¿Qué pasa si avanza la Gran Vaca Muerta ?

Ignacio Peña
9 min readMay 16, 2019

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Nada que sea alentador para nuestros hijos

En el año 280 a. C. el rey Pirro libró las últimas batallas para contener el avance de los romanos. A pesar de triunfar en las batallas de Heraclea y Ásculo, perdió tantas tropas que quedó incapacitado para librar nuevas contiendas, tanto que dijo “otra victoria como esta y tendré que volver a casa solo”. Eso dio lugar al concepto de la victoria pírrica, que más que victoria es un fracaso. Creo que el concepto se aplicará al futuro de Vaca Muerta si continuamos sacándola de proporción y apostando fuerte a su éxito por no considerar las ramificaciones del proyecto.

Vaca Muerta es una formación rocosa, en sí no es buena ni mala. Puede ser útil para asegurar autosuficiencia y resolver necesidades de corto plazo mientras aceleramos la transición energética. Pero desde 2011 se viene gestando un mega proyecto que podemos llamar la Gran Vaca Muerta que busca usar este recurso para tornar a la Argentina un gran exportador de petróleo y gas para las próximas décadas. Este proyecto gana fuerza a partir de la idea errónea de que la clave para el crecimiento es la magnitud (y no la calidad) de la inversión y desvía nuestra atención de otras oportunidades mucho más prometedoras, como la construcción de una economía innovadora basada en el conocimiento y el desarrollo de las energías renovables, las baterías de litio, los vehículos eléctricos y la energía nuclear innovadora.

Como podemos ver en el gráfico inferior, el éxito de la Gran Vaca Muerta depende de una serie de premisas que mostraré improbables en otro artículo. Como los costos de Vaca Muerta son elevados, los precios del petróleo y el gas deben ser altos, porque solo en ese caso la explotación será rentable. La transición energética del mundo debe ser lenta, porque caso contrario la demanda por petróleo y gas caerán y será difícil generar interés por invertir en un proyecto de estas características. El costo de capital en la Argentina debe ser bajo, lo cuál requiere un mundo con tasas de interés bajas y una Argentina que se estabiliza y reduce su riesgo país rápidamente. EUA debe fracasar en su proyecto de exportar en unos años más petróleo y gas que Rusia y Arabia Saudita juntas, porque sino los precios van a caer y Argentina estará permanentemente en desventaja frente al gigante del norte ya que tiene condiciones estructurales mucho menos ventajosas, como venimos viendo hace años. Además, la presión internacional para reducir emisiones de gases de invernadero no debe aumentar, porque esto pondría todo el proyecto en jaque.

Fuente: Análisis del autor.

Asumamos entonces que todas estas premisas se cumplen, ¿qué pasa si la Gran Vaca Muerta prospera? Recientemente La Nación realizó un seminario sobre Vaca Muerta en el que invitó como orador destacado al economista Ricardo Arriazu (a partir del minuto 28:00), a quien tuve la honra de tener como profesor en la facultad. El Dr. Arriazu presentó en esa oportunidad un estudio sobre los impactos macroeconómicos de un desarrollo exitoso de Vaca Muerta. En su presentación enfatizó la aclaración de que no tenía cómo juzgar si existen los recursos, si es económicamente viable extraerlos y, de serlo, con qué velocidad se va a desarrollar.

Arriazu dijo que puso foco en Vaca Muerta porque estaba preocupado con los posibles efectos dañinos que podía tener un desarrollo mal hecho de Vaca Muerta. Como dijo “yo comenzé a estudiar este tema no por la historia linda sino, basado en la historia argentina, por los peligros” (minuto 56). Porque “tener recursos no significa ser exitosos económicamente.” “Hay un montón de países que tienen recursos y fracasaron económicamente. Eso se llama la maldición de los recursos naturales. Y muchos de los grandes éxitos, no tienen recursos, porque el crecimiento está basado en el sacrificio, el esfuerzo y la prudencia” (minuto 37).

¿Cuáles son los peligros que vislumbra Arriazu?

  • Aumentar el carácter rentístico de la sociedad argentina
  • Tensiones por pasar de una economía centrada en la producción agropecuaria con propiedad atomizada a una basada en la explotación de hidrocarburos y con fuerte poder discrecional del estado
  • Que se intensifique la dependencia en las materias primas, lo cuál aumenta la exposición de la economía a la volatilidad de sus precios
  • Errores de planificación de la infraestructura que resulte en malas inversiones
  • Peligros de “burbujas” y de enfermedad “holandesa”. “Si manejo mal los recursos, el tipo de cambio puede llegar a ser tan bajo que ni siquiera el campo pueda ser rentable, mucho menos la industria. Por lo tanto, el manejo no es solo técnico, del sector energético, sino un manejo de equilibrio general de toda la economía”, indicó. Esto dependerá de cómo se manejen los recursos y si se crean fondos intergeneracionales (pregunto al lector ¿cuántas veces escuchó hablar de la idea de crear un fondo intergeneracional?)
  • Cambios en la relación entre provincias y la coparticipación, porque hoy se distribuyen recursos de la pampa a otras provincias y en el futuro si esto tiene éxito será necesario negociar que Neuquén comparta recursos que la Constitución le atribuye de forma exclusiva con el resto del país
  • Impactos en la revaluación de activos y la remuneración de la mano de obra. “¿Dónde voy a conseguir la gente para trabajar en la recolección de frutas del Alto Valle?”
  • Acentuar el uso de la política como una “forma de ascenso social” y del sector público como “botín de guerra”. “Eso es Angola, no quiero decir que sea Argentina pero algún parecido tiene” (minuto 1:01).
  • Falla en los controles de los impactos ambientales

Arriazu desarrolló dos casos en su estudio, Noruega y Angola. El primero tiene instituciones fuertes y tomó todas las medidas necesarias para mitigar los impactos negativos del petróleo en la economía. En Angola, en cambio, el petróleo pasó a dominar la economía (48% del PBI). A pesar y a raiz de eso, el país tiene 68% de la población viviendo debajo de la pobreza, 37% en la pobreza extrema y tuvo el mismo presidente en el poder por 38 años.

Lo que va a determinar si Vaca Muerta es algo bueno o malo para la Argentina es a qué país nos parezcamos más, a Noruega o a Angola, particularmente en lo que se refiere a las instituciones. A juzgar por el resumen que hizo La Nación de lo discutido durante el seminario (entitulado La increíble oportunidad que es Vaca Muerta) y por el bajísimo nivel de preocupación observado entre los políticos y empresarios, los riesgos no parecen tan alarmantes, algo de por sí sintomático.

Analizemos entonces un poco más el tema y preguntémonos ¿a qué país nos parecemos más desde el punto de vista institucional, a Noruega o Angola? Una buena forma de encontrar la respuesta es analizar la posición de Argentina, Angola y Noruega en el ranking de instituciones del Índice de Competitividad de las Naciones del Foro Económico Mundial a lo largo del tiempo.

En el gráfico superior es posible ver la posición relativa de las tres naciones en el ranking global a lo largo del tiempo. En el gráfico es fácil notar que mientras Noruega se situó consistentemente entre los mejores países del mundo en términos de sus instituciones (en promedio posicionándose en el top 5% de los países), Argentina y Angola se posicionaron entre los países con los peores marcos institucionales del mundo (ubicándose en el percentil 90 y 95 respectivamente). Si además ajustáramos estos percentiles por la población de cada país en el ranking sería fácil notar que mientras Noruega está en el top 2% de la población global, Argentina y Angola estuvieron en promedio en el último 2%.

Creo que ésto indica de forma bastante contundente que nuestras instituciones son más parecidas a las de Angola, por lo que todos los riesgos que cita Arriazu se tornan casi una certeza. Eso quiere decir que si Vaca Muerta prospera lo más probable es que tarde o temprano veremos que se trata de una victoria pírrica, que resulta en populismo y rentismo, debilitamiento de las instituciones, estrangulamiento de otros sectores, mayor dependencia de materias primas, disputas distributivas, pérdidas de competitividad, etc. Caeríamos en lo que se llama la maldición del petróleo, estudiada por Michael Ross en su libro The Oil Curse, que muestra que los países petroleros son menos democráticos, crecen menos, tienen más guerras civiles y menos estabilidad económica. En el video de abajo, el autor explica esto de manera clara.

Fuente: UCLA — YouTube

Alguien podría objetar que en los últimos dos años hubo una mejora en nuestra posición en el ranking. Pero un análisis un poco más detallado mostrará que la mejora es frágil. Como podemos ver en el gráfico inferior, la posición mejoró en parte por indicadores que la historia del país muestra fácilmente reversibles (transparencia del presupuesto, libertad de prensa e incidencia de la corrupción) o que parecen ser producto de un error que seguramente no se repita (gobernanza de accionistas).

Podemos también tomar casos más próximos de países que buscaron basar su riqueza en el petróleo. Uno es Venezuela, el país con mayores reservas probadas del planeta, que hoy vive una de las peores crisis institucionales y humanitarias del mundo, con inflación de 2.300.000%, caída de anual del PBI de aproximadamente 18% al año durante los últimos tres años y millones de personas emigrando o pasando hambre. Otro es Brasil, que luego de apostar al pre-sal vio su PBI caer por dos años, con una presidente removida y dos ex-presidentes en prisión.

Si el riesgo sigue pareciendo distante recordemos que la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner encabezó una comitiva de 400 empresarios a Angola en mayo de 2012, luego del anuncio de Vaca Muerta y la expropiación de YPF. En la visita sostuvo que “Angola puede ser una excelente plataforma para que nuestros empresarios internacionalicen y se asocien con sus pares angoleños para desarrollar plataformas de producción” y dijo que ambos países eran complementarios en materia económica y política. Todo indica que la señora Kirchner, quien también guarda una relación especial con Venezuela y Rusia, será candidata a la presidencia nuevamente.

Fuente: YouTube

Con ésto es posible ver, como mostramos en el gráfico inicial, que mismo en el improbable caso que el proyecto de la Gran Vaca Muerta (que va mucho más allá de atender las necesidades locales inmediatas para querer tornarnos grandes exportadores de petróleo y gas) tenga éxito, lo más probable es que el resultado sea desastroso para nuestro país. Mismo que por algún milagro consiguiéramos administrar con madurez la bonanza improbable de ese proyecto, debemos recordar que eso implicará que el mundo también habrá continuado su fuerte consumo de petróleo y gas provocando un desastre ambiental con graves consecuencias económicas. Además nos habremos atrasado en la transición energética en relación a otros países, con la pérdida de oportunidades que esto implica. O sea que en el más positivo e improbable de los escenarios solo tendremos una lluvia en el desierto, que dará flores por un tiempo breve.

Los avances que se vienen realizando en Vaca Muerta permitieron reducir la dependencia de importaciones. Eso es algo positivo. La pregunta que deberíamos hacernos es si es aconsejable avanzar con el proyecto para tornarnos grandes exportadores de petróleo y gas. Eso demandará pesadas inversiones de decenas miles de millones de dólares en pozos, rutas, trenes, oleoductos, polos petroquímicos, gasoductos, plantas separadoras, plantas para la liquidificación del gas, etc. Todo indica que eso solo puede transformar algo que es necesario a corto plazo en un fracaso enorme o incluso un suicidio para nuestra nación.

Alguien que sabía mucho de energías fósiles, Juan Pablo Pérez Alfonso, quien fue un antiguo ministro de energía de Venezuela detrás de la creación de la OPEC, llamó al petróleo el excremento del diablo en 1975. Decía que “trae problemas… miren esta locura — desperdicio, corrupción, consumo, nuestros servicios públicos cayéndose a pedazos y deuda, deuda que tendremos por años.” Más de cuarenta años después, el poder premonitorio de sus palabras se muestra más claro y acertado que nunca en la triste realidad de su tierra. ¿Queremos eso para nuestro país?

Somos afortunados, podemos saltar al futuro y reorientar nuestro foco a crecer con la energía limpia de sol, del viento y luego de la fusión. Podemos participar del despegue de grandes industrias como las baterías y los vehículos eléctricos y activar los motores de crecimiento de la economía del siglo XXI. Podemos tornar Argentina una nación innovadora con una economía impulsada por nuestro trabajo y nuestro talento.

Estamos a tiempo. ¿Porque sumergir a nuestra querida Argentina en el excremento del diablo?

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