AusenciaInterior

Eva Pomeroy
7 min readAug 20, 2022

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Traducción por Patrick Brandabur

Image: Jayce Pei Yu Lee

Los últimos dos años de pandemia han sido algunos de los más duros de mi vida. A medida que el mundo que me rodeaba colapsaba de varias maneras simultáneamente, un colapso paralelo ocurría hacia adentro. Con demasiada frecuencia me sentí relegada a un lugar de oscuridad desprovisto del tipo de visión que podría hacer que la experiencia sea transformadora. Sólo ahora, a medida que yo y el mundo comenzamos a emerger de las fases más agudas de la pandemia, puedo ver con ojos más claros mi propia experiencia interior. He estado reflexionando sobre esta experiencia a través de la lente de la Teoría U, el marco para una profunda transformación social y personal desarrollado por Otto Scharmer de MIT Sloan School of Management.

Puntos de elección

En el corazón de la Teoría U hay un punto de elección: se encuentra en la respiración entre la Presenciación y la Ausencia. Presenciación (Presencing) es el acto de abrirse al mundo que nos rodea y entrar en relación directa con él. Es una decisión consciente comprometerse con curiosidad genuina, corazón abierto y coraje para entrar en una nueva acción. La Ausencia (Absencing) es un modo de operar que conduce a muchos de los problemas más perversos del mundo. Se caracteriza por una serie de actos que crean y mantienen la separación: negar y desensibilizar las realidades de los demás, cerrarse al potencial colectivo, localizar la fuente de los problemas fuera de uno mismo y participar en diversas formas de violencia.

Una y otra vez, nos enfrentamos a la elección de abrirnos a los demás y al mundo que nos rodea o no hacerlo, y en su lugar alejarnos o incluso volvernos en contra. La Ausencia no es tanto una elección como una tendencia, una respuesta a menudo inconsciente para alejarse de lo que está sucediendo a nuestro alrededor y a la vulnerabilidad de abrirse a lo desconocido. Es en este espacio, el punto de elección entre la Presencia y la Ausencia, donde nuestra conciencia nace y vive a través de innumerables decisiones tomadas cada día momento a momento.

Más recientemente he estado sintiendo otro jalón en la dinámica de presencia-ausencia — menos visible pero igualmente destructiva — que merece nuestra atención. Es el giro contra uno mismo, que puede considerarse como una aberración interna.

Ausencia interna

La ausencia interna tiene la tendencia de ir a la negación, la desensibilización, la culpa y la destrucción y, en lugar de dirigirla a los demás, dirigir estas acciones hacia nosotros mismos. Es una tendencia a negar nuestro propio yo, a desensibilizar al conocimiento que tenemos dentro de nosotros, a culparnos a nosotros mismos y, en el peor de los casos, a participar en nuestra propia autodestrucción. Entre los jóvenes de 15 a 19 años, el suicidio es la cuarta causa principal de muerte y, a lo largo de la vida, la depresión es una de las principales causas de discapacidad. En última instancia, la ausencia interna nos impide abrirnos al potencial que vive dentro de nosotros y crear las condiciones que le permiten salir a la superficie.

El giro contra uno mismo tiene lugar en la arena más privada: nuestro mundo interior. Esto lo hace más difícil de ver y discernir, pero no menos real. Para aquellos que reconocen este giro, imagino que toma diferentes formas para diferentes personas. Estos son algunos que veo a mi alrededor y dentro de mí, vistos a través de la lente de la mente, el corazón y la voluntad de la Teoría U.

El compromiso de mente abierta con el mundo requiere una especie de humildad, el reconocimiento de que hay mucho que no sé y que puedo aprender prestando mucha atención a los demás. ¿Qué sucede cuando la humildad se vuelve sobre sí misma? Puede deslizarse hacia una sensación de pequeñez en comparación con otros. La humildad, ausente, puede convertirse en un sentido de inferioridad que nos roba nuestra confianza y creencia en nuestro derecho y competencia para actuar. Nace de una incapacidad en el momento de ver la pieza del rompecabezas que es nuestro don para perfeccionar, nutrir y valorar.

La empatía y la compasión de corazón abierto dependen de una cierta vulnerabilidad que nos permite abrirnos plenamente al mundo y ser tocados por él. Vuelta contra sí misma, la vulnerabilidad de la compasión puede tornarse abrumadora, particularmente cuando damos testimonio del sufrimiento. Personalmente, encuentro que la línea entre la empatía y el agobio es microscópicamente delgada a veces. Con demasiada frecuencia, una noticia penetra en mi corazón, enviándome a una caída libre de rabia y angustia por las injusticias presentadas ante mí y mi sensación de impotencia frente a ellas. En momentos de agobio, pierdo el contacto con el sentido de servicio que fundamenta y guía mi vida.

La rendición de la voluntad abierta nos llama a dejar ir todo lo que ya no sirve y a hacer espacio para que la voz silenciosa de lo emergente sea escuchada. Entregado a sí mismo, ‘rendirse a’ cambia a ‘rendirse de’. La ausencia interna en el nivel de la voluntad, marca un cambio de rendirse a lo que quiere pasar a entregar nuestra propia agencia para co-crear y dar forma al mundo. Si bien puede parecer como levantar las manos en un gesto de desesperanza, lo experimento más como ser arrastrada en cualquier dirección sin un sentido de propósito o elección. Actuar desde la voluntad abierta requiere un sentido claro de estar en el mundo, de existir y tener un lugar en el orden de las cosas. Paradójicamente, es la solidez del ser lo que nos permite rendirnos.

La ausencia interna es alimentada por patrones de pensamiento y experiencias que nos hacen sentir pequeños, abrumados e indefensos. Nos encontramos en varios estados de contracción y colapso interno que nos hacen perder la confianza en nuestro propio albedrío. El contrapunto a la ausencia interna es la conexión con un sentido de sí mismo basado en el propósito, que surge de una comprensión de nuestro lugar en el mundo y un sentido de lo que es nuestro hacer dentro de él.

El giro hacia uno mismo

En primera instancia, el giro hacia uno mismo necesita que calmemos el ruido de la ausencia interna. Para hacer esto, necesitamos participar en un acto particular de bondad: la auto-bondad. Un grupo de investigadores de la Universidad de Nuevo México descubrió que la medida de la auto-bondad estaba determinada por nuestra capacidad para enfrentar tres desafíos clave para nosotros mismos: la crítica y el rechazo, el fracaso o cometer errores, y tomar conciencia de los defectos e imperfecciones, con aceptación, amabilidad, paciencia y amor. Cuando nos volvemos hacia nosotros mismos en nuestros momentos más difíciles con una disposición de auto-bondad, abrimos un espacio para que algo nuevo, creativo y vivificante emerja en nuestras vidas.

Sin embargo, este alejamiento de la ausencia interna, cambiando nuestros pensamientos sobre nosotros mismos, es notoriamente difícil de lograr por nuestra cuenta. El psicólogo Kenneth Gergen, autor de The Relational Being: Beyond Self and Community, argumenta que nuestros propios conceptos de yo son productos de las relaciones sociales y la interacción, que la distinción entre el yo y el otro es artificial. Esto significa que el campo social en el que nos encontramos tiene un papel crucial que desempeñar en el alejamiento de la ausencia interna. Si tuviera que rastrear la raíz de mi propio retorno reciente a mí misma, la ubicaría en tres palabras: Te veo. Este fue el comentario final, repetido y resonante, en un círculo poderoso donde me mantuvieron en un campo generativo de atención y cuidado. Verme a mí misma a través de los ojos de los miembros de mi círculo calmó parte de la inquietud y el ruido interior el tiempo suficiente para percibir algo nuevo y comenzar a tornarme hacia ello. Es difícil sentirnos pequeños mientras nos ven; es difícil no sentir claridad de propósito cuando nuestro potencial se detiene y se refleja en nosotros. Este es el regalo que podemos ofrecernos unos a otros: nuestra atención y apertura, escucharnos y reflejarnos, vernos unos a otros y ver el potencial que yace justo fuera de nuestra percepción. Al regalar nuestra atención, podemos difundir la presencia.

El yo como instrumento

En el trabajo de transformación social y de sistemas, somos el principal instrumento del trabajo. Si bien tenemos herramientas y métodos, es esencialmente nuestro propio ser lo que ofrecemos al proceso de cambio. Cuando las cualidades de nuestro ser que buscamos aportar al trabajo se extienden demasiado -demasiada humildad, demasiada vulnerabilidad, demasiada entrega- pierden su potencial transformador. Hacer el trabajo interno del cambio social significa equilibrar estas cualidades con un sentido de propósito y agencia. Para hacer bien el trabajo externo, necesitamos hacer el trabajo interno de estar en buena relación con nosotros mismos, volviéndonos hacia nosotros mismos con apertura y amabilidad. La opción de volvernos hacia nosotros mismos siempre está disponible, no es fácil, a menudo necesita apoyo, pero está disponible. En un mundo y un tiempo donde hay tanto dolor, tanto mal, tanta necesidad de curación y donde a menudo nos sentimos impotentes, hay muchos impulsos hacia la ausencia interna. Sin embargo, al mismo tiempo, nuestro mundo interior es el lugar donde tenemos la mayor agencia para actuar. Cambiar nuestra disposición hacia nosotros mismos, trayendo bondad y apertura a nuestra mirada interior, se extenderá a través de nuestras vidas y trabajo y los mejorará a ambos. Es un punto de intervención que siempre está a nuestro alcance.

Me gustaría expresar mi gratitud a Jim Gavin por su comentario sobre múltiples iteraciones de esta pieza, a Jayce Pei Yu Lee por proporcionar lo visual, y a Ptrick Brandbur por esta traducción.

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