Crítica | Teatro → Juegos de amor y de guerra

Sangre que no logra lavar la vergüenza

Sobre un fondo de columnas faraónicas, fascistas, se pinta el drama de la (una, otra) sagrada trinidad: la familia, el poder, la lealtad. Puede que se trate de la Iglesia, del Ejército, de la Mafia… es, al fin, allí donde el sentido de pertenencia y cuerpo son lo más importante. Es, también, el barro de la Buenos Aires de 1940 donde la curiosa pluma de Demaría hunde los dedos y se enchastra de toda una retórica paqueta y feroz, de cuando las hienas y los verdaderos dueños de la tierra eran beffos: y este es solo el “humor de la época” que da vida a la protagonista, una Medea a su modo, cruel y cínica, que nos hace entender porqué esas columnas del comienzo parecen tan femeninas, tan sensuales, como de seda.

La historia es solo una más de las vergüenzas, menor en comparación con los horrores que vinieron luego, del feliz matrimonio entre la oligarquía ganadera y el ejército: un cadete de cuna se ve involucrado en un escándalo sexual que amenaza las ya de por sí tirantes, frágiles, relaciones de poder y conveniencia. Apaciguar el inminente escándalo requiere medidas que no cualquier ética logra digerir con facilidad.

Con una pulida puesta que ancla los sentidos en la desambiguación total, donde lo que es, es -vestuario representativo, actuaciones realistas- Juegos de amor… tiene algunos diálogos estremecedores y lúcidos (Bonelli, sobre la eterna guerra civil argentina), algunas escenas inolvidables (Holz, son su exquisito mix de Cabaret) y un final escalofriante. Teatro de género para indagar en un pasado que sigue escribiendo el presente.

En el CCC, los viernes y sábados a las 22.30 hs y los domingos a las 20 hs. $ 250–350. Mayo y Junio 2017.