Sally Rooney y las nuevas “Sad Girls”

Paula Melchor
4 min readMay 24, 2022

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Hace unos días, buscando en YouTube qué ver mientras desayunaba, me encontré con el vídeo de una chica que examinaba la representación femenina en películas, series y demás productos culturales a propósito del concepto de la “Sad Girl”. Esta chica explicaba cómo el término ha servido ya desde hace unos años para designar un tipo de personaje femenino caracterizado casi exclusivamente por su aura triste, su comportamiento distante y su halo de misterio que la hace especial por la aparente inaccesibilidad que guarda; una inaccesibilidad siempre relacionada con algún trauma escondido que su vínculo romántico masculino se muere por resolver. Porque ella es la más especial, la más triste, nada que ver con todas esas demás chicas preocupadas por cosas superficiales como la ropa o las salidas con sus amigas. Ella no. Ella es más profunda que todo eso, y así se la caracteriza: como alguien alejada de la mundanidad y que capta la atención por una diferencia que, más allá de otros rasgos, se basa en una profunda melancolía y la incapacidad para adecuarse a la “norma”. Siendo la norma, por supuesto, el resto de mujeres.

https://www.youtube.com/watch?v=DWKuem1Kdr4

A raíz de este vídeo y de la explicación de los que puede ser una “Sad Girl”, lo primero que me vino a la cabeza es que, efectivamente, yo fui en mi adolescencia toda una “Sad Girl” (o al menos eso pretendía). No voy a hablar de Tumblr, no voy a hablar de Skins y no voy a hablar de Lana del Rey porque creo que cualquiera que habitara el mundo adolescente en 2014 sabe el imaginario que envuelve esta estética. No voy a hablar de todo este mundo porque, más allá de él, hay otro tipo de “Sad Girl” menos obvio, menos oscuro y, creo, mucho más presente hoy día. Después de la adolescencia y de dejar atrás las medias rotas y las sombras de ojos negras, la condición de “Sad Girl” se transforma y evoluciona a un tipo menos agresivo, pero bastante similar en esencia. Una vez que nos leímos ya todos los libros de John Green, salimos de nuestro pueblo, fuimos a la Universidad para posteriormente despreciar estos libros antiguos y leer en primero de carrera algo como La insoportable levedad del ser. Una vez que nos enamoramos de uno o dos muchachos emocionalmente distantes y tener un verano depresivo, en ese momento y después de que todo esto pasara, descubrimos los libros de Sally Rooney.

A medio camino entre las “Manic Pixie Dream Girl” y la “Sad Girl”, las protagonistas de Sally Rooney no sirven quizás tanto para cumplir determinadas fantasías masculinas, como sí sucede en muchos casos con algunos de los estereotipos anteriores. Sin embargo, con un sentido vulnerable más acentuado, representan un atractivo que reside casi exclusivamente en estar tristes de forma silenciosa y captar la atención por el aura secretista venido de los traumas que suplen con comportamientos sexuales exacerbados. Gustándome los libros de Sally Rooney como a la que más, me perturba pensar en que lo que abracé en mi adolescencia nunca se ha ido del todo: vuelve transformado en otro tipo de estética que, aunque más depurada, sigue una línea clara que forma parte parte de mí.

Descubrimos los libros de Sally Rooney y encontramos, igual que en nuestra adolescencia, un espacio en el que nos sentimos nombradas porque vemos que nuestra esencia de chicas un poco marginadas en el instituto que se refugiaron en el academicismo y en relaciones ambivalentes con muchachos no del todo malos pero no del todo buenos, se justifica. De repente ya no somos Margo de Ciudades de papel, quien en realidad nunca llegamos a ser porque siempre resultó un poco demasiado excéntrica para nosotras; sino que somos Marianne de Normal people y Frances de Conversaciones entre amigos, con quienes quizás no compartimos todas las características y todos los traumas que las componen, pero sí las suficientes como para que nos resulte catártico verlas representadas en libros y series.

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