Tecnologías de la pausa

Catalina formó parte del workshop Programación analógica y código creativo coordinado por Gonzalo Moiguer. En este artículo destaca algunos puntos sobre las posibilidades que nos brinda la programación desde un abordaje pedagógico analógico y un enfoque que privilegia las relaciones humanas.

Desacelerar

El arte programático puede desprender matices y sutilezas alejados de las lógicas de la tecnología de punta que rondan nuestro imaginario técnico.

Quizá conviene empezar por el lado opuesto del crisol que plantean las complejidades tecnológicas contemporáneas, y en este sentido, el pseudocódigo puede llegar a ser un buen punto de partida. Podríamos comenzar tomado al código creativo como un horizonte que se vislumbra desde la programación analógica. Es importante desentendernos de los discursos que nos obligan a pensar en el código como algo ajeno, lejano, inerte y alienante. Tiene más sentido, si nos interesa inmiscuirnos en su práctica, intentar transitar sus agudezas y sus conceptos desde el cuerpo mismo. Aprehender. Porque el cuerpo es susceptible a todo afecto, y todo lo que lo atraviesa logra un entendimiento desde la cercanía de las sensaciones.

Arriba: Instrucciones escritas de forma simple y coloquial suficientes para que otre las siga y ejecute sin saber programar. Abajo: Resoluciones de compañeres que se basaron en la instrucción escrita, sin otra explicación, para su ejecución.

Las sensaciones piden deshacernos de los sistemas complejos para poder emprender el camino hacia la construcción de los propios. De esta manera, tiene mucho más sentido precipitarse hacia la Low Tech, antes que correr, mareado por la abundancia tecnológica, hacia cualquier otro territorio. La llamada baja tecnología nos ofrece una fórmula, un modelo de desaceleración frente esta rapidez concreta que se desenvuelve a través de los múltiples sistemas que convergen en nuestro día a día. Y al reducir la velocidad notamos que estos sistemas que nos rodean, estas inteligencias artificiales que pueden parecernos completamente autónomas, en realidad deben de ser alimentadas con información previa, deben desempaquetar datos de manera rápida y “eficiente”, pero no de manera “mejorada”. Solo aceleran procesos, no los mejoran, porque, finalmente, reproducen los rasgos, sesgos y privilegios que les son suministrados. Así que, ¿qué datos queremos proveerles a nuestros sistemas? ¿todo tiene que estar sumamente calculado, a prueba de “errores” para que nuestras inteligencias artificiales sean completamente predecibles y eficaces para satisfacer el orden que les imponemos? (1)

Transmitir

Los sistemas numéricos se entienden desde el cuerpo, y desde este territorio de interioridades y exterioridades podemos empezar a desenmarañar la idea de “número”.

Desde nuestra mirada occidentalizante tenemos arraigada en el cuerpo la base numérica de diez dígitos, con los que contamos, racionalizamos la información y la abstraemos. Pero las bases son sistemas puramente culturales, y lo más probable es que la base de diez haya sido elegida por los diez dedos de nuestras manos. Esto se debe a que el cuerpo siempre predominó culturalmente en las maneras de contar. Contabilizar nos permitió abstraer y sistematizar esas cuentas, compartir con otres esa información testimonial de un plano físico abstraído.

Una computadora tiene la capacidad de contar en un sistema de base dos: 1 y 0. Esto indica una presencia o una ausencia, la existencia de electricidad, o su falta. Éste es el sistema que utiliza para realizar cualquier proceso, y para transmitir cualquier tipo de información. Nuestras reglas comunicacionales son mucho más complejas y fluctuantes que un simple vaivén entre “apagado y encendido”, y se derivan de la multiplicidad de opciones que tenemos al alcance de la mano para intentar transmitir o transferir una idea, conocimiento o instrucción. Indicar con directrices un movimiento, un sonido o un dibujo nos resulta ambiguo y enrevesado, porque todas las combinaciones posibles que tenemos para hacerlo nos apabullan, y crean vicisitudes y “errores”, desvíos del camino que pretendíamos demarcar con nuestra explicación. ¿Cómo podemos transmitir y cómo podemos decodificar lo que nos transmitieron? ¿Debemos contemplar los errores y erradicarlos o asumirlos como reglas del juego y declararlos “sitio de interés artístico”?

Máquina de fax humana. Ejercicio realizado de forma remota en el cual se creaba un protocolo de comunicación capaz de representar dos colores (negro y blanco) para reconstruir una imagen que sólo era conocida por quien hace de “instructor” y que era dibujado por los “interpretes”.

Desandar

Los datos son representaciones simbólicas que desarrollan la capacidad de amontonarse hasta transformarse en acumulaciones relevantes o irrelevantes según su propósito.

Los datos son símbolos que representan algo que observamos o medimos de lo que llamamos “realidad”. Al estar contextualizados producen información que catalogamos de necesaria o innecesaria. En el 2600 a.C. se utilizaba en Perú un sistema para guardar datos de manera “codificada”: los quipus. A través de nudos el pueblo incaico cifraba su información, a la que sólo una única persona accedía, daba relevancia y mantenía a salvo. Al morir, el protector era enterrado con su artefacto, y los datos morían con él. Nuestros datos viven más allá de nuestra existencia física, nos sobreviven, alcanzan una autonomía y se enajenan de nuestra corporalidad encarnada como creadores. Se amontonan. ¿Para qué?

Dear Data. Week 07, Musical complaints. De Giorgia Lupi para Stefanie Posavec. Dear Data es un proyecto en el que dos artistas recolectaron durante cincuenta y dos semanas datos extraídos de sus vidas cotidianas. Estos datos fueron procesados mediante distintas lógicas visuales, de manera analógica, utilizando el dibujo como mecanismo. Una vez realizadas las ilustraciones, las artistas se los enviaban a modo de postales por correo, y así desarrollaron lo que luego llamaron un proceso de “datos lentos”.

¿Es importante preguntarse para qué sirven los datos? Quizá no sea relevante traerlos a la mesa con una lógica funcional o productiva. Y acaso pensar maneras de contextualizarlos y descontextualizarlos se vuelva un método didáctico de experienciarlos y volverlos en objeto artístico que pueda dialogar bajo otras lógicas alternas. Así como los “datos lentos”, propuestos por Giorgia Lupi y Stefanie Posavec en su proyecto Dear Data, es imperante que conformemos otros procedimientos de creación y reproducción de nuestros archivos individuales. Estos archivos crearán procesos complejos que transmutarán en nuevos sistemas vinculares, y, de esta manera, desanudaremos el quipu, y emprenderemos el camino a desandar de lo que entendemos por “tecnología”.

Un lugar de calma, ejercicio de Carolina Bottani y Juliana Carrasco frente a la consigna de crear un diagrama de flujo con condiciones de salida.

Notas:

  1. “ El desorden es, simplemente, el orden que no buscamos.” (Bergson, 1930, p.4)

Catalina Heredia (Cata Hache) es Licenciada en Curaduría de Artes egresada de la Universidad Nacional de las Artes. Se dedica a la investigación en el campo de las artes multimediales, digitales y electrónicas, y estudia la Tecnicatura Universitaria en Programación en la Universidad Tecnológica Nacional. Colabora en las residencias artísticas CheLA y coordina el grupo de estudio M.E.D.E.A. perteneciente al Instituto de Investigación y Experimentación en Arte y Crítica en el Área Transdepartamental de Crítica de Artes de la UNA. Su práctica oscila hacia procesos artísticos sonoros vinculados a la programación en entornos como TidalCycles y Pure Data.

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+CODE impulsa y promueve la experimentación entre arte, programación creativa y nuevas tecnologías. www.pluscode.cc

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