Dinolandia y el Acuerdo de París
¿Es Dinolandia compatible con el compromiso de no destruir el planeta?
El 12 de diciembre de 2015 se firmó el Acuerdo de París para “reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza” (Artículo 2). El acuerdo compromete a las naciones a tomar medidas para “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2ºC con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC ”.
La Argentina fue representada en esa conferencia tanto por el gobierno saliente de Cristina Kirchner (representado por el entonces Vicepresidente Amado Boudou) como por el gobierno entrante del Presidente Macri. Poco después de asumir como Presidente, el Ing. Macri celebró el acuerdo diciendo que “por primera vez hubo acuerdo global para proteger el clima y Argentina colaborará para lograrlo” y que “el cambio climático es el mayor desafío que enfrenta la humanidad y este acuerdo es un paso trascendente para lograr los cambios necesarios”.
La Argentina firmó y luego ratificó el acuerdo sancionando en septiembre de 2016 con la Ley 27.270. La misma tuvo amplio apoyo de casi todo el espectro político y fue aprobada con 59% de los votos favorables, 40% de ausencias y 1% de votos negativos. Los votos favorables provinieron de Cambiemos, el Kirchnerismo, el Massismo, el PJ, el Progresismo y otros. Los únicos que votaron en contra fueron del Frente de Izquierda.
En 2018 el Panel Intergubernamental en Cambio Climático de las Naciones Unidas publicó un alarmante informe que muestra la magnitud del cambio necesario para ser consistente con la promesa del Acuerdo de París. El estudio fue escrito por 130 autores, revisado por 1,000 científicos y basado en el análisis de 6,000 publicaciones. La conclusión a la que llegan es que no hay precedente histórico para el nivel de cambio necesario. Para evitar pasar de 1.5 grados centígrados en línea con los objetivos del Acuerdo es necesario reducir 45% las emisiones de 2010 antes de 2030 y llegar a cero emisiones en 2050.
En el gráfico inferior es posible observar que para evitar un desastre ambiental con un costo económico y humano gigantesco, y para cumplir un Acuerdo que es ley en la Argentina se requiere un cambio de dirección abrupto, porque las emisiones continúan aumentando. Cuanto antes se empiece, mayor la probabilidad de estabilizar el cambio climático.
Los argentinos sabemos que el asunto es serio y se necesita una acción contundente del estado para evitar el desastre. Una encuesta reciente coordinada por la Universidad de Yale y la Universidad del Salvador muestra que 78% de los argentinos está preocupado o muy preocupado por el cambio climático y 67% considera que el mismo perjudicará a la Argentina de inmediato. Otra encuesta reciente de D’Alessio-Berensztein indica que 75% de los argentinos entiende que se requiren leyes y políticas públicas para imponer las energías renovables y detener las consecuencias del cambio climático. ¿Las estamos poniendo en marcha?
Uno imaginaría entonces que en la Argentina estaría multiplicando las metas de renovables, acelerando la introducción de vehículos eléctricos, apostando a la economía verde, cancelando proyectos de petróleo y gas y reduciendo las emisiones de ganado. Sin embargo, todo indica que vamos en la dirección opuesta.
La Argentina está embarcada en la construcción de Dinolandia, una nación exportadora de petróleo y gas. Se trata de una tierra peligrosa, parecida a Jurassic Park: cara, llena de dinosaurios, creada por codicia, que terminará abandonada luego de dañar a muchos inocentes. Pero la ilusión de vivir por décadas de sus rentas hace que pongamos de lado puntos menores, como el hecho de que crear Dinolandia implica multiplicar las emisiones y acelerar la destrucción del planeta. Peor aún, algunos promocionan Dinolandia diciendo que permitirá reducir las emisiones de China a pesar de que, como mostramos en un artículo anterior, el gas no es significativamente mejor que el carbón y bloquea el avance de soluciones más baratas y cien veces más limpias.
¿Hay evidencias que indican que estamos en una trayectoria completamente inconsistente con los objetivos fundamentales del Acuerdo de París? Según el último Plan Energético Argentino, que está claramente centrado en energías fósiles, vamos a quintuplicar la producción de petróleo y triplicar la producción de gas en los próximos cinco años. Según el plan, las emisiones del sector energético aumentarán de 193 MtCO2e (Megatoneladas de CO2 equivalente) en 2018 a 270 MtCOe…
Por si eso no fuera suficientemente claro, Climate Action Tracker, un consorcio internacional compuesto por tres organizaciones internacionales de investigación, monitorea de forma independiente el avance de 32 naciones en el cumplimiento de las metas del Acuerdo de París. Como podemos ver en el gráfico inferior, las políticas de la mayoría de los países todavía es insuficiente. Los peores países (críticamente insuficientes) son los petroleros: EUA, Rusia, Arabia Saudita, etc. La Argentina está casi en esa categoría, pero logró por poco clasificar como Altamente Insuficiente.
Como podemos ver en el gráfico inferior, para estar alineado con el Acuerdo de París nuestras emisiones deberían revertir la tendencia histórica y caer fuertemente, pero según Climate Action Tracker (y como vimos, según el plan del gobierno) las políticas argentinas resultarán en un aumento continuo de emisiones. Tiene sentido: Dinolandia va en la dirección contraria de lo que se necesita, lo que fue acordado en París y lo que fue ratificado con una ley Argentina.
¿Es grave lo que estamos haciendo los argentinos? Según Climate Action Tracker, si todos los países hicieran lo que mismo que la Argentina el mundo estaría en una trayectoria que resultaría en un aumento de entre 3 y 4 grados centígrados. ¿Cómo sería un mundo con este tipo de calentamiento global? Como podemos ver en el video abajo, tenemos que esperar decenas o centenas de millones de refugiados ambientales, ciudades bajo el agua, conflictos geopolíticos, una fuerte caída de la producción agrícola, el colapso del Amazonas (85%), la completa desaparición de los arrecifes de coral, un aumento significativo de incendios, la desaparición de las capas polares y un aumento acelerado del nivel del mar. Controlar el calentamiento mundial en este escenario puede dejar de ser una opción, particularmente si se dispara el descongelamiento de la tundra siberiana (algo que ya está pasando) porque el planeta puede entrar en una trayectoria descontrolada y francamente apocalíptica.
Por dos generaciones los argentinos nos comportamos como langostas, canibalizando el pasado e hipotecando el futuro para optimizar el presente, sin preguntarnos cómo dejar un futuro mejor para las próximas generaciones. Es algo que podemos ver en la erosión del valor de nuestra moneda, la contaminación de los ríos, la destrucción de los bosques, la caída de la calidad de la educación pública, la sub-inversión crónica en infraestructura, el deterioro de la imagen del país, el aumento del endeudamiento, el fuerte debilitamiento de la justicia y las instituciones, el avance del narcotráfico, etc. Prolongando esa lógica, ahora nos proponemos destruir lo que el Papa Francisco llama nuestra casa común.
¿Tiene sentido continuar esta lógica suicida e irresponsable y continuar invirtiendo decenas de miles de millones de dólares (solo YPF invierte unos US$4,000 millones al año y el gobierno presentó en 2018 un plan de inversión en infraestructura de US$10,000 millones para Vaca Muerta) para tornar a la Argentina una nación exportadora de petróleo y gas, un proyecto anacrónico, inconsistente con la ley, con el sentido común y con uno de los más importantes acuerdos internacionales de los últimos tiempos? ¿Qué impacto tendrá en nuestra imagen el comprometernos solenmente a reducir nuestras emisiones para luego salir entusiastamente a multiplicarlas? ¿Cómo nos verá la comunidad internacional si aumentamos nuestras emisiones y nos aferramos a la energía del pasado mientras otros países las reducen y aceleran su transición energética? ¿Cómo explicaremos a nuestros hijos y a nuestras conciencias esta irresponsabilidad mounstrosa?
El 75% de los argentinos tiene menos de 50 años. Los que estamos en el 25% restante podemos y debemos decir basta a la locura de continuar aumentando nuestras emisiones. Podemos y debemos comprometernos a dejarles un planeta tan espectacular como el que encontramos al nacer. Podemos y debemos proteger su derecho a un futuro con esperanza. Podemos y debemos cambiar el foco de nuestra estrategia energética y económica. Podemos y debemos demandar que se diseñen y apliquen políticas consistentes con la ley y el Acuerdo de París. Podemos y debemos inspirarnos en el ejemplo de gobiernos como el del Reino Unido, que recientemente se comprometió a eliminar completamente sus emisiones para 2050, algo que perciben compatible con el crecimiento económico. Podemos y debemos seguir el ejemplo de Greta Thunberg, una joven de 16 años que dijo basta, tomó acción e inició un movimiento que despertó conciencias en todo el mundo.
Tenemos una de las mejores condiciones del mundo para energía eólica, solar, nuclear de avanzada y litio. Aún tenemos un capital humano capacitado para proyectarse al mundo con éxito. Demos un salto al futuro, cumplamos con nuestros compromisos y tornemos la Argentina una potencia de las energías limpias, el almacenamiento de energía, los vehículos eléctricos y la economía del conocimiento. Pongamonos a la altura del desafío de salvar el planeta y dejarle a nuestros hijos un país con esperanza y un legado que los llene de orgullo y de fuerza para continuar la tarea de volver atrás el reloj de la destrucción ambiental.
¡Cambiemos de energía!