Un nuevo envoltorio para un viejo problema: ¿verdad o sensacionalismo?

Orson 80
4 min readApr 25, 2018

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Lic. Andrea Pelliccia* — Belgrano Day School

Alguien es calumniado en pocos segundos en los medios, una imagen circula por cientos de celulares sin epígrafe ni fuente, una cita es descontextualizada y se puede retransmitir infinitas veces para acomodar relatos en paralelo lejanos al del autor y sus circunstancias. Pareciera que la realidad de los multimedios y la descentralización en la generación de la información, ahora en mano de todos, socava nuestra capacidad de discernir verdad de mentira.

¿Será acaso la frontera tan gris, que en un mismo hilo de información, nos pasamos de una a otra como realidades alternas?

Para quienes formamos hoy a las nuevas generaciones de estudiantes, todos ellos nativos de la ubicuidad absoluta en la conectividad y acceso a la información, es un desafío importante que podamos ayudarlos a desarrollar el pensamiento crítico, que puedan partir de la verdad — o no- de las premisas de base para sobre ellas determinar su propio criterio. No hace falta decir que esto es un requisito fundamental para fortalecer cualquier sociedad que elija la democracia como forma de vida y de gobierno.

Las estadísticas, sin embargo, no son optimistas. Según un estudio de ISTE realizado en escuelas medias de Estados Unidos más del 80’% de los estudiantes encuestados no pueden diferenciar una publicidad de una noticia.

Estamos a unas ocho décadas de distancia de aquella noche en la que Orson Welles convenció a miles de personas de que el planeta sufría una invasión extraterrestre y aún nos quedan cosas por aprender en el camino de desarrollar una verdadera alfabetización en medios. Seguimos creyendo en lo que escuchamos y vemos casi en la misma medida en que descreemos de todo. Pasamos del escepticismo total, poniendo en duda aún las fuentes que deberían ser confiables, a dar crédito casi sin filtro a lo que recibimos en un grupo de WhatsApp. Más aún, cuando se trata de redes, el pulgar quema, y reproducimos todo sin mediar el tiempo necesario para poner en acción el pensamiento, aunque más no sea el sentido común.

Los ingredientes del sensacionalismo están presentes no sólo en el periodismo sino en la vida del público en general: la transgresión a las normas, el revelar intimidades, incluso con tintes de morbosidad. Todo esto vuelve a un blog, post o mensaje de chat apetecible, rankea con muchos like, y asi se reproduce viralmente pasando de ser mera opinión a verdad absoluta en pocos clicks.

El fenómeno del teléfono descompuesto sumado al atractivo del chisme (dicen que information is power) no es nuevo, sólo que las redes sociales le adosan a este formato amarillista un elemento vil que lo potencia, la imposibilidad de verificar lo que se dice y se muestra por la velocidad de la comunicación. Esta reproducción que generan las redes intoxica y nos vuelve poco a poco más incrédulos de todo.

La fragilidad de quienes quedan atrapados es enorme. ¿Cómo contrarrestar esta oleada de falsas realidades y aún seguir disfrutando del mejor momento de la historia en términos de democratización del acceso a la información?

  • Vuelvo al rol del educador y con esto a la responsabilidad de enseñar la diferencia de lo público, lo privado y lo íntimo. Tres dimensiones de la persona que pueden resignificarse en la cultura posmoderna, pero necesariamente deben estar identificadas para no dejar que la redes o los comentarios del blog sean sustituto del intercambio personal, cara a cara, o lo que debemos resguardar en nuestro interior.
  • Elegir el registro correcto para comunicarnos, no tentarnos con lenguaje inapropiado y chabacán, o desafiar con actitud adolescente con imágenes morbosas o relatos suculentos . Llegar a un link con esta propuesta o recibir un mensaje de este tipo debería ponernos al menos en alerta sobre la calidad de lo que leemos, y cómo invertimos nuestro tiempo.
  • Cuidado con los sponsors ocultos en los mensajes: y no me refiero sólo al marketing encubierto, sino más bien a las intenciones mezquinas de quien hace circular la información. Preguntarnos: ¿por qué?, ¿para qué? Los tres filtros de Sócrates pueden ayudar a medir nuestras expresiones.

Si algo nos dejó esa noche en que Orson Welles dejó a tantos en vela es alertarnos sobre el poder de los medios y la necesidad de ser más críticos de lo que recibimos. Sepamos y ayudemos a los más chicos a distinguir entre actualidad y sensacionalismo, pronto los mensajes vendrán en formato de Realidad Virtual. No seamos parte de una “joda” que alimenta un meme gracioso, porque detrás de un RT no sólo perdemos nuestra moralidad sino que dejamos un tendal.

Estamos perdiendo mucho más de lo que imaginamos. Hoy el tiempo es algo que deseamos y anhelamos recuperar, paradójicamente nos ingeniamos para ocuparnos cada vez más consumiendo información chatarra, y así sentimos la velocidad del reloj comiendo minutos de nuestra existencia real. Les propongo como ejercicio pensar dos veces antes de hacer click en “Enviar”. Cuántos minutos de nuestra vida perdemos con chistes superficiales, comentarios agresivos, opiniones infundadas, generando esa oleada de información inútil.

¿Sensacionalismo o realidad? Somos prosumidores de información, podemos pensarlo y mejorar nuestra posición desde ambos roles. Y de paso, vamos a recuperar algo de nuestro tiempo, como decía María Elena Walsh “Quiero tiempo, pero tiempo no apurado/ tiempo de jugar que es el mejor./ Por favor, me lo da suelto y no enjaulado/ adentro de un despertador.” No estaría nada mal, no?

*Especialista certificada en aplicaciones de Microsoft, Andy Pelliccia es directora de nivel primario en el Belgrano Day School, donde también se desempeñó como Coordinadora y docente de TIC, responsable de implementar y promover el uso de las TIC en toda la escuela, no solo en el aula sino también con fines de gestión. Sus temas de interés se relacionan con la integración de las TIC en el aula y la formación docente en TIC.

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