Paulina Boado
19 min readAug 16, 2020
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DESINFORMACIÓN EN LA ERA DIGITAL:

FAKE NEWS EN TIEMPOS DE PANDEMIA EN CHILE

Por Paulina Boado & Marcelo Velásquez

Desde diciembre de 2019 y lo que llevamos del presente año diversos países han tenido que confinar a su población para resguardarlos del COVID-19, un virus que afecta principalmente al sistema respiratorio, llegando a causar la muerte o diversas secuelas. Hasta el momento, la única forma de intentar controlar la propagación del coronavirus es a través del distanciamiento social, en Chile esto implica: toques de queda, cuarentenas y permisos temporales. Las empresas, por su parte, han decidido implementar el teletrabajo; y las instituciones educacionales las clases online. Lo que se traduce en que nuestra sociedad está aún más conectada a las redes de lo que ya estaba, pues según un reporte de la Subsecretaría de Comunicaciones de Chile (Subtel) el “consumo promedio mensual de Internet fija e Internet Móvil por usuario en abril de este año es de 335,3 y 13 Gigabytes (GB), respectivamente. Esto significa un incremento de 29,4% y 26,2%, respectivamente, versus los 259,1 GB y 10,3 GB registrados en diciembre de 2019”.

La creciente conexión cibernauta, el aumento de actividades remotas, el pánico por un virus que no tiene vacuna y el bombardeo de noticias sobre muertes y contagios genera el escenario perfecto para la proliferación de una enfermedad que persiste entre nosotros hace mucho tiempo: fake news, o en un término español: paparruchas. Estos, según la Federación Internacional de Periodistas (FIP), implican la “divulgación de noticias falsas que provocan un peligroso círculo de desinformación”. Los motivos de su difusión varían desde fines políticos, publicitarios, económicos, ideológicos y manipulativos, hasta meramente por diversión, pero, siempre se obtiene un beneficio.

Ahora, ¿cuáles son los riesgos de compartir y consumir información falsa? Creemos que el ejemplo que daremos a continuación lo refleja perfectamente: Donald Trump -actual presidente de Estados Unidos-, en una rueda de prensa en abril de este año, sugirió que se podría combatir el COVID-19 con desinfectantes industriales. Tras críticas de expertos, el presidente Trump al día siguiente comunicó que sus dichos tenían un carácter irónico y sarcástico. Sin embargo, no fue suficiente para frenar la noticia, pues en los días posteriores habían más de cien personas ingresadas en los centros médicos por intoxicación con desinfectantes. La fake news ya se había difundido; más rápido y efectivamente que la información verídica. Esta noticia falsa en particular tuvo consecuencias a nivel físico de las personas, provocando efectos más graves y más visibles, pero la desinformación no siempre tendrá derivaciones que se puedan ver a simple vista. Para aprender a reconocerlas, hay que conocer un poco más su sistema y funcionamiento.

FAKE NEWS EN EL CIBERESPACIO

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En la era actual, ya no predomina la comunicación a voces, la lectura del periódico en el quiosco, buscar información en los atlas y escribir cartas. Estamos en un mundo digital, donde cualquier cosa se puede compartir en las redes sociales, difundirse en segundos y no haber vuelta atrás. Las fake news siempre han existido, pero no con el poder e influencia que tienen ahora, no con la reproducción que tienen hoy.

Vivimos en una cotidianeidad donde todo viaja rápido, tanto nosotros como las noticias. Nuestra vida acelerada no nos permite parar a buscar, investigar o indagar al respecto: ¿quién dijo esto? ¿dónde fue? ¿por qué pasó? ¿qué evidencias hay?; solo recibimos información y la almacenamos, hasta que recepcionamos algo que la contradiga o afirme, aceptando todo lo que nos llega. Nuria Fernandez, en su artículo “Fake news: una oportunidad para la alfabetización mediática” dice que esto pasa probablemente por “la pérdida de centralidad de la fuente y la posibilidad de «viralización» disminuyen a menudo el interés por la veracidad de la noticia y las capacidades críticas de lectura para identificar lo falso”.
Las redes sociales proporcionan un ambiente productivo para la difusión de información. La producción de contenidos es resultado de individuos anónimos que publican e interactúan con personas a través de sus redes sociales; así como de los contenidos a los que accede el usuario en función de sus intereses. Esto genera un modelo de negocio basado en la recolección y comercialización de datos generados por los usuarios -razón por la cual los servicios que prestan empresas como Facebook o Google son gratuitos-. Así mismo, el autor Angel Badillo en su texto “La sociedad de la desinformación: propaganda, «fake news» y la nueva geopolítica de la información” dice que “la desinformación tiende a resultar provocativa y polémica y ello conduce a una mayor interacción, lo que es al tiempo económicamente positivo para las redes sociales y negativo para el conjunto de la sociedad”. Políticamente hablando, Badillo escribe que las organizaciones “diseñan operaciones de influencia (la intención) para difundir desinformación (falsedad) mediante noticias falsas (apariencia de verdad)”, creando un escenario de desinformación al servicio de la estrategia de grupos organizados para obtener beneficios políticos.

En la misma línea, las paparruchas pueden ser construidas por equipos especializados de propaganda para ser difundidos en medios afines con la finalidad de producir efectos en el público. Estas noticias son difundidas por cuentas, usualmente falsas y según Badillo otras son “simplemente generadas mediante software — los llamados bots — . Esas cuentas son las encargadas de inundar las redes de información y producir tendencias por acumulación para que sean finalmente recogidas por los algoritmos de selección de buscadores y redes sociales o sean reenviadas a sus contactos por personas de todo el mundo”. Es así como las fake news proliferan en el ciberespacio, un mundo digitalizado en el cual no existen mayores regulaciones ni filtros en cuanto a la desinformación que se crea, comparte y reproduce; generando consecuencias en la sociedad: pánico, implantación de ideas erróneas y manipulación ideológica.

¿POR QUÉ CAÍMOS EN LAS FAKE NEWS?

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¿Qué es lo que hace a las paparruchas tan atractivas? ¿por qué creemos en ellas? Según un estudio publicado en la revista Cognition, “la tendencia a creer en titulares falsos depende de la capacidad para resistir los atajos mentales”. En otras palabras, mientras más mentalmente ociosa es una persona, más creerá en las noticias falsas. Así mismo, los psicólogos David Rand de MIT Sloan School of Management y Gordon Pennycook de la Universidad de Regina Hill-Levene School of Business no encontraron ninguna evidencia de que las personas quieran convencerse a sí mismas a creer las cosas; pues, Consuelo Rehbein, en un artículo escrito para el medio Publimetro, dice que “caer en el engaño de las noticias falsas se da más por la falta de atención (…) solo se necesita que la gente piense un poco más”.

Pero, ¿cómo es posible pararse a reflexionar con la constante amenaza de un virus que aún se está estudiando? La desesperación por obtener la información lo más rápido posible y esclarecer las dudas sobre cómo cuidarse y protegerse del COVID-19 genera un escenario en el que todo tipo de respuesta y solución al problema en cuestión sea bien recibido -como inyectarse desinfectantes, por ejemplo-.

A través de las redes sociales las personas están constantemente expuestas y bombardeadas por este tópico de información, pero no todo informe es cierto. Las fake news pueden llegar a afectar la salud mental de las personas y a propagar el miedo, la ansiedad y el pánico; y, en consecuencia, influyen en su actuar cotidiano. Según la doctora Aranxta Duque Moreno, psicóloga y neuropsicóloga, “ante este tipo de noticias y para intentar protegerse de la amenaza percibida, son habituales los cambios en los hábitos de vida de la población: por ejemplo, se aumenta la compra compulsiva de alimentos, productos de limpieza o mascarillas, se fomenta el desarrollo de conductas de higiene hasta niveles obsesivos y se desarrollan conductas de búsqueda o monitoreo constante de noticias”. Así mismo, este tipo de reacciones y consecuencias se relaciona al miedo e instinto de supervivencia de la humanidad, lo que se traduce en un estímulo de amenaza-respuesta. A su vez, en este contexto, las personas creen las paparruchas -como que el coronavirus lo han fabricado las farmacéuticas- para comprender una situación aplicando un razonamiento a algo que parece caótico e impredecible para encontrar a alguien a quien culpar. “Lo hacen porque confirman algo sobre la visión que tienen del mundo, ya sea su desconfianza en el gobierno, en los profesionales de la medicina o en ambos”, explicó el profesor de psicología de la universidad de Keele (Inglaterra), Ken Rotenberg. En la misma línea, una emoción negativa sólo se elimina o cambia con una emoción positiva más fuerte, por lo que la desinformación empeora cualquier estado de pánico en la población. Es por ello que es importante esclarecer y compartir información segura, guiándose por las fuentes, la razón y los datos; manteniendo la emocionalidad y las noticias sin respaldo a raya.

REDES SOCIALES VS MEDIOS TRADICIONALES

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¿Serán los medios tradicionales la solución a la volatilidad de la información en las redes? En Chile, existen opiniones divididas: los jóvenes sienten desconfianza hacia los medios de comunicación; mientras que la población adulta son sus mayores consumidores. Esta distinción se acentuó, particularmente, por el estallido social ocurrido en octubre de 2019: la credibilidad de los medios bajo en picada y en las pancartas de protestas se podía leer la consigna “la tele miente”. Según un estudio de medios de comunicación post crisis, de Cadem, “Facebook fue la plataforma más utilizada (50%) durante la crisis de descontento social”.

GRÁFICO 1. MEDIO DE COMUNICACIÓN PRINCIPAL DURANTE LA CRISIS (Cadem, 2020).

Mientras que, en paralelo “la televisión abierta (29%) registró una caída significativa en su confianza de 24 puntos desde abril 2018 a enero 2020”.

GRÁFICO 2. COMPARATIVO TV — CONFIANZA EN INFORMACIÓN. (Cadem, 2020)

Respecto a fake news, la encuesta menciona que un “47% asegura que en la televisión abierta es donde frecuentemente encontró noticias que cree que son falsas o inventadas, superando a Facebook que obtuvo un 35% de menciones”. Más tarde, durante la crisis epidemiológica la televisión mejoró su credibilidad.

GRÁFICO 3. FRECUENCIA DE FAKE NEWS. (Cadem, 2020)

Según la encuesta de Anmpe-Cadem “Medios de comunicación en tiempos de coronavirus” el “47% de los encuestados señala que se ha informado de la pandemia a través de las señales televisivas, cerca del 30% menciona los diarios y portales, lo que revela un aumento del consumo, ya que ambos arrojaban cifras del 34% y 24%, respectivamente. Facebook, que había sido mencionado durante el estallido como el principal medio de información, disminuyó abruptamente en sus preferencias al bajar desde un 50% a un 34%”. La razón de esto, según Enrique Mujica, periodista y panelista de T13 Radio, es que “con el estallido social las personas buscaban opiniones, pero ahora necesitan certezas, por lo que los grandes ganadores con este estudio es el periodismo de datos y los verificadores de noticias”. Sin embargo, existe una contradicción: los medios tradicionales son la principal plataforma a través de las cuales se dan a conocer las cifras de contagiados y fallecidos por COVID-19, pero en el mes de junio, cuando el Ministerio de Salud (Minsal) había anunciado 2.870 muertes por el virus, a la Organización Mundial de la Salud (OMS) le reportaron más de cinco mil muertes, detalle que no se expuso en la televisión. La razón de que los informes hayan sido distintos, es porque las directrices de la OMS incluían tanto a los casos certificados con COVID-19 como a los sospechosos o atribuibles al virus; mientras que los que el Minsal reportaba a la población consideraba solo los decesos con un resultado covid positivo. Si bien, los medios no mintieron, no expusieron toda la información -framing-. Por ende, ¿son los medios tradicionales más confiables y verídicos con su contenido? La relación que tiene Chile en particular con los medios de comunicación está en crisis, y las redes sociales se ven como una alternativa de información; sin embargo, la situación para ambos es la misma: todo contenido debe ser contrastado y verificado con otras fuentes para validar su veracidad, así como ratificar su origen.

PAPARRUCHAS EN CHILE 2020

Durante el tiempo en que Chile se ha enfrentado a la pandemia provocada por el coronavirus, se han difundido varias noticias falsas que han afectado en diversos niveles a los chilenos. Nombrando algunas de las más relevantes, podemos hablar de cuando la ex vocera de gobierno, Karla Rubilar, afirmó que el gobierno de Chile nunca pensó en la inmunidad de rebaño -hacer inmunne a la población de una enfermedad, entregando protección indirecta a la población no inmune-, contradiciendo todos los dichos de las actuales y ex autoridades de Salud, pues a principios de abril, el ex ministro de salud Jaime Mañalich afirmó que la estrategia del gobierno consistía en que la mayor cantidad de personas se contagiaran de COVID-19 para obtener la inmunidad a futuro.

IMAGEN 1. EX MINISTRO DE SALUD, JAIME MAÑALICH EN COMUNICADO DE PRENSA. Recuperado de T13.

En ese entonces, la subsecretaría de salud pública, Paula Daza, respaldó las palabras del Ministro diciendo, en una entrevista con el diario La Tercera, que “ el que nadie se infecte es imposible; entonces, tenemos que lograr que las personas se vayan enfermando progresivamente, para que los servicios de salud puedan dar una adecuada respuesta”. Con esta contradicción, la ex vocera de gobierno negó todo lo que las autoridades sanitarias habían dicho sobre la gestión de la prevención y contagio del coronavirus. Además, expuso la mala comunicación entre gabinete y el gobierno, provocando que exista una menor confianza en la información entregada por las autoridades oficiales.

Por otro lado, en mayo, el Gobierno de Chile -en especial el ex Ministro de Salud Jaime Mañalich- se enfrentó directamente a las diversas paparruchas difundidas en redes sociales, que, en palabras del entonces Ministro de Salud solo crean desinformación y pánico en la población general. La primera fake news fue una publicación del medio El Desconcierto, que aseguró que los trabajadores del Cementerio General “trabajan a tiempo completo para completar las 3.000 sepulturas solicitadas por el Minsal”. Este hecho fue negado y refutado por el gobierno, quienes dijeron que las fotos que se filtraron del supuesto “procedimiento” para tener más tumbas, una ejecución habitual en el que mueven las fosas, ya que son temporales y tienen un tiempo finito de uso, pues luego son desocupadas para ser usadas por nuevamente.

IMAGEN 2. INTERIOR DEL HOSPITAL SAN JOSÉ. Recuperada de: “Chile Okulto”

El segundo caso, fueron las fotos que se filtraron de los cadáveres en los pasillos del Hospital San José. Estas imágenes fueron subidas a la red por un funcionario del mismo hospital, por lo que fue el director Luis Escobar quien salió a refutar esta fotografía, asegurando que las fotos corresponden a la Unidad de Anatomía Patológica, donde todos los hospitales guardan los cuerpos de pacientes fallecidos. Este tipo de paparruchas, además de generar desinformación, crearon pánico y terror en las personas, ya que ambas tratan respecto a la muerte de pacientes contagiados por COVID-19.

IMAGEN 3. FAKE NEWS DE WHATSAPP. Recuperada de: Fast Check CL

Otra noticia falsa que ha afectado el bienestar de los chilenos en esta pandemia es sobre la luz de los termómetros corporales, los cuales dicen, lastima la vista por tener incorporado un rayo láser. Esta información se difundió por Whatsapp y otras redes sociales, llegando a cientos de ciudadanos. Lo que no saben las personas es que esta luz es simplemente eso, una luz roja para poder marcar la parte del cuerpo en la que se medirá la temperatura de las personas. Cabe mencionar que esta información fue corroborada por el medio Fast Check CL, quienes se contactaron con el Doctor Alejando Lutz, oftalmólogo de la Clínica Las Condes, quien confirmó que la luz de los termómetros digitales corporales es inofensiva para la salud de las personas.

Por otro lado, el 28 de abril circuló por Instagram un video donde una mujer es agredida por su pareja en medio de una conferencia por Zoom. El registro fue rápidamente viralizado, provocando el repudio de los chilenos y chilenas, quienes buscaban compartir el video para que se pudiera hacer justicia para la fémina afectada. Días después, la Fundación Anita subió a sus redes sociales la campaña “Se conectó Anita”, que busca concientizar la violencia contra la mujer y el aumento que ha sufrido en medio de esta pandemia.

VÍDEO 1. CAMPAÑA “SE CONECTÓ ANITA”.

Volviendo a nuestras entidades gubernamentales, el jueves 18 de junio, el actual Ministro de Salud, Enrique Paris, también incurrió en entregar información falsa en una entrevista en vivo en la edición central del noticiero de Mega. En ella, afirmó que “la Región Metropolitana pasa por una situación difícil, sin embargo, en las otras regiones de Chile, hemos logrado vencer al virus y hemos logrado bajar la tasa de contagio”. Al analizar las cifras oficiales entregadas por el Minsal publicadas por el Ministerio de Ciencias, entre los días lunes 15 y el sábado 20 de junio, las regiones de Tarapacá, Antofagasta, Coquimbo, Valparaíso, O’Higgins, Maule y BioBío, sufrieron un incremento en el total de los casos diarios, es decir, no hubo ninguna disminución en el número de contagiados en las otras regiones del país. Que la máxima autoridad del Ministerio de Salud esté entregando datos erróneos, mientras su mismo departamento es quien entrega la cifras que lo refutan, solo logra aumentar la desconfianza en las autoridades.

VÍDEO 2. ENTREVISTA DEL MINISTRO DE SALUD ENRIQUE PARIS EN EL NOTICIERO “MEGANOTICIAS”

A través de estos casos es posible observar que las paparruchas no sólo están en las redes sociales, sino que también en los medios tradicionales, incluso, de la misma boca de las personas que gobiernan nuestro país. Los tipos de fake news pueden ser diversos según el motivo y propósito que se le hayan dado. En los ejemplos pudimos ver como los que han cargado la cartera de Ministro de Salud han intentado calmar a la población a través de sus datos erróneos; como compartir un vídeo incompleto que moviliza el actuar de la gente a través de sus ideologías puede ser utilizado para fomentar la indignación en pos de apoyar una campaña y concientizar al mismo público; cómo una fotografía y un par de palabras en un contexto de desconfianza y crisis epidémica puede ser información verídica para todos los receptores a causa de su indignación social y poca credibilidad en los sistemas de salud; y también, cómo una persona cualquiera puede publicar algo en una red social, sin bases, sin fundamentos, y ser creída por cientos de personas.

Y, ¿QUÉ HACEMOS AHORA?

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Ya comprendimos cómo operan las fake news en el mundo digital; el riesgo que suponen; y cómo este espacio de confinamiento, miedo y desinformación es perfecto para su proliferación. En el último tiempo, ante este fenómeno han surgido diversas respuestas en pos de frenar las paparruchas, una de ellas son las iniciativas de verificación en línea, los fact checkers. Estos son herramientas para comprobar la veracidad y credibilidad tanto de datos como de fuentes, así como identificar el origen de la posible noticia falsa.
En cuanto a las grandes plataformas, Google ha desarrollado la “Google News Initiative” -iniciativa que busca colaborar con el periodismo digital y su prosperación-, dentro de la cual en 2019, lanzó la herramienta “Fact Check Tools” para la verificación de datos. A su vez, Facebook -uno de los medios más criticados y usados para la difusión de fake news- creó una red de verificadores de noticias para comprobar y verificar la información que circula por su red social.
A nivel internacional, existe la International Fact-Checking Network (IFCN), lanzada en 2015, que funciona como “una red de verificadores de todo el mundo” que suscriben a un compromiso de no afiliación y equilibrio; transparencia de fuentes, financiación, metodología y organización; así como al compromiso de realizar correcciones honestas.
A nivel nacional está “factchecking.cl”, una iniciativa de la Facultad de Comunicaciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile que busca la verificación del discurso público, sin fines de lucro. En paralelo desde el periodismo independiente se encuentra Fast Check CL, proyecto que busca combatir a la desinformación viral y digital.
Pero, ¿qué está haciendo el gobierno chileno al respecto? Recientemente, en contexto de pandemia, desde la Cámara de Diputados se puso en pie un proyecto de ley que busca modificar el Código Penal para sancionar la propagación, por redes sociales u otros medios de comunicación, de noticias falsas destinadas a entorpecer la labor de la autoridad en períodos de crisis sanitaria”. Las sanciones irían desde la pena de presidio menor en su grado medio a presidio mayor en su grado mínimo, es decir desde 541 a 2.738 días; y con una multa de 200 UTM. En paralelo, el organismo presentó otra iniciativa que busca modificar el “Código Penal para tipificar como delito la difusión de noticias falsas que perturben el orden social o causen pánico en la población”.
Ambos proyectos se encuentran en el primer trámite constitucional, es decir, bajo el análisis de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento de la Cámara de Diputados.

Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros cómo usuarios al respecto? El espectro informacional se ha instalado en las redes y es deber nuestro alfabetizarnos y corregir nuestra escasa información sobre las plataformas digitales, la personalización que existe dentro de las mismas y aprehender que no todo lo que es viral es verídico. Estamos en un escenario donde existe el anonimato, perfiles falsos, imágenes sobre una cotidianeidad tanto utópica como distópica y la desinformación de las personas sobre cómo verificar y contrastar lo que leen, sobre a qué creer. Por generaciones las personas han estado acostumbradas a creer en los medios tradicionales y sus noticias, que piensan que esta amplia era digital sin control es igual de fiable que desde donde siempre se han informado. La conciencia en torno a la difusión, poder e influencia de la era cibernética es escasa, pues leemos, vemos y consumimos paparruchas sin darnos cuenta, dejando que entren en nuestras cabezas, sugestionandonos y provocando su difusión tanto digital como a voces. Es por ello que debemos indagar más en la información que recibimos sin filtro para no divulgar referencias erróneas.

ILUSTRACIÓN 1. ¿CÓMO DETECTAR NOTICIAS FALSAS? Recuperado de: http://www.ifla.org/publications/node/11174

Algunas acciones que podemos realizar como cibernautas es chequear la fuente, preguntarse: ¿es un medio confiable? ¿hemos oído de él?; buscar la noticia en otras fuentes y ver sus diferencias o similitudes; rastrear la fuente original; evitar medios de comunicación sensacionalistas; no compartir información sin fuentes verídicas; refutar las fake news que puedas recibir o ver; no creer en todo lo que llega a través de Whatsapp, Facebook y otras redes sociales; dudar y cuestionar la información que consumimos a través de internet hasta poder verificarla correctamente.

Hasta el momento, estas son las alternativas existentes, pues regular los datos que circulan por la red es algo complicado, ya que hay que evaluar de manera detallada los parámetros a establecer con la finalidad de que no se pasen a llevar derechos como la libertad de expresión, así como la estructura cibernética. Esta, es una tarea pendiente. Proteger, fomentar y enmarcar la relación del periodismo, la transparencia, comunicación y digitalización será lo que contribuirá a una información más verídica, diversa y democrática.

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