Ayudita para cumplir tus objetivos del 2017 (o como hice para bajar 11kg en 2 meses…)

Mariano Sosa (@paltasosa)
7 min readJan 12, 2017

Está lleno de gente con mayores logros y metas alcanzadas mucho más altas que seguro podrían hablar con mucho más detalle y mucha más experiencia sobre esto. Pero como SIEMPRE me siento en deuda con Internet, creo que un humilde aporte puede ser bien recibido.

Hace casi 3 meses, después de hacerme unos estudios generales, apareció algo en los resultados que me “preocupó”. La doctora, con la severidad en el tono de voz necesaria para sopapearme, me dijo: “Tenés hígado graso.”

Lo mínimo que podía esperar, después de haber morfado como morfé siempre a lo largo de mi vida, era eso. Pero así y todo, no tenía mucha idea de a qué se refería, ni cuan severo era, ni como se trataba.

“Dieta, y ejercicio… Mucho”.

En ese momento pesaba 116 kg. No tenía dudas de que tenía que empezar una dieta. Y si bien, siempre me mantuve “activo”, era hora de hacer el clic y dedicarme como correspondía al deporte.

Hasta acá, la historia puede ser repetida por varios. Vas al médico, te dicen un par de cosas, te “asustas”, te comprometes y… Y ahí arranca el tema.

SIEMPRE tuve sobrepeso. Bueno, no siempre en realidad. Cuenta la leyenda que cuando era chiquito, era rubio y flaquito. Y fue así durante los primeros años de mi vida. Pero después, pase por distintas etapas y niveles de obesidad.

A esta altura, puedo hacer una confesión que no hice nunca antes y que me llevo al “mal” que tengo hoy en día de no tener apodo.

Aunque vos creas que se lo decís “de manera cariñosa” y aunque la otra persona no te diga nada, el que tiene sobrepeso y recibe como apodo “gordo”, siente al menos una molestia cada vez que se lo decís. Y ese fue mi caso, toda mi adolescencia. Así que si tenes un amigo al que le seguís diciendo cariñosamente “el gordo”, copate, y dejá de hacerlo. No te lo va a reconocer nunca, pero si bien está orgulloso de su pancita, le duele. Te lo prometo.

A los 19, cansado de esto (y aprovechando que era un momento de mi vida donde no tenía todas las responsabilidades que tengo ahora), me cansé. Hice dieta, ejercicio, y logre bajar de peso. Una pinturita.

Pero claro, con el paso de los años, la falta de tiempos y las distintas situaciones de la vida, me fui descarrilando, de a poco, a veces más, a veces menos, hasta llegar a los fatídicos 116, mencionados anteriormente.

Y llegamos hasta acá. Y si bien todavía me falta bajar como 20 kilos para completar mi objetivo, el primer paso es muy importante. Y creo haberlo dado con creces! Así que recopilé una lista de pequeños tips que los pueden ayudar, desde mi humilde opinión. Acá estan:

  1. Andá a una nutricionista (o un nutricionista, el genero es totalmente indiferente). Si bien se puede tener una noción aproximada de las comidas que hacen bien, no tan bien, masomenos y las bombas de tiempo, es bueno hablar con un profesional para entender bien por donde va la movida, y entender que vas a tener que hacer un clic en tu alimentación. No sirve confiar en las dietas mágicas que encuentres en Internet. No apuntes a bajar 10kg en 2 semanas. No llegas al verano? Llegarás al próximo.
  2. Encontrá el ejercicio que te guste hacer. Si, en mi caso fue un poco más fácil porque siempre hice ejercicio y porque me gusta hacerlo. Pero aunque cueste, aunque duela, hay que encontrar algo que disfrutes, al menos un poquito. No sirve anotarse en el gimnasio, si odias ver a la gente pelearse por usar una máquina. No sirve arrancar a correr si te aburre a la larga. Esta es quizás la parte más difícil. Pero posiblemente también la más importante. Arrancar a hacer algo que no te guste, tiene casi asegurado el fallo. Buscá. Tomate tu tiempo. Algo vas a encontrar.
  3. Organizá tu rutina. ¿Alimentación lista? ¿Ejercicio seleccionado? Ahora arranca el cambio. Posiblemente, si llegaste hasta acá, necesitabas realizar un cambio en tu forma de alimentarte. Y eso va de la mano con la forma en que elegís y compras la comida. Sí, es muuuucho más fácil comprar un alfajor, dejarlo en la alacena y comerlo cuando pinta. Sí, las frutas son bastante mas jodidas, con eso de que en una semanita se te ponen feas. Por eso, es importante organizar tu rutina para tu nuevo ritmo de vida. Encontrá el momento de la semana en que vas a ir a la verdulería y a la carnicería (o similares). Acostumbrate a tener comida fresca, y a pensar al inicio de tu semana, cuales combinaciones podes hacer con lo que compraste. Sirve para calcular mejor, y para no correrte de ese eje. Cualquier “adicional”, puede ser una tentación que es mejor evitar. Todo eso, del lado de la alimentación. ¿Y la rutina de los ejercicios? Aplica de la misma forma. Posiblemente, vas a tener que acomodar tus horarios y encontrar el hueco de tiempo. A la mañana temprano, a la tarde, o a la noche. Obligate a cumplirlos a rajatabla, como si fueran tan importantes como esa juntada a tomar birra con tus amigotes. Ocupate tu calendar de google, o tu agenda, o lo que sea que te sirva con recordatorios. Y antes de decir que sí a cualquier propuesta, chequealo. Si ese día a esa hora, tenías ejercicio, a reprogramar la salida, y no al revés! No te mientas creyendo que vas a salir a correr más adelante. Dejá para más adelante, el resto de las cosas. ¿Es difícil? Recontra. ¿Cuántas veces por semana? Al menos, 3. Y sumando una el finde.
  4. ¿Y el fin de semana? Que temita jodido el finde. Salidas, juntadas, reuniones… Todo en contra para tirar abajo la estructura que armamos. Particularmente, una de las cosas que mas me ayuda a luchar contra el fin de semana es arrancarlo con una trompada en la pera. ¿Cómo? Tu rutina de ejercicios más exigente, es el sábado a la mañana. Sí, vengan de uno, puteenme en 4 idiomas distintos. Pero es así. Por más que cueste, por más que parezca imposible. Se puede. Hay que romper el hábito, y hay que ayudar al cambio donde menos se lo espera. Arrancar el finde con tu rutina más exigente, te da un boost, por un lado, anímico y, por otro, de crédito a favor. ¿A qué me refiero? A que si ya arrancaste rompiéndola, esa salida del sábado a la noche, tiene un poco menos de saldo negativo. Y si bien no es recomendable que te la super pegues en la pera, tenés un poco más de cintura para tener un pequeño desliz. Yo se que me siguen puteando, pero prueben, intenten… Y después me cuentan.
  5. “Pero soy una larva, no puedo hacer ejercicio!”. Puede pasar. Acá es donde hago la salvedad e insisto… si bien llegué a desbarrancar con el peso, siempre me mantuve activo e hice ejercicio. Pero, si bien me mantuve activo, cada vez me costaba más poder hacerlo sin pasarla como el tuje a los 10 minutos. ¿Y entonces? Hay que bancarse la adaptación. Y remarla. Y ponerle onda. Posiblemente la primera semana no puedas dar más de una vuelta a la plaza corriendo. Y es poco? Sí, es poco. Pero acordate que la semana anterior, no habías dado ni 1! Es progresivo, y aunque cuesta, y aunque duele, de a poquito vas a ir mejorando. Vas a aguantar más. Te va a doler todo menos. Y vas a ir logrando que la energía que antes te faltaba, ahora te sobre. GA-RAN-TI-ZA-DO.
  6. La ayudita de la tecnología. En mi caso, si bien me encanta jugar a la pelota, debido a mi rutina y a los momentos que más cómodo me queda ejercitar, me era imposible hacerlo 4 veces por semana. Así que tuve que buscar alternativas. Como se habrán dado cuenta por mis referencias anteriores, salir a correr fue una de ellas (junto con salir a andar en bici). ¿Es un embole correr? Y puede ser… Pero con esa actitud, no vamos a llegar a nada. Dónde esta la ayuda de la tecnología en todo esto? Escuchá música. Bajate un audiobook. Aprovecha todas las herramientas de entretenimiento que puedas para hacerlo más ameno. Y sobre todo, aprovecha las herramientas tecnológicas al alcance de cualquier celular para hacer un seguimiento de tu rutina. Endomondo, Strava. La que más te guste a vos. Ir registrando los tiempos, las distancias, los días… Todo eso ayuda mucho! Porque nada te automotiva tanto como ver que vas superando tus propios límites. Terminar un entrenamiento y ver que rompiste tu propio récord. O ver que la semana anterior habías llegado a la mitad de distancias. Todo eso ayuda.
  7. Las redes sociales. Sí, yo calculo que soy un goma para un montón de gente que ve mis posteos de Strava. Pero, siguiendo el consejo del gran Nicolas Isnardi, compartir tu rutina, ayuda y mucho! Desde que les haces saber a todos tus amigos/as que estas ejercitando y poniéndote las pilas (diciéndoles sutilmente que no estás para pegartela en la pera todos los fines de semana) hasta recibir el aliento y el seguimiento de los que “te dan pelota” y si algún día no saliste a ejercitarte, los tenés al pie del cañón diciendo “¿Qué paso? ¿No saliste hoy?”. Otro recordatorio más. Otra barrera más para romper. Y si te es fácil mentirte a vos, seguramente te va a ser más difícil mentirle a tu amigo. No vas a poder escaparte. ¡Vas a terminar ejercitando! Y ese, es el objetivo final.

Seguramente haya miles de millones de tips más. O métodos mucho más eficientes. Pero esta pequeña reseña (con la listita incluída anteriormente) es una breve recopilación que me sirvió (y me sigue sirviendo) a mí. Y si yo, una persona normal, amante ferviente de las comidas, pude hacerlo, ustedes también pueden.

Hay que hacer el clic. Entender que el cambio, viene de adentro nuestro. Entender que no solo vas a arrancar una dieta. Sino que vas a cambiar muchas prioridades y muchos hábitos que venías teniendo. Después de entender todo eso, es hora de arrancar.

PD: Si escuchas música mientras ejercitas, siempre sacas un plus adicional con toda la banda sonora de Rocky. True story.

--

--