Los cuerpos que habitamos

Olivia Teroba
9 min readNov 12, 2021

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Alimentación, vivienda, educación, la posibilidad de viajar, la comunidad, la paz, el control del propio cuerpo y la propia intimidad, los cuidados de la salud, una contracepción en buenas condiciones y amigable con las mujeres, la última palabra sobre si debe o no nacer un bebé, la alegría: estos y otros son derechos reproductivos y de la salud. Su ausencia en todo el mundo es pasmosa. ~Donna Haraway

Este volumen tuvo como punto de partida una inquietud común: el atisbo de una marea verde que remontó hace varios años desde el sur del territorio que conocemos como América. Esta marea, este flujo, ha ido desembocando en todo el continente y nos ha involucrado a quienes nos reconocemos en una exigencia común: el derecho a tener autonomía sobre las decisiones en relación a nuestro cuerpo.

Las personas gestantes hemos abortado desde tiempos inmemoriales. Plantas medicinales, golpes en el vientre, pastillas tomadas en casa, procedimientos médicos con anestesia. Experiencias que pueden resultar más o menos angustiantes, según las normas, costumbres y políticas de Estado del lugar donde se viven.

Las restricciones sobre nuestro cuerpo limitan nuestro actuar al cumplimiento de roles sociales asignados desde el nacimiento, que implican exigencias imposibles de ignorar: sea acatándolas o resistiendo, están presentes en nuestra vida.

Las personas somos cuerpos, que en su pensar y sentir, en su estar en el mundo, escuchan inevitablemente a las voces que representan a nuestra sociedad patriarcal y capitalista. Nos interpelan a través de figuras de autoridad: no grites, vístete bien, eso no es de niñas, eso no es de niños; y el implacable: deberías o no deberías hacer tal o cual cosa.

A estas imposiciones se ha ido respondiendo de formas distintas a lo largo del tiempo. Nosotras, ahora, no estamos descubriendo el hilo, sino tejiendo genealogías que nos permitan darle continuidad a una lucha que se ha mantenido a la par, e incluso a pesar de, otras revoluciones, conflictos armados y regímenes totalitarios. En el caso de nuestro país, pienso en la activista Elvia Carrillo Puerto (1878–1968), en las obreras anarquistas María del Carmen y Catalina Frías, y en la escritora liberal Juana Belén Gutiérrez (1875–1942), entre muchas otras.

Los derechos de la mujer se han ido reconociendo a cuentagotas a lo largo de la historia. En México se legalizó la educación secundaria en 1869, la igualdad de salarios en 1917, el derecho al voto en 1947. Las leyes que permiten el aborto con la sola petición de la mujer, sin necesidad de presentar pruebas de violación, peligro de muerte o de sufrir daños a la salud con el parto, son recientes y por ahora solo han sido aprobadas en la Ciudad de México, Oaxaca y Veracruz.

Estos derechos jurídicos, obtenidos gracias a luchas anteriores y exigencias políticas, reconocen nuestro derecho a rechazar los mandatos patriarcales que recaen sobre nuestro género, entre ellos, la imposición de ser madre. El camino es largo y queda mucho por recorrer. Esperamos todavía que el aborto sea legal en todo el país, así como el matrimonio igualitario y el reconocimiento a la identidad de género.

Por eso, ahora mismo hay un torrente de voluntades dispuestas a salir a las calles y expresar una exigencia: las mujeres tenemos derecho a elegir sobre nuestro cuerpo como mejor nos plazca.

En este presente se enmarcan los textos que componen este volumen. La decisión de incluir textos de ficción y no ficción implica la noción de que lo imaginado proviene de la realidad, al tiempo que da paso a otras formas de comprenderla, y que para hablar de lo vivido también se necesita imaginar. La idea de este conjunto es conformar un diálogo en el que intervienen voces situadas, inteligentes, que lanzan preguntas y observaciones lúcidas sobre el cuerpo propio, nuestra conciencia y jurisdicción sobre él.

Hay otra coyuntura en que se sitúan estos textos: nuestra incursión al espacio público como autoras y la reivindicación del acto de la escritura como un acto político. Tenemos la palabra porque estamos acompañadas: hemos cambiado el sujeto de la autoría individualista hacia una escritura nuestra, de nosotras. Quiero aclarar: en la literatura, no siempre se trata de escribir directamente sobre el feminismo o sobre los múltiples significados de ser mujer. Se trata de tener la libertad de tratar o no estos temas y de elegir el enfoque que se le dará a cada texto: finalmente, el acto de la escritura es un acto de libertad.

Así que en este libro cohabitan escritos que, de un modo más directo o indirecto, plasman la forma en que el entorno social y político limita o conduce nuestro actuar, algunas veces mediante la coacción, otras mediante la mirada vigilante de la sociedad, o por nuestra propia conciencia que interioriza estos mandatos.

La insistencia en referirse a las mujeres y a los géneros disidentes no implica omitir al resto de las personas. Tampoco es, como llega a pensarse, una moda. Es un acto de justicia histórica que intenta compensar el olvido sistemático que han tenido las ciencias, las leyes y la sociedad hacia nosotras y nosotres. Por eso nos agrupamos en este espacio, nos hacemos compañía para establecer un diálogo alrededor de preocupaciones comunes. Le damos lugar a nuestras historias.

Este conjunto es apenas la muestra de un universo. No cabe duda de que montones de escritos sobre el tema habrán quedado fuera o están apenas escribiéndose. Llegué a esta selección buscando autoras en publicaciones impresas y digitales, en antologías de cuento contemporáneo, en internet. Pregunté a escritoras cuya obra, pensé, podría aportar a la discusión. Algunos de los textos ya han sido publicados anteriormente, otros se escribieron en especial para esta compilación. Intenté en lo posible diversificar lugares de origen e intereses.

El orden de los textos es una propuesta de lectura temática, aunque también pueden leerse de forma independiente, siguiendo la ruta que se prefiera, según intereses o intuiciones adonde conduzca la lectura

El cuerpo como objeto de prejuicios y perjuicios, como objeto de deseo ante ojos masculinos, el cuerpo como vulnerabilidad, encuentra la fortaleza en mostrarse, pronunciar los abusos que se han cometido en su contra: ese es el eje del cuento «Todas las veces» de Sylvia Aguilar Zéleny. La estructura es la de una lista numerada, un recuento de la violencia que se vuelve costumbre y secreto.

En este recuento del daño que hace la secrecía, se enmarca el cuento «La noche que pasamos lejos», de Ave Barrera, donde la protagonista toma la decisión de abortar en un contexto conservador, sin ninguna fuente de información confiable al alcance, lo cual implica callar el secreto, llevar una carga y someterse al procedimiento sin la certeza de que se saldrá indemne.

El tabú también conduce a la desolación en el cuento «Sobre el ajuste isostático de los archipiélagos», de Úrsula Fuentesberain. En un contexto totalmente distinto al texto anterior, la desconfianza y el individualismo terminan de extraviar a la protagonista y su pareja, que habitan un país extranjero.

Por otro lado, en «Lanzaré a tu hijo por la ventana», de Sabina Orozco, encontramos una negativa rotunda al precepto de la maternidad. La narradora apenas hace mención a una interrupción del embarazo y así se conforma una postura: decidir que la vida puede hacerse sin siquiera considerar la posibilidad de tener hijos y que un aborto no tiene que ser un trauma, ni tampoco dramático o violento. Es un procedimiento médico: la moral viene de fuera.

Las redes sociales y las plataformas de creación de páginas web han permitido que cada vez sea más sencillo, para quienes tienen dispositivos digitales, conseguir información sobre el aborto clínico, e incluso sobre la realización de esta práctica en casa. Estas herramientas también han permitido a grupos de mujeres reunirse para acompañar, en persona o a distancia, este procedimiento. Una de estas agrupaciones es Morras Help Morras. En la primera crónica del libro, Dahlia de la Cerda, una de las fundadoras de la colectiva, cuenta el aborto de su cuñada y el que ella vivió: su experiencia la llevó a formar este grupo para dar información a otras mujeres que quisieran interrumpir su embarazo. Han hecho varias guías que circulan en internet para explicar cómo abortar con medicamentos de venta libre.

Por contraste con las historias anteriores, podemos notar cómo cambia esta experiencia cuando se lleva a cabo en un ambiente seguro, con la guía adecuada: es por completo distinta si puede hacerse en compañía, con otras que comprendan. Así lo muestran los cuentos «Tic», de Mariana Roa y «Definición de las bestias», de Elma Correa. El cuento de Roa, a través de una voz amena, con sentido del humor, nos conduce a sentir empatía por una protagonista que no tiene las condiciones económicas ni sociales, ni las ganas de tener un hijo. El cuento de Correa, por su parte, es un elogio a la sororidad.

También es un encomio a la amistad política entre mujeres la segunda crónica del libro: «Decidir migrar», de Mariana Brito Olvera, quien cuenta su experiencia viviendo en Buenos Aires y su activismo en aquella ciudad: en las marchas proaborto y en los grupos de migrantas; el reconocimiento de una lucha que va más allá de las fronteras políticas.

Si bien la frase Es mi cuerpo, yo decido es una consigna que se utiliza sobre todo en las protestas para exigir el aborto legal, seguro y gratuito, es interesante expandirla a otras interpretaciones que nos conduzcan, precisamente, a pensar en la autonomía sobre el cuerpo.

En esta línea, podemos indagar acerca del reconocimiento del cuerpo a través de la actividad física, la exploración de sus capacidades y las formas de habitarlo, como ocurre en la protagonista adolescente del cuento «De cabeza», de Aura García-Junco, a partir de sus primeros intentos en una clase de pole dance, una situación cotidiana que muestra los prejuicios sobre la corporalidad y el género que tienen la oportunidad de cambiar o reafirmarse en dicha etapa de la vida.

Pensar en el cuerpo también puede dirigirnos a otra cuestión clave en las luchas feministas: los derechos de las personas trans, que se reconocen en un género distinto al que les es asignado por su familia y la sociedad al nacer. El cuento «Perfume de gardenias», de Itzel Guevara, es una constatación de esta inquietud, que no obstante se muestra de modo apacible. En esta historia acompañamos a la protagonista, Sugar, una chica trans, en un día cotidiano, donde permea una nostalgia que se acerca a la felicidad, una sensación de suficiencia y alegría.

El ensayo «Un día voy a ser otra», de Carmen Amat, trata con la misma empatía el tema, si bien la biografía en que se involucra, la de Alessa Flores, no tiene un final agradable. La narración es una guía para los lectores por la vida de esta activista, en un ejercicio de transcripción y comentario a sus declaraciones en videos de YouTube. El texto conforma un diálogo con aquellas palabras y las expande más allá del registro en video.

Pensando todavía en la autonomía sobre nuestros cuerpos, surgen interrogantes que contrastan con las preguntas iniciales acerca de la interrupción del embarazo: ¿qué pasa con quienes deciden la maternidad? ¿Cómo se configura esa libertad, qué limitaciones conlleva, y cómo el mundo apoya (o no) esta decisión? El cuento «El antiguo miedo», de Marisol Chávez Cano, incita a pensar este tema. La historia muestra a una hija narrando la locura y paranoia de la madre, producto de la violencia del marido ya fallecido. Esta agresividad traspasa a la familia por generaciones. Por su parte, «Turnos», de María José Gómez Castillo, transita también estas preguntas, poniendo de manifiesto el trabajo de cuidados, al mostrar el caos en la rutina familiar que provoca la enfermedad de la madre. Esto deja en evidencia en quién recae la responsabilidad del trabajo doméstico.

La crónica que cierra el libro, «Daños colaterales», de Ana Fuente, narra diversos momentos de la maternidad: atestiguar la violencia que sufren otros niños, temer por el propio, pero también cansarse y fastidiarse por lo exigente y agotador que es el cuidado. Nos muestra una experiencia que no es dicotómica, sino múltiple y compleja.

Estos textos, como todo escrito literario, tienden a la polisemia. Sirvan estos breves comentarios de incitación y compañía a la lectura; de quien lea este libro depende completar su significado.

Agradezco a las creadoras que confiaron sus escritos para la publicación y la disposición de Editorial An.alfa.beta y la Universidad Autónoma de Nuevo León para imprimir este libro que pone por escrito varias preguntas compartidas y también algunas certezas, que nos permite reunirnos a través de la palabra en tiempos donde nos procuramos desde lejos.

~Olivia Teroba, Abril de 2021

*Prólogo de la compilación Los cuerpos que habitamos, ficción y no ficción sobre nuestro derecho a decidir, coeditado por la editorial Analfabeta y la Editorial Universitaria de Casa Universitaria del Libro UANL. Se puede adquirir aquí: https://bit.ly/cuerposhabitamos

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