Veamos qué pasa cuando suprimimos los adjetivos de un relato

Los grandes literatos dicen que hay que asesinar a los adjetivos porque es un truco fácil del escritor perezoso

carlos salas

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Este es un primer párrafo trucado. He escogido un relato de un escritor actual y le he quitado casi todos los adjetivos. Atentos:

“Entonces, Adelaida sintió un temblor que estremecía su piel. Liberó el rodillo de la Underwood y extrajo la hoja de su obra. Nunca, en sus años de escritora, se había sentido tan plena, y rememoró los quince días de trabajos y angustia que le habían costado llegar hasta aquella línea donde la madre comienza a vestirse de negro antes de que le confirmen la muerte de su hija. Mientras escribía aquel relato, lloró incluso varias veces, convencida, además, de que sus lectores sufrirían como ella con esa historia de amor ”.

A continuación, la versión original:

“Entonces, Adelaida sintió un tímido temblor que estremecía su piel. Liberó el rodillo de la esclerótica Underwood y extrajo, satisfecha, la última hoja de su última obra. Nunca, en sus años de escritora aficionada, se había sentido tan plena y rememoró, complacida y divagante, los quince días de trabajos y angustia que le habían costado llegar hasta aquella línea final donde la madre comienza a vestirse de negro antes de que le confirmen la muerte de su hija. Mientras escribía aquel relato, lloró incluso varias veces, convencida, además, de que sus presuntos lectores sufrirían como ella con esa historia de amor eterno”.

Y este es el mismo párrafo sin adjetivos (bueno, quedan dos necesarios), y además, eliminando repeticiones, obviedades, conectores y alguna oración yuxtapuesta:

“Adelaida sintió un temblor. Liberó el rodillo de la Underwood y extrajo la hoja. Nunca se había sentido tan plena. Rememoró los días que le habían costado llegar hasta aquella línea donde la madre comienza a vestirse de negro antes de que le confirmen la muerte de su hija. Lloró convencida de que sus lectores sufrirían con esa historia de amor ”.

La tercera versión es la que más me gusta.

Los maestros de la literatura dicen que hay que asesinar los adjetivos. ¿Por qué? Porque recargan la historia y es un recurso muy fácil. Por ejemplo, lo fácil es decir: “Adelaida estaba triste”. Lo difícil es hacer que el lector sienta que Adelaida está triste sin que aparezca la palabra ‘triste’. ¿Cómo se hace? Mediante la descripción de escenas o diálogos en los que muestre su tristeza.

El autor del texto original es el cubano Leonardo Padura. El libro es Aquello estaba deseando ocurrir, una compilación de relatos editados por Tusquets. A mi juicio, Padura recarga demasiado sus relatos con adjetivos, aunque, para otros, puede ser que su éxito se base en los adjetivos.

Foto de Gualberto107, cortesía de freedigitalphotos.net.

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