“No dollar, no stamp”

Once Días
4 min readJan 11, 2018

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“No dollar, no stamp”, grita el oficial comunista tras negarnos a pagar el soborno en el puesto fronterizo de Cau Treo. Se levanta y se va, dejando nuestros pasaportes sin sellar sobre la mesa. Su colega, un imberbe de apenas 20 años, sigue la línea del jefe: “no dollar, no stamp”. Nosotros, que sabemos que por hache o por bé nos tocará pagar, prolongamos no obstante el paripé un rato más: “si nos sellas el pasaporte, será bueno para tu karma”, le decimos sonriendo al joven oficial, sin saber que en Vietnam los budistas son minoría. Se niega en redondo. Tras un par de intentos más, sacamos los kips laosianos que nos quedan en el bolsillo, nos ponen el dichoso sello, y nos vamos.

Así nos recibía Vietnam. Con tal primera impresión, podríamos habernos enfadado con nuestro nuevo amigo, pero metimos la experiencia en la mochila de historias a contar a los nietos, y nos pusimos rumbo a Hanoi con una sonrisa enorme por reencontrarnos con el tren… ¡¡chuuu chuuu!!

Hanoi solicitó nuestros cinco sentidos en permanencia: el tráfico, las luces, los vendedores ambulantes, los olores de comida, la contaminación... Aquí se anda por la calzada (por la derecha, por algún motivo que aún no llegamos a entender) porque las estrechas aceras están ocupadas por motos y restaurantes improvisados. Los locales están más que acostumbrados a todo ello: nada parece molestar a nadie, y todo parece funcionar perfectamente. El tráfico fluye, y la gente hace su vida sin preocuparse de lo que pasa a su alrededor: trabajo, dormito o hago mi sesión de Qi Gong diaria en la calle, que para eso es de todos.

Herrero de Hanoi, haciendo pieza para martillo neumático

En medio de todo este caos, nos dedicamos a pasearnos por sus calles. Las turísticas (las de los masajes, souvenirs, imitaciones de North Face, etc.); y las menos turísticas (la de los carpinteros, la de los herreros, la del mercado, etc.). Comimos bueno, bonito y barato en restaurantes locales, y siempre acompañados por locuaces vietnamitas. Nos tomamos nuestra primera bia hoi, prosiblemente la cerveza más barata del mundo. Y visitamos museos repletos de fotos del tío Ho*, de camaradas históricos del comunismo, y de ciudadanos de a pie erigidos en “héroes del trabajo” -o cualquier otro título pomposo- por el aparato comunismo; museos con secciones de títulos tan propagandísticos como “Vietnam en camino a la construcción de un pueblo rico, un país próspero, y una sociedad justa y civilizada (1976–1999)”.

Enorme cartel en las calles de Hanoi

De Hanoi nos pusimos rumbo a Bac Ha, en el mismísimo norte de país, en la frontera con el siempre amenazante vecino chino. A Bac Ha llegamos en tren a través de Lao Cai, cansados tras la sobredosis sensorial de Hanoi, y con la guardia baja tras más de un mes en el poco turístico Laos. Olvidamos hacer lo de siempre -salir de las estaciones haciendo como que sabemos donde vamos para que no nos acosen- y los cazaturistas casi nos atrapan. En medio del jaleo, logramos sacar el instinto viajero, y encontramos el bus local, a precio local. Victoria.

El mercado de Bac Ha fue otra experiencia única: animales, ropa, frutas, verduras, alcohol... Vendido todo por las gentes de la montaña, con sus vistosos atuendos tradicionales. Aunque a otro ritmo que Hanoi, eso sí. Y para tranquilos los alrededores de Bac Ha, conocidos como los Alpes Tonquineses, esos de las fotos de postal con las terrazas de cultivos de arroz. Aunque en esta época del año el arroz está ya cosechado, sus terrazas amarillas y llenas de agua por la lluvia, y envueltas en la niebla, tienen tanto encanto como en verano. O eso queremos creer.

Mujer de la etnia “Flower Hmong” en el mercado de Bac Ha

Y como el arroz ya está cosechado, pues nos lo comimos -¡y nos lo bebimos!- en casa de una familia vietnamita, en una cena y una borrachera** memorables. Aprendimos mucho sobre protocolo vietnamita (por ejemplo, no se entabla conversación con alguien si no habéis bebido un chupito juntos), y sobre los pueblos de la montaña, que en Vietnam parecen encontrarse a caballo entre tradición y modernidad: mientras unos matábamos un pollo en un rincón del salón, otros veían vídeos de youtube en el otro extremo.

El alcohol de arroz no nos evitó pasar frío. Frío y lluvia nos echaron literalmente del “extremo norte”, desde donde encadenamos trenes una vez más para ir esta vez a Haiphong, en la costa este, y donde nos disponemos a visitar la bahía Lan Ha, hermana pequeña de la de Ha Long, pero al parecer tan bella como la primera.

Podríamos contar muchas cosas más de Vietnam, del que si algo está claro es que no nos deja indiferentes. La entrada en el país fue como la habéis leído; llevamos aquí más de una semana y aún no hemos visto el sol; ni nos hemos tomado un buen café; y estamos agotados. Pero no queremos juzgar a nuestro nuevo amigo demasiado rápido: también nos hemos reído como nunca con ellos; y los hemos encontrado más curiosos, extrovertidos y bromistas que en Laos o Tailandia. Y seguro que en las semanas que vienen el país seguirá sorprendiéndonos.

Besos y abrazos,

Curro y Linda

*Ho Chi Minh, líder del partido comunista y de Vietnam del Norte durante las guerras contra franceses y americanos del siglo XX.

** La primera en 70 días de viaje

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Once Días

Aquí os contaremos nuestro viaje por el sudeste asiático. Para leer previas aventuras de Curro y Linda, por acá: www.oncedias.com