Tres consecuencias previsibles y cuatro ejemplos locos (o no tanto) — Llevamos décadas, si no siglos, soñando con robots. Buenos y malos. Pero todos ellos mínimamente antropomorfos, palpables, con una presencia física. Y resulta que los primeros robots que van a cambiarnos -ahora sí- la vida no tienen ninguna de esas cualidades: ni son buenos, ni malos, ni les podemos tocar…