Entrevista con Javier Arce: ‘¿Dónde puedo aportar yo? Esa es la pregunta’

Arturo Pardo
16 min readNov 8, 2018

--

Transcribir el audio de su entrevista resulta un ejercicio retador. En una conversación con Javier Arce queda claro que su cabeza va disparada al pensar en simultáneo en lo que espera del futuro cercano, mientras evalúa la música que escuchó el día anterior o las enseñanzas que le ha dejado Cocofunka, la banda que lo tuvo como vocalista y frontman por casi 10 años y con la que retomará procesos en el 2019, como parte de su ajetreada agenda artística para ese año.

Javier tiene la capacidad de remitirse al ejemplo de múltiples artistas jóvenes del submundo musical latinoamericano, y a la vez ofrecer referencias de exponentes de primer mundo que admira, que están haciendo las cosas como a él le resuenan: con libertad creativa, sin temores ni especulaciones.

Mientras piensa y lanza mil palabras por minuto, también es capaz sigue atentamente con la mirada a su gato bicolor, que corre por el amplio patio trasero de su casa, en Barva de Heredia, en un punto donde todavía no empiezan las cuadras de casas de adobe, pero, en el aire apacible, ya se siente que la ciudad empieza a diluirse.

Ahí conversamos, antes de su última presentación del año, el viernes 9 de noviembre en Sala Garbo, como parte de la serie Sonido Garbo.

Queda un concierto para cerrar el 2018, ¿cómo estuvo ese año en términos de tu proyecto solista?

Este año fue el primero en que chiveamos formalmente, primer año en que te ponés a ensayar y te mandás con un show, en un ciclo que ha sido un proyecto un poco raro, en formato de trío, con Eddie Fallas en el bajo y Miguel Vega en el sax. Tuvimos cuatro fechas a lo largo del año: UCR, Transitarte, Epicentro y este último tocando las canciones que he ido trabajando.

Pues publico contenido cada cierto tiempo y puede tener cualquier formato. Ya no creo en la estructura de un solo color de tiempo que tiene un solo nombre. Lo he tratado de hacer más libre, guiándome por los sencillos. En ese camino de sencillos, además, he podido cerrar un poco el color musical, que yo no sabía (definir) al principio. Ahorita creo que he hecho unas 20 canciones.

Este es el primer año de tocar chivos para la gente y eso es lindo. Se trata de soltarse un poquitito y partís desde ahí.

Es muy minimalista en el approach de no matar chivos como hacíamos con Coco(funka) que hacíamos 56 conciertos al año y uno decía ¡iiih mae! Jamás; esto es tal vez lo opuesto a como veo la música después de una década. Es más tranquilo, más pensados los lugares donde voy a hacer las cosas, es como que le ponés una energía para mantenerlo todo ahí, brillando.

Además, como es un proyecto solista, soy libre de hacer lo que quiera porque no tengo que negociarlo con nadie.

Has sacado sencillos desde hace varios años, pero, ¿qué fue lo que pasó este año que sentiste la necesidad de empezar a chivear y que lo veas como el año en que oficialmente sale el proyecto solista?

A ver; la primera pieza que empezó esta vara fue Clavel en el 2016. Coco estaba grabando Chúcaro que fue como una locura. Nos metimos un mes y medio, todos los días donde Mario Miranda con Felipe Álvarez, un productor colombiano. Yo nunca volvería a grabar un disco así, pero lo hicimos; fue un experimento.

Cuando terminamos toda esa vara, yo vivía con Feli que era este mae productor de Polen Records que hizo el primer disco de Monsieur Periné y los primeros de Bomba Stereo. ¡Es un crack! Cuando terminamos, los maes de Coco se lo llevaron a la playa; yo me quedé en la casa solo y era la primera vez que tenía un equipillo para grabar. Tenía una interfase de mierda.

En Soundcloud me salió una canción que me encantó, es una maravilla que ahí te salga ahí música de maes de todo lado. Le escribo al mae de la canción, le pido los stems, le digo que yo tengo un voice note, él acepta y me lo pasa muy rápido. Ese fin de semana me da tiempo de hacer algo en la choza, todo low-fi, con un microfonillo y así sale Clavel.

Yo ni la afiné, es casi como un demo publicado. Feli me ayudó con la mezcla, y el mastering también lo hizo un compita muy casero; así la publiqué. Era una canción que del todo no calzaba para Coco pero ni pensé en un nombre de solista, no quería complicarme en ese momento.

Coco iba a publicar Chúcaro como en enero, entonces le di mucho tiempo; la canción salió como en agosto del 2016. Paralelo a que Coco estaba tocando el disco, con mucho chivo, yo empecé a hacer más música. Quería hacerme mejor con el software.

Aquí es donde Javier graba, en su casa. Él solo. Foto: Sebastián Blanco.

Yo no sé tocar nada, mi instrumento es la computadora. Yo soy un mae de 28 que creció con Encarta, CDs… ¡compu, compu! Ese es mi instrumento.

Así, solista, yo podía hacer todo esto y no encasillaba a Coco en una vara dictatorial. Al final, todas las discusiones con los músicos se tratan de qué quiere expresar cada cabrón en cada momento, cómo se sienten todos, y cuándo –maravillosamente– eso fluye en un solo barquito. Yo quería quitar esa presión de Coco.

En eso se me fue Clavel (2016), Quise fuego, la única del 2017, Onces, que la saqué en enero del 2018 y en marzo saqué Vuelo por la Pampa con Lagartijeando, un DJ argentino, que me encanta, yo soy fan de él. Sacamos esa y vamos a sacar más. Ahora está Beibi en noviembre. Ya siento que son un montón.

Empecé a hacer mis varas solo y pues sí me toma tiempo saber que una canción está lista, porque quiero sacar una buena canción, lo mejor de un momento.

El proyecto es auto sostenible, logré que no tenga pérdidas hasta ahora. Creo que ya puedo grabar un disco, pero me voy guiando por canciones.

Básicamente eso ha sido, aprovechándome de las ventajas de grabar todo uno en una casa, haciendo música electrónica, que ese es el label que se le pone, aunque no tiene sentido, pero es ese porque está basada en archivos midi y sampleos.

A partir de ahí sale la técnica y luego el color que yo intente expresar, relacionado con lo latinoamericano, al ser en español, pero siento que ahora tiene un poco de todo.

Eso se siente; uno escucha las piezas una tras otra, sin fijarse en la fecha a la que pertenece cada una y suenan muy diferentes una de otra. A estas alturas, ¿cómo podés describir el sonido tomando en cuenta que hay influencias diversas?

Todo alrededor de un proyecto se trata de buscar un color, y eso requiere cierto cariño para encontrarlo y luego hacer que evolucione a lo largo del tiempo que uno quiera. Yo ese sonido lo sentía con Clavel, con una cadencia un poco melancólica, con la base electrónica y elementos latinos y pues he tratado de seguir eso. Uno se da cuenta a cuáles canciones de las que estás componiendo les va eso y a cuáles no.

En ese momento me hizo clic ese sonido, entonces diría que ese es el centro de la vara. Si me dijeras que lo exprese como género, diría que es música electrónica con un poco de R&B, low-fi hip hop, synth pop, pero el label que nos han puesto encasillándonos los exóticos del mundo, es que es indie latino alternativo.

A partir de ahí construimos los conciertos; de fijo tiene que ser un poco jazzy, con vientos, por eso Migue es vital en el sax, tiene percusión latina que lleva todo el ritmo y el bajo que siento que es elemental en la música electrónica.

Yo, por mi parte, trato de entregar todo en la parte vocal y es muy linda la experiencia. Quiero llevarlo más lejos y hacerlo más interactivo. No sé explicar mucho más, es vacilón.

¿Qué sentís del hecho de haber tenido un año que por una cuestión estadística es un año muy inactivo tomando en cuenta tu pasado?

Sí. Con Coco hicimos casi en nueve años, como 500 conciertos. Después de Chúcaro, al cumplir 10 años, nos dijimos que había que cambiar un poco la vara para mantenerlo vivo. A nivel personal creo que me saturé del mercado y probablemente el mercado se saturó de mí.

Una necesidad en mi interior me dijo que, más allá del ejercicio de tocar música en vivo, y de la plata, quería volverlo algo más especial, emocionarme más de los momentos.

Había sentido que la energía había estado diluida entre un chivo y otro. Fue buenísimo, porque así Coco hizo lo que hizo y hace y tiene los recursos que tiene, todo hecho por seis compitas, pero yo no quería más.

Foto: Sebastián Blanco.

Ahora me decís cinco conciertos en un año y siento que es demasiado en Costa Rica. Creo que voy a ir tirándome más a tocar menos pero que la gente se acostumbre a que cuando hay (concierto), le metimos todo el cariño del mundo.

Es un país muy pequeño y en este momento no me da como para andar chiveando como loco.

¿Cómo convive la necesidad de compartir la música con esa dinámica en que tal vez mucho concierto llega a quemar al artista? Hay un contraste ahí, tomando en cuenta las posibilidades reales de un mercado pequeño.

Yo me guío por el sentido común. Hay música que te permite explorar las necesidades del mercado, la parte bailable por ejemplo, donde entró el fenómeno de Coco o Sonámbulo. Esto que hago solista es de experiencias íntimas, música muy personal, no es tanto de ir a moverte con la canción, siento que es más como de admirar…

Definitivamente estamos en un país pequeño, tal vez nadie sabe realmente qué está haciendo pero todos lo estamos intentando y tal vez sí estamos saturando el mercado. ¿Cuántas bandas habrá en Costa Rica? Probablemente más de 1.000.

Con Coco fuimos bajando un poco el ritmo después de tocar por todo el país. Fue precioso ir en la buseta con los compas haciendo música por todo lado, ir a pueblos, bajarse para tocar en un parque…

Ahora, siendo un mae que está cerca de los 30 años, ahora cuido más mis energías. Además, no me dedico solo a la música.

Vamos a eso. ¿En este momento dentro de tu necesidad económica dónde está el proyecto musical?

Yo me gradué en el TEC, estudié en una universidad pública, pagando 60 rojos al semestre; ¡una maravilla! No puedo quejarme. Luego entré al mercado laboral como ingeniero, siempre me encantó la matemática, y por dicha encontré trabajo en un lugar de alta tecnología, de industria médica y ahí he estado trabajando. Fuimos el primer departamento de investigación y desarrollo hecho en Costa Rica para productos de alta tecnología de dispositivos médicos. A mí me encanta, vivo apasionado por la vara, pero a la vez soy obsesivo por la música.

Para mí nunca existió la ley de hacer una sola cosa.

¿Ni siquiera estaba en tus intereses dejar de lado la ingeniería inclusive cuando estabas con 56 conciertos al año?

Bueno, siempre he querido descifrar la caja del mercado de la música a nivel latinoamericano. No es como que pasan los años y no hacés un pequeño análisis de dónde estás.

Con Coco sí pasó. Coco fue la universidad de todos los Cocofunkos, ahí aprendimos de todo un poco: qué hacen las bandas a nivel latinoamericano, cuáles son las diferencias de las bandas aquí y allá. Toda esa ecuación que es una mega-hablada de fijo ha pasado por mí y me lo he cuestionado. Ahora intento, sin ponerle un gancho a mi sueño o a mi deseo de hacer arte, seguir analizando esto y ver cómo se mueven los compitas.

Ahora estoy tomando en cuenta el espectro de gente con la cual colaborar y esa posibilidad la veo como que ya va más allá de solo Costa Rica. Así vas haciendo benchmark y comparás.

Sigue esa ilusión, ese sueño romántico de crear música, pero a la vez está eso de que tenés que sobrevivir en un mundo que se pone cada vez más difícil… y ves cómo hacer para pagar tus varas.

Yo no sería la mitad de buen músico que soy sin la ingeniería, pero a la vez no me afectó estar estudiando simultáneamente. Sí te digo que era pichaseadísimo sacar una carrera en el TEC mientras estaba en ese pico de Coco.

Sí lo logré, de manera natural. Fluía. Por cuestiones mágicas nada me chocaba con lo otro. Sigue siendo así, así que prefiero no salarme.

Ahora, para las finanzas del proyecto estoy concentrado en plays. Clavel va a llegar a millón y resto, que era algo impensable. Esa canción me financió otro montón de cosas a punta de plays de Spotify y la gente tal vez no sepa eso.

Foto: Sebastián Blanco.

Tal vez en la calle está esa percepción de que Spotify no le paga al artista.

Sí, bueno es que hay un montón de fórmulas, hay que escoger el mejor deal. ¿por cuántos años?, ¿quién firma papeles? Yo negocié con el distribuidor que ayuda a hacer marketing digital; de repente Clavel estaba en un montón de playlists, en Perú, Chile, y por allá. Era una sinergia justa de trabajo.

Yo entendí esto después de Coco. Hasta ahora sigo pensando en sacar cosas independientes hasta que realmente encuentre que un sello aporte algo para que yo no decida tener un 80% o 90% de mis royalties.

Pero sé de otros amigos míos que trabajan con sellos y hay algunos buenos. No estoy cerrado. Me interesa cerrar más deals por regiones, pero en general prefiero hacerlo de manera independiente, teniendo acceso a los números a diario.

Entiendo la discusión con la gente de que no pagan suficiente, no es que no pagan pero siempre pueden pagar más.

Clavel la expandió y he conocido a muchos músicos porque conocieron Clavel, anda como haciendo bulla, aparece en playlists de lugares…

¿Y qué será lo que tiene esa canción para haber generado ese impacto?

Es un hit. Probablemente lo sabía cuando la hice, pero la saqué porque me gustaba. Es una guaba, empezando porque tenía las bases de una música de otro compa (Weird Inside), un mae que tenía 17 años en ese momento, vive en Los Ángeles. Es famoso en Internet, con un millón de listenings, una estrella de low fi hip hop en YouTube. Yo produje la pieza un poco más, con un coro mío, con un arreglo que hicimos juntos.

La voz, la letra… grabarlo low fi, con una scarlet de $75 es una magia. Es la canción; eso es. Demuestra que no importa cuál sea tu equipo, lo que vale es la canción; se construye por la melodía, contemporaneidad y el contexto. Esa canción en el momento que salió… creo que todavía calza, creo que si la sacara ahora de nuevo sería igual.

Mi reto es hacer cosas que se equiparen a nivel de desempeño, de éxito, de streams sin sacrificar el sonido. Es el sentido común de negocio, cómo ver la industria y sobrevivir en ella solo, dentro de un país donde no hay industria, o hay, pero muy desarticulada.

Mi meta 2019 es hacer un collage latinoamericano con los compas de un montón de países, trabajando con ellos en algo. Localmente voy a sacar algo con Ernesto (Bolaños) de Do Not, estamos trabajando hace un tiempito. No sé si va a ser una banda o qué pero va con fuerza, me encanta.

También quiero trabajar con Nillo (Johnny Gutiérrez) que es un un crack, uno de los héroes de acá. En toda esta onda de la música electrónica que es súper importante a nivel mundial, él es uno de los grandes referentes y lo hizo aquí.

Aquí tiene bajo perfil, tiene proyecto Jirondai y Random Collective que tal vez los han visto, pero es mi héroe y tiene años haciéndolo. Con él quiero trabajar.

El próximo año va a ser el regreso de Cocofunka, el de esto con Do Not, el de Nillo y todo esto mío que espero que sean seis, siete u ocho cosas que voy a publicar si todo sale bien.

Más temprano me llamó la atención que venías hablando de Cocofunka conjugándolo en pasado. ¿En este momento dónde ves a la banda?

Es pasado porque es un año de inactividad, pero ya no, volvemos ahora y el plan es hacer conciertos y música nueva. A Coco le queda cuerda, al fin y al cabo se trata pasarla bien. Lo que nos mantiene vivos es esto de disfrutarlo, las vibras de nosotros. Eso mantiene a Coco vivo, no el mercado o Spotify.

Después de vernos todas las semanas por 10 años, ellos son mis hermanos. El proyecto está vivo pero viene de un año de inactividad. Con Coco hay energía.

Ahora mi cabeza se separa por proyectos y descanso de una cosa cuando es necesario. Veo qué escribo y si calza en Coco bien o no. Si sigo así, creo que nunca voy a parar de hacer música.

Sentís que ahora que has tenido más libertad creativa y de manejo de la música y la dinámica de artista, ¿te va a ayudar esto a convivir tu proyecto en simultáneo con Coco?

Definitivamente. El conocimiento y lo que se genere con cualquiera de estos proyectos, se mezcla entre todo y ayuda con lo demás. Eso es inevitable. Con ellos hay un proceso de madurez y creo que le entramos muy bien a esta segunda década, porque entramos con la idea hablarlo de pasarla bien, sin presiones de sonido o expectativa, pero al mismo tiempo, para hacer las varas bien, cuestionándose si hay mejores maneras de hacerlo, sin por eso estresarse.

Foto: Sebastián Blanco.

¿Qué espero de la vida? Tener algún espacio en algún lugar del mundo, pero teniendo un espacio para hacer música. Es algo que lo hago por necesidad, es lo que me hace más feliz en el mundo. A la vez no podría hacerlo todo el día… a los 28 mi dinámica es sentirme relajado.

He pensado en irme de Costa Rica, al menos cambiar de locación, ahora da lo mismo dónde estás. Inclusive con Coco puedo grabar desde cualquier otro lado y he hablado de irme un tiempo de viaje y hacer música. Estar cerca de otra gente. Internet es bueno pero también es bueno viajar. El último año lo he hecho y esa es la idea, hacer música en otro lado.

Al principio hablabas de que el país podría cansarse de vos, sentís que una salida del país podría ser beneficiosa para vos y la audiencia.

La audiencia es digital y eso me maravilla, perdería la que tal vez va a los chivos. Pero analizando la pregunta, de fijo habría un impacto del mercado, pero más allá de eso es lo que haga en mí a nivel emocional, sos el mismo cabrón aquí o en Japón, solo que conocés a otras personas.

No creo que eso pueda cambiar mi carrera. No quiero caer en eso. Se trata de hacer música, buenos videos y generar.

Si me preguntás ahora, lo que necesita Costa Rica es tener a un montón de gente generando contenido. Hay mucho talento en cine, foto, pintura… Aquí hay un montón de cosas y siempre es bueno cuestionarse.

El único feedback que daría es que nos sintamos más globales, tal vez primero latinoamericanos porque hay un contexto primario y luego global. No es una vara de ego, sino de que tenemos las mismas herramientas.

Si tuviera un contexto solo muy local yo me hubiera vuelto loco. Realmente ahorita a nivel de Latinoamérica tenemos un solo color, esto no se separa como si fuera por países, se siente tan igualito.

Pero bueno, los ticos podemos estar en ese nivel. Debemos seguir haciendo eso, cuestionar el contenido y ser autocríticos y ahí está la cosa. Tal vez a veces somos malos para eso.

Parece entonces que cuestionarse entonces es parte de tu meta de este próximo año…

No; cuestionarme ha sido mi vida. No es una meta, de hecho a veces es hasta mi enemigo, y pues sí siento que es una constante en compas con los que hablo. Se cuestionan desde con qué manager trabajan hasta qué redoblante usar… Tiene que haber un análisis.

Costa Rica tiene todas las cualidades para ser más sensibles, tal vez es eso lo que nos hace falta: más sensibilidad. Y buscar contribuir a esa la sensibilización de la cultura, ahí es donde yo quiero poner mi granito de arena. Es el deber de un artista, no podés hacer una canción solo para vos. Ahí estarías solo vendiéndote, para mí eso es venderse.

Foto: Sebastián Blanco.

Y ahí hablabas antes que sos el resultado del proceso. ¿en algún momento te estabas yendo en ese camino de buscar un sonido que pegara o hacer música para alguien más?

Siempre he analizado los sonidos, y los modelos de gestión, porque eso me encanta. Me pongo a ver porqué una banda de cumbia puede tourear por toda Europa y cómo funcionan los caminos y de fijo influye. ¿será que hay gente que agarra una guitarra y dice que va a ir a conquistar un mercado en específico? No, no, vos llegás, tirás un par de varas y ves qué sentimiento tira. Pero sí hemos tenido discusiones sobre cuál forma le vamos a dar a cuál canción y a veces eso influye.

A veces he pensado el montón de plata que tendría si me dedicara a hacer pop. Pero si la música me cuadra y le gusta a la gente, todo bien.

Cuando empecé mi proyecto solista pensé que en Costa Rica a nadie le iba a gustar, que iba a ser aburrido, plano, pero ha habido gente a la que le ha encantado, ha habido acercamientos.

Son canciones que significaban algo para mí, pero ahora significan también para otras personas.

Con Cocofunka eso nos pasó, por ejemplo, con Rutina, que salió de un accidente. Nosotros hicimos el coro, y Nacho (Páez) hizo el verso, presionado porque era la última del disco y fue el hit.

Yo le llamo a la música más bien emocionante, el mundo entero va evolucionando ante tu subjetividad o tu gusto y debemos pensar qué podemos aportar en los colores que hacen falta, en lo que no has oído… ¿Dónde puedo aportar yo? Esa es la pregunta.

Cerrás el año con este concierto en Sala Garbo, ¿cómo te sentís del entendimiento que la gente en Costa Rica tiene sobre tu proyecto.

Bueno, hay. Hay entendimiento; eso sería. Conforme sigamos creciendo esa energía, van a seguir pasando cosas, vamos a tener más chivos. Si me preguntás, con los conciertos que había hecho este año era suficiente, pero este es mi cine favorito así que es como un capricho, y la intención es pasarla bien, con visuales tuanis y despedirme de la gente.

Viene Beibi, que grabé con Fármacos, con un color random o más bien raro dentro de lo que tengo y el próximo año viene una sarta de música.

Ya tengo unas piezas; mientras la vida siga ayudándome espero seguir haciendo música hasta que esté viejito, haciendo blues, electrónica, lo que sea. A veces me tocará explicársela al mundo, a veces no. La vara es emocionante, es casi algo infantil, lindo, te va a hacer feliz en la vida, te va a calmar el estrés.

--

--

Arturo Pardo

Dulcero, ex asmático, melómano, ventrílocuo frustrado, integrante del trío Foffo Goddy, y con música como solista vecino de San Pedro pero nunca lo he visto.