El fin del antikirchnerismo

Con el mandato de Cristina concluye el de su rival en el espejo. ¿Podremos reanudar la conversación con los que piensan diferente después de 2015?

Pablo Avelluto
3 min readOct 27, 2014

El odio. La novedad política y cultural de la época que termina ha sido el regreso del odio. No importa de qué lado estuvo cada uno. No se trata ni siquiera de cuál de los bandos tenía razón: ¿se puede odiar con razón, acaso? La novedad política y cultural del futuro debiera ser el fin de este mal que ha corroído las ideas y los proyectos de muchos intelectuales, políticos, empresarios y también, por qué no, de buena parte de la sociedad.

Los años de Néstor y Cristina Kirchner en el poder han sido apasionados. Cada decisión se transformó en un combate intenso, agónico, a todo o nada. Más allá de que se tratara de ir o no al Tedeum, de las retenciones a la soja, la ley de medios, el matrimonio igualitario, la negociación con holdouts o lo que fuera. El estilo de los ocupantes de la Casa Rosada generó resentimiento en sus adversarios y en una franja de la sociedad. Pero la confrontación, la división y la pelea dejaron ciegos a ambos lados de la trinchera. A finales de 2011 el escritor y periodista Jorge Fernández Díaz describió este fenómeno.

En diciembre de 2015 habrán pasado más de doce años. El equivalente a la suma de la escuela primaria y la secundaria en nuestras vidas. La Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945, duró la mitad. El último gobierno militar argentino duró siete. Doce años es mucho tiempo.

¿Podremos evitar la lógica del rencor? ¿Nos perdonaremos por haber pensado diferente? Por momentos parecemos demasiado dispuestos a repetir la lógica que llevó al fracaso al antiperonismo. Hay quienes alientan la revancha y expresan la voluntad de borrar todos los rastros y marcas dejados por los que se van el año que viene. En este sentido, el deseo de un gobierno “restaurador” es algo penoso y pobre. Como si la Argentina de 2003 hubiera sido un paraíso de prosperidad, equidad y justicia al que estuviéramos obligados a regresar a cualquier precio. El peligro de una nueva década demonizada -sí, otra más- acecha en el horizonte de nuestras pasiones políticas.

Espero que el próximo gobierno reconstruya el futuro y no dedique sus energías a proseguir con el ciclo de refundaciones infinitas. Pero esto implica gobernar de otra manera, cooperando entre quienes hoy son adversarios para superar las dificultades, muchas y graves, sin ceder al canibalismo de la política tradicional.

Es que con el fin del mandato del kirchnerismo concluye también el de su primo hermano, el antikirchnerismo, ese opositor invertebrado, siempre dispuesto a escandalizarse en su impotencia por evitar los desatinos del poder. Una fuerza inorgánica tan enraizada en nuestras tradiciones como su rival en el espejo. Un árbol en cuyo follaje se ocultó más de una vez el deseo de conservar privilegios y defender intereses poco confesables bajo la excusa de proteger a una república amenazada.

Me pregunto si tender la mano a los que piensan distinto será percibido como un acto de debilidad o de fortaleza. Al fin y al cabo, el desafío de 2015 no será ya el de derrotar a nadie sino el de elegir al que tenga mayor capacidad para escuchar ideas y voces nuevas.

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Pablo Avelluto

Antes, docente, editor, librero, periodista, ministro y secretario de Cultura de la Nación (2015–2019). Pienso y escribo solo.