De un palacio de piezas artísticas a otro de encuentro de frikis

Oswaldo Olivas
2 min readDec 28, 2014

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Caminaba por la calle de Madero en la Ciudad de México, rodeado de turistas nacionales y locales que aprovechan diciembre para recorrer el Centro Histórico, cuando llamó mi atención el Palacio de Cultura de Banamex, también conocido como Palacio de Iturbide, primer emperador de México y que usaba una barba al estilo Wolverine.

En la puerta se anuncia la Colección de Pintura de esta institución financiera que se caracteriza, al igual que su dueña multinacional Citi, por sus casos de corrupción multimillonaria. Decidí entra a ver qué posesiones culturales tiene ese banco además del “Piojo” Herrera y el “Chicharito” Hernández.

La visita no fue en vano. La muestra lleva una cronología desde el Virreinato y hasta el arte moderno, que no es lo mismo que contemporáneo. Banamex cuenta con piezas de Velasco, Diego Rivera, Pedro Coronel, Tamayo, entre otras celebridades del arte nacional. Pero las piezas que más llamaron mi atención fueron unas que no conocía de Gabriel Fernández Ledesma, Luis Zárate, María Izquierdo y Juan O’ Gorman.

También destaca una pintura de Maximiliano, no recuerdo al autor, porque el segundo emperador mexicano era muy parecido a Nicolas Cage.

La entrada a la exposición es gratuita y es un gran lugar para ver cómo los padres de familia destruyen el interés sobre el arte de sus hijos pequeños porque no lo comprenden. Se burlan y tratan de resolver las preguntas de los niños con información falsa o incorrecta, igual que lo hacen en los zoológicos.

Otro sitio que apenas conocí es la FrikiPlaza. Un centro comercial especializado para geeks localizado en Eje Central casi enfrente de la Torre Latinoamericana. Lo que por afuera parece uno más de esos lugares especializados en la venta y reparación de smartphones nuevos y robados es un santuario para los fans de los videojuegos y los juegos de cartas como Yu-Gi-Oh!

De lo primero que me di cuenta es que nueve de cada diez clientes de la FrikiPlaza tienen edad para ser mis hijos y hasta los padres de familia que van al lugar deben tener pocos años menos que mis treinta y seis. El sitio consta de cinco pisos y un sótano en los que hay decenas de pequeños negocios que venden videojuegos, conciertos de música japonesa y sudcoreana, así como ropa alusiva a todo eso.

En el último piso hay un área con decenas de videojuegos y en el sótano, que huele a que ninguno de los asistentes se baña seguido, hay mesas donde los pubertos juegan a las cartas (no me pregunten cuáles porque no lo sé).

El local con mayor número de clientes es donde reparan consolas y el área que queda mucho a deber son los puestos de cómics, lo único que entiendo de todo lo que vi, porque venden casi puros ejemplares de los que hace Editorial Televisa.

En la FrikiPlaza confirmé que ser ñoño no es barato, los precios no son bajos pero se nota que la mayoría de los adolescentes acude sólo para matar el tiempo y comer sushi o noodles, no importa que sean Maruchan.

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