Sobre la News Literacy y el descubrimiento de la pólvora (IV)

Orson 80
5 min readDec 22, 2017

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Dra. Patricia Nigro* — Universidad Austral

La semana pasada dijimos que hoy, en primer lugar, trataríamos el tema de por qué creemos lo que no es cierto. Entonces, cumplamos lo prometido que es una forma de decir la verdad.

Vamos un poco a los griegos, con quienes comenzó casi todo. En los diálogos de Platón, el Gorgias y el Fedro, se dice que existen hay dos modos de argumentar: uno malo, porque busca convencer sin importarle manipular al oyente (el de los sofistas) y uno bueno, cuyo objeto es la búsqueda de la verdad.

Su discípulo, Aristóteles, distinguió entre argumentos lógicos (como las demostraciones matemáticas) y los argumentos dialécticos (que se basan en las creencias, las opiniones, lo que es verosímil para el público). Hay que destacar que la certeza pública varía con los tiempos y con las culturas.

En definitiva, Aristóteles reivindicó, contra Platón, el valor de la opinión (doxa) en lugar del conocimiento (episteme), útil para la adquisición del saber, pues de este parten las demostraciones científicas. Todo esto fue retomado y ampliado en un texto clásico, ineludible para el que quiera aprender argumentación: el Tratado de la Argumentación. La Nueva Retórica de Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca (en español, es de 1989 pero el original, de 1955). Fue publicado por Gredos.

Para Perelman, está muy claro que cada auditorio cree lo que quiere creer. No se pregunta por qué. Lo sabe y punto. Su maravilloso libro desarrolló todo lo que necesitamos saber para realizar argumentaciones eficaces. Solo el discurso es portador de razón y del discurso compartido surge la racionalidad. Presenta a la argumentación sin recurrir a la noción de verdad. El fin de una argumentación no es acercarse a una verdad preestablecida. Esta se deriva de la noción correlativa de razón, ligada con la de influencia y la de auditorio. De acuerdo con la Nueva Retórica, la razón está en la organización misma del discurso y ante todo en el “discurso compartido”, explica el argentino Roberto Marafioti.

La razón humana se basa, en gran parte, en la sociabilidad. El hombre era, para Aristóteles, zoón logón (animal racional o animal que habla)- recordemos que lógos, en griego, era razón y lenguaje a la vez- y el hombre es también zoón politikón (animal que vive en sociedad). De este modo, nuestra capacidad de juicio está condicionada por lo que piensa nuestra comunidad.

Es muy cierto que la comunicación humana se construye sobre los razonamientos dialécticos pero eso no significa que sea inmune a la ética. Tampoco que no sea susceptible de creer en lo que es falso.

En una nota en The New Yorker, del 27 de febrero de 2017, Elizabeth Rolbert revisó extensamente diferentes investigaciones de prestigiosas universidades que demuestran que la razón y la evidencia no nos hacen cambiar de opinión.

Algunos fenómenos comprobados sobre cómo pensamos son:

1. El «sesgo de confirmación»: es una característica del intelecto humano que tiende a buscar la información que fortalece sus creencias y debilita las opuestas. Podemos fácilmente encontrar fallas en el razonamiento ajeno pero no en el propio. Decimos: “¿Cómo puede defender semejante idea?”. “¿Quién puede afirmar semejante disparate?”

2. La «ilusión de la profundidad explicativa»: es un fenómeno por el cual siempre creemos que sabemos más de lo que en verdad sabemos. Decimos: “Yo esto lo sé porque viví en esa época, nadie puede venir a contármelo…”

3. Los “sentimientos fuertes”: no surgen de una racionalidad profunda. Las neurociencias demuestran un aumento de la dopamina, cuando la gente encuentra que alguna de sus creencias es confirmada. Por eso, en las redes, opinamos lo mismo que nuestros seguidores o seguimos a los que opinan lo mismo que nosotros. Concordamos con los que comparten nuestras historias familiares, nuestras creencias, nuestros modos de ver la realidad.

Algunos llaman a este fenómeno vivir en una “burbuja digital”, porque lo que hacemos no es escuchar al que piensa distinto sino apoyarnos en los que piensan como nosotros. Y esto, indirectamente, multiplica las noticias falsas. Porque, si un amigo o alguien a quien admiro posteó eso, debe ser verdad. No lo cuestiono, no pienso críticamente, si tal vez se equivocó o no chequeó de dónde venía esa noticia. Lo retuiteo y comparto y lo viralizo. En latín, virus significaba veneno. Eso hace la viralización, expande rápidamente un veneno poderoso como la mentira (cuando la noticia es falsa, aclaro).

4. La viñeta nos muestra otro motivo para creer en lo falso. Las “respuestas complejas y correctas” no tienen buena prensa. Las simples pero incorrectas son más cómodas y se apoyan en nuestra enorme pereza intelectual.

La semana pasada hicimos una segunda promesa. Pero esta no la podremos cumplir hoy. ¡Nos extendimos demasiado! La semana que viene, sin falta, y no estoy cruzando los dedos a mi espalda, vamos a ver cómo podemos detectar noticias falsas y repasaremos comentaremos sobre algunas de las muchas organizaciones que trabajan con ahínco, para que no nos den gato por liebre (expliquemos el refrán a los que nacieron mucho después que nosotros).

Así que los espero ¿dónde? en el próximo post en Orson 80, ¡por supuesto!

*Patricia Nigro es Dra. en Comunicación (Universidad Austral), Lic. en Organización y Gestión Educativa (Universidad Austral) y Profesora de Castellano y Literatura (Instituto Superior del Profesorado ‘Sagrado Corazón’). Se desempeña como Profesora Adjunta a cargo de las Cátedras Teoría y Práctica de la Lengua I y II y Producción Discursiva en la Licenciatura en Comunicación en la Universidad Austral) donde dicta el Taller de Expresión Oral y Escrita y el Taller de Trabajo Final de la Maestría en Gestión de la Comunicación en las Organizaciones, EPC, Universidad Austral. También es docente del Taller de tesis del Doctorado en Comunicación Social, Universidad Austral. Ha publicado artículos académicos en diferentes revistas. Es coautora de Las palabras de la lengua. Vocabulario para las Ciencias del Lenguaje, para los niveles medio y superior y autora del libro “La oratoria aplicada al ámbito de las organizaciones” (2012). En 2017 y 2018 colaborará en el Proyecto Educativo Transmedia #Orson80.

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