El diseño de una misma

Luciana Pacheco
6 min readJun 30, 2020

Si en la contemporaneidad, el objeto de diseño es el sujeto y su problema gira entorno a la pregunta ¿cómo quiero presentarme?: ¿cuáles son los límites de la representación?, ¿dónde descansa lo real de la personalidad?, ¿es aún posible un encuentro con “lo real”?

¿Qué es el autodiseño?

Según Boris Groys, las personas asumen una responsabilidad estética por la apariencia de su personalidad frente al mundo, así, el cuerpo mismo se convierte en material de discurso. La actividad que alguna vez fue privilegio y carga de unos pocos, es hoy la práctica por excelencia de la cultura de masas: se espera que cada uno de nosotros seamos responsables por la imagen que presentamos a la mirada de los demás. Somos responsables de nuestra propia representación.

El autodiseño puede ser pensado como un metadiscurso o discurso integral, una unidad que está conformada por recortes de ella misma, es decir, por una multiplicidad de discursos. A partir de esto, comprendemos que el diseño de la personalidad de un ser social se somete a un proceso de selección: en todo acto de relación con un otro, elegimos qué partes de ese metadiscurso queremos enviar a nuestros potenciales receptores. Este doble ejercicio de selección (qué elijo mostrar) y descarte (qué elijo ocultar), permite formar matices de ‘realidad’.

Hasta la contemporaneidad, esta ‘realidad’ o ‘realidades’, que competían a las interacciones mediadas o no por otros agentes, ha ido evolucionando gracias a los diferentes medios de comunicación y, por supuesto, a la tecnología. Hoy las relaciones sociales se ven investidas por una nueva dimensión de lo social: el factor digital.

El cambio de paradigma

Guy Debord, en “La Sociedad del espectáculo”, a través de sus tesis, traza el desarrollo de una sociedad moderna en la que todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación. Lo que el escritor francés propone es una nueva forma de socialización: “el espectáculo”, que presenta a las relaciones sociales como mediadas por imágenes, y a esas imágenes como pura apariencia.

Según este autor, la historia de la vida social se puede entender como la declinación de ser en tener, y de tener en simplemente parecer. El espectáculo es la imagen invertida de la sociedad en la cual las relaciones entre mercancías han suplantado las relaciones entre la gente, en quienes la identificación pasiva con el espectáculo suplanta la actividad genuina.

Por otro lado, el hecho clave, en el cambio de paradigma en el mundo de las artes aplicadas tradicionales hacia el diseño moderno, es la extensión del deseo de diseñar desde el mundo de los objetos, al mundo de los seres humanos. Este postulado de Adolf Loos, sostiene que el objeto de diseño es ahora, también, el sujeto. Un sujeto que se pregunta: ¿qué forma quiero darme a mí mismo? Si antes el alma se diseñaba en función de la mirada de Dios, después del diagnóstico de su muerte, el diseño se trasladó a la suma de las relaciones del hombre.

Los espacios virtuales, redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram son entornos donde los sujetos se diseñan y rediseñan continuamente para presentar su Imagen al mundo. Las redes sociales funcionan como un espacio de exhibición para un visitante divino ausente.

Según Groys, ahora los individuos aparecen como artistas y obras de arte autoproducidas al mismo tiempo en un gran museo que es internet, un museo que se nos materializa a partir de una interfaz digital que se propaga con un swipe como una vidriera inagotable.

Dada esta nueva lógica, nos encontramos como voyagers digitales captando intimidades a la velocidad de un scroll. Nos convertimos en visitantes de una (hiper)exposición de sujetos. Somos testigos de la democratización al acceso de la vida de las personas y de cómo la forma de socializar se ha modificado para siempre. Estos nuevos espacios de socialización virtual vinieron, por un lado, a potenciar la espectacularidad tanto en su producción como reproducción, además de colaborar con la edición y el montaje de la personalidad para llevarlos a límites extremos.

Lo tuyo es puro teatro

Josette Féral, profesora del Departamento de Teatro de Quebec, propone un concepto de teatralidad donde ésta se asume como algo inherente a lo cotidiano. Se trata de una condición que emerge a partir de un quiebre del espacio, donde la activa mirada del espectador genera un “espacio otro” al que no pertenece, una división de lo real. Este espacio es la condición de emergencia de la alteridad del sujeto, un acto de representación en el que el otro se vuelve actor.

Teniendo en cuenta lo anterior, resta traerlo hasta nuestros días. Entonces, podríamos decir que una story de Instagram es un pequeño acto de representación donde la teatralidad puede emerger desde la identificación: cuando ella fue deseada por otro, o desde la creación: cuando el sujeto la proyecta sobre las cosas. De esta forma, tanto el user o performer como el follower o espectador pueden ser los generadores del quiebre en el espacio, una división de lo real desde la que surge la alteridad.

Si en el teatro, la caja es el marco de la representación, hoy los dispositivos móviles son el marco para la teatralización de la vida, para la fetichización de la personalidad. Ambos espacios se presentan ante nosotros como portadores de la teatralidad. Internet brinda [n] cantidad de posibilidades como medio para diseñar mi propia Imagen, presentándose como un paroxismo de la teatralidad.

¿Es posible un encuentro con lo real?

La propuesta de Groys es que la aparente cura para este arrullo adormecedor en brazos de la sociedad del espectáculo es un encuentro shockeante con lo “real”.

Eugen Berthold Friedrich Brecht, dramaturgo alemán, trabaja el efecto de distanciamiento o el “efecto V” — Verfremdungseffekt — dentro sus obras teatrales. Gómez García, hace una definición reduccionista pero efectiva donde la describe de la siguiente manera: es la ‘acción y efecto de privar al público de la ilusión teatral y de la identificación con los personajes, obligándolo a asumir una posición despierta y crítica ante el espectáculo que presencia’.

Mi interés en el ‘efecto V’ viene por su objetivo final: sacar a los espectadores del ensueño alienante de la catarsis que no nos permite reflexionar de forma crítica sobre aquellos sucesos que contemplamos. Para Brecht al fusionarnos con la obra evadimos la realidad diaria y es imposible adoptar una actitud de compromiso con lo visto. El shock del efecto propicia en el espectador un quiebre en la superficie de la representación, posibilitando abrir el juego hacia una actitud crítica.

Las personas diseñan sus personalidades para interactuar tanto en espacios mediados por agentes digitales como no. Somos diseñadoras y actrices de nuestra propia vida. Esta característica lleva a un punto extremo la personalidad donde los límites de la representación se han desdibujado y una forma de hacerlos visibles es a través de un ejercicio de distanciamiento. Correr el velo de ensueño de la Imagen, efecto de la tríada: espectáculo, teatralización y autodiseño, nos permite descubrir las miles de layers con sus respectivos layouts (re)configurados para cada espacio que descansan en un espacio otro esperando a ser seleccionados para el show de hoy.

Las imágenes son de Joaquina Salgado, artista digital y diseñadora multimedial a quien admiro profundamente.

Si te interesan las fuentes que cito, acá están:

GROYS, Boris, «Volverse público, Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea», Caja Negra, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2014.

DEBORD, Guy, «La sociedad del espectáculo», Buenos Aires: La marca editora, 2012.

FERAL, Josette, «Teatro: teoría y práctica: más allá de las fronteras», Galerna, Buenos Aires, 2004.

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Luciana Pacheco

UX Sr. Manager @PedidosYa — 1000ennial & cat lady. Aquí solo autorretratos en prosa.