser todavía mejor, pero que no está nada mal teniendo en cuenta las circunstancias.
En el CRETUS me llamaron la atención en particular dos charlas: una sobre tecnosuelos o tecnosoles como método de reciclaje de material para mejorar las características del suelo sin agotarlo, y otra sobre el uso de la Arqueología para determinar los niveles de contaminación ambiental (por metales, en este caso concreto) en la Antigüedad. De esta última quiero destacar a la doctora Olalla López-Costas, que nos describió las técnicas empleadas en los análisis de restos óseos de forma breve (el corto tiempo obligaba) pero con un entusiasmo contagioso.
No quiero olvidar nuestras visitas al CITIUS, donde nos empaparon de realidad virtual e inteligencia artificial y su uso en la investigación de los procesos moleculares, y al IGFAE, que para mí siempre es un regalazo por saber más y más de los aceleradores de partículas actuales y futuros.
Son de vital importancia eventos como Ciencia Singular y otros que la ciudad de Santiago ofrece a lo largo del año, para que el público pueda conocer e interesarse por el desarrollo científico en Galicia y en España y, sobre todo, para tener una vista directa, más allá de referencias periodísticas a veces interesadas, de en qué se invierte el siempre escaso dinero público dedicado a la investigación.
Para los adultos también nos plantean algo de lo que no siempre somos conscientes, y es la necesidad de que la ciencia esté suficientemente financiada con dinero público (y no sólo en dinero, también en infraestructuras y en protección de los investigadores) y no ceder todo el potencial de avances a la llamada “iniciativa privada” que sólo funciona si hay beneficios económicos en el horizonte y cada vez a más corto plazo. Es un drama que se extiende tanto a las Universidades como a los centros que dependen o se nutren de ellas de cualquier forma, en un campo donde la política pone más obstáculos que soluciones, pues es algo que por desgracia da muy pocos titulares y aún menos votos, al no saber cómo vender logros y resultados que al ciudadano medio pueden parecer escasos o directamente irrelevantes.
Por eso eventos como Ciencia Singular aportan una ventaja aún más importante: acercan la ciencia de manera visual y tangible a un montón de chicas y chicos de muy distintas edades que contemplan prodigios increíbles que, a veces, parecen magia de verdad. Esos chicos van a transmitir esos descubrimientos a sus padres, a su entorno cercano, quizá más allá, y de ahí es de donde se puede impregnar en el adulto la necesidad de tener una Investigación (con mayúscula) sólida, bien asentada y bien pagada, que permita conservar el talento humano y los resultados que proporciona. Con un poco de suerte, es probable que dentro de diez o quince años podamos leer y escuchar a los nuevos doctores en ciencia que si llegaron hasta allí fue porque una vez sus padres les llevaron a hacer experimentos a un edificio en el que sucedían muchísimas cosas maravillosas.
Hoy no hay política (bueno, algo, porque al final todo lo es) ni tampoco reflexiones sobre las redes. Quédense con la ciencia, que de verdad mola mucho más.