Diseño gráfico de Patricio Azor

Crítica | Teatro: “Alta en el cielo”, de Nelly Fernández Tiscornia

2 min readNov 2, 2015

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Alta en el cielo, de Nelly Fernández Tiscornia. Dirección de Patricio Azor. Con Julia Azar, Luciana Conde, Sebastian Dartayete y Luli Zunino. Vestuario de Mariana Perez Cigoj y escenografía de Juan Ignacio Pólvora. Luces de Soledad Ianni, y música de Claudio Martini. En El Vitral (Rodriguez Peña 344, Capital Federal, Buenos Aires, Argentina). Entradas $ 150. Funciones: domingos 20 horas. Noviembre 2015.

Melodrama ubicado en el norte fronterizo, periférico, Alta en el cielo narra la historia de una escuela rural y el apasionado esfuerzo de su directora por hacer que esa pequeña pata del Estado cumpla su función asistencial, contenedora, allí donde más se la necesita. La historia, de F. Tiscornia, funciona bajo la estructura del relato clásico y sigue el curso predestinado de comenzar por una situación equilibrada, que será quebrada por una crisis y restaurada, hacia el final, con sus debidas transformaciones.

La pieza aborda el drama de los niños abandonados en la puerta del monte, ese límite entre la civilización y la barbarie (claro, hay un cuadro de Sarmiento como parte de la escenografía), y los malabares administrativos de la directora de la escuela primaria del pueblo para incorporarlos a la alfabetización. Sus contra-caras dialécticas serán la nueva inspectora del distrito, y la maestra del establecimiento, que es su propia hija.

La primera, agente de la ley, reclama por los aspectos técnico legales, lo que dará pie al desarrollo argumental del conflicto vital de la zona, y la condición de transistor del personal educativo. La otra, la hija/maestra, que ha desarrollado un cierto cinismo y descree de la utilidad de su profesión, representa la muy interesante antítesis ideológica de la maestra como prócer: la pregunta del porqué desarma la fe, y la demuestra ya perdida. Pero a pesar de las dos grandes tormentas que, al decir de su protagonista, a veces se llevan adentro, la pieza se las ingenia para tejer un final esperanzador.

La vestimenta y escenografía corresponden al verosímil de un establecimiento educativo de mediados del siglo XX, lo que prepara el escenario para que los incendios emocionales de sus protagonistas tengan lugar. Y vaya si los tienen. En cada uno de los rounds, cada vez más fuertes y cada vez más desgarradores, los personajes dejan la vida. Y el público recibe el impacto, descarga, y sale limpio, catartizado.

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