Cuneta sin alma

Quilombo
10 min readOct 29, 2022

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Fotografía aérea del Puertito de Adeje, en torno al cual se pretende construir el proyecto Cuna del Alma. Fuente: El Día.

A vista de pardela, el suroeste de Tenerife se presenta, desde el municipio de Arona hasta el de Santiago del Teide, como un continuo urbano, de parcelas turísticas desordenadas, edificadas a golpe de sucesivos planes urbanísticos y con capitales foráneos a los que las autoridades locales reciben con todo tipo de atenciones. Semejante despliegue apenas se ve interrumpido por ocasionales accidentes geográficos, como la montaña de Guaza o el roque de Rasca, y por algunos huecos insospechados, que por azares de la propiedad, de la planificación o de los ciclos económicos, aún no han sido “puestos en valor”, según la jerga extractivista. En esa franja, la porción más grande de terreno por explotar, como mandan los cánones desarrollistas, es la que se sitúa entre el Puertito de Adeje y La Caleta.

Por lo que respecta al municipio de Arona, allá por 1963, en los albores de la promoción franquista del turismo de masas, surge la iniciativa de desarrollar, junto al caserío de Las Galletas, una ciudad vacacional, modesta en comparación con el proyecto urbanístico coetáneo de Las Américas, pero que como tal sería pionera en España: Ten-Bel. El nombre conjugaba el territorio, Tenerife, con el origen del capital y de los turistas, Bélgica. Como explica el historiador Víctor O. Martín Martín en su libro “El turismo en el sur de Tenerife: de la renta agraria a la renta del ocio” (1999), el gran propietario tinerfeño José Antonio Tavío Alfonso, emigrante retornado de Cuba donde había acumulado fortuna como capataz azucarero, aportó los terrenos, mientras la promoción inmobiliaria venía de la mano del belga Michel Albert Huygens, que constituyó la sociedad Ten-Bel, con oficinas en Amberes y conveniente domicilio fiscal, holding mediante, en Luxemburgo. Tavío se reservó otros terrenos para desarrollar la urbanización anexa de Costa del Silencio.

El expediente del Plan Parcial Costa del Silencio / Ten-Bel (1963) aporta una descripción de un paisaje extinto, distinta del estereotipo del raso con el que se ha venido justificando la construcción masiva: “Esta finca, por no haber sido nunca trabajada en labores agrícolas, ofrece un aspecto poco frecuente y de una gran belleza. El terreno es volcánico formado por corrientes de lava de una cierta antigüedad, mezcladas con otras más recientes, con una flora natural con abundancia de cardones, tabaibas, cactus, piteras y otras especies análogas”. La modificación del Plan Parcial en 1971, en previsión de la llegada de la autopista del Sur, y de la construcción del aeropuerto internacional, facilitó el desarrollo en Ten-Bel, con capital extranjero, de hasta nueve urbanizaciones con apartamentos vacacionales, 5.200 camas turísticas, centro comercial, minigolf, y piscina natural.

Ten-Bel vivió su momento de gloria durante la década de los años 1980, como pude comprobar de chico, cuando ocasionalmente disfruté de sus instalaciones. En los 1990s Ten-Bel entró en decadencia, por la fuerte expansión hotelera en Los Cristianos y Playa de Las Américas. Tras la muerte de Huyguens en 2002, su heredera vendió el complejo vacacional a empresas y particulares, coincidiendo con la burbuja inmobiliaria, con lo que el lugar pasó a convertirse en una peculiar urbanización residencial, aunque sin carácter de pueblo o barrio. Hoy Ten-Bel es un cementerio de apartamentos privados, conectados por instalaciones abandonadas y espacios “comunes” — también propiedad privada- degradados, con problemas de acceso a la electricidad, y con una parte de sus residentes inmersos en una maraña judicial en la que tanto el Cabildo como el ayuntamiento de Arona se lavan las manos.

Sesenta años después de aquel Plan Parcial, mientras Ten-Bel se descompone, de nuevo capitales belgas y cooperadores necesarios isleños impulsan en torno al Puertito de Adeje, en el lado opuesto de la misma conurbación, lo que presentan como el proyecto turístico más innovador. Si en Ten-Bel se llegaron a construir 80.000 m², ahora se pretende edificar un complejo de villas de lujo que, con al menos 420 unidades residenciales que suponen 2.500 plazas alojativas, jardines y sus correspondientes rotondas, abarcará un terreno de 437.000 m². Eso según lo inicialmente declarado, porque la expansión podría ser de mayor intensidad. Esto es, el espacio hasta ahora rural que queda sin edificar entre Golf Costa Adeje y el hotel Bahía Príncipe Sunlight Costa Adeje, y desde la costa hasta el interior, un terreno cinco veces más grande que aquella urbanización pionera, hoy caída en desgracia. El proyecto, denominado Cuna del Alma, lleva años en preparación. En 2014, José Miguel Rodríguez Fraga (PSOE), desde 1987 alcalde perpetuo del municipio, presentaba a los vecinos del Puertito de Adeje la gran inversión que aseguraría por fin la infraestructuras, el saneamiento y los servicios que el mismo ayuntamiento se había abstenido de llevar a cabo hasta entonces. Un chantaje disfrazado de donativo, así es la magia de la política caciquil. En febrero de 2022 la Consejería de Transición Ecológica del Gobierno de Canarias (también en manos del PSOE), autorizaba la ejecución del proyecto.

Pero fue solo con el acto de colocación de la primera piedra del proyecto en mayo de 2022, que por primera vez exhibió públicamente la promiscua relación entre ayuntamiento, cabildo, inversores y promotores, lo que despertó la conciencia de muchos acerca de lo que se había venido cocinando. Cuatro familias burguesas de Flandes Occidental (Bélgica) van a invertir en la zona más de 300 millones de euros: Deceuninck (40 %), Vandermarliere (40 %), David Van Biervliet en nombre de Fivanco (10 %) y Etienne Declercq (10 %). El modelo es el de pre-venta de apartamentos a compradores de origen principalmente flamenco. Hace cinco años, los mismos inversores ya habían construido 340 apartamentos, “de lujo” por supuesto, no muy lejos del Puertito: 240 en Royal Hideaway Corales Resort, cerca de La Caleta, y 80 vía Baobab Suites. En cuanto a Cuna del Alma, la representante de la familia Vandermarliere reconocía en mayo a un medio neerlandófono belga: “El nuevo proyecto es mucho más grande. Es casi como un pueblo que estamos construyendo en diferentes fases”. Un “pueblo” de cinco mil habitantes -buena parte de los cuales, residentes temporales- que no funcionará como un pueblo. El promotor inmobiliario es el también ciudadano belga Filip Hoste. Por su parte, la familia Zamorano, una de las principales fortunas del archipiélago canario, ha adquirido a través del grupo CIO una parte del terreno, justo al lado del Puertito, para desarrollar otro hotel — ¡de lujo!- bajo la marca The Tais Hotels and Villas. Los Zamorano comparten con los Vandermarliere el haber transitado durante el siglo XX de la industria tabaquera a la inmobiliaria, por lo que cabe presumir que la alianza ha sido sellada entre puros y rones.

Desde entonces, las excavadoras aceleran el movimiento de tierras y las obras. La intervención turística de Cuna del Alma supone una transformación completa de dicho territorio, situado entre una Zona de Especial Conservación (ZEC) y un Sitio de Interés Científico (SIC), con especiales ecosistemas terrestres y marinos que ya están sometidos a una importante presión. Por el momento hemos podido constatar la destrucción de especies vegetales protegidas dentro del ecosistema de cardonal-tabaibal, o de restos arqueológicos guanches.

Imagen del yacimiento arqueológico situado cerca del Puertito de Adeje, antes de su destrucción. Fuente: A. Mederos Martín, G. Escribano Cobo, Prospección arqueológica de la Caleta de Adeje, 2016.

Todo ello contrasta con la propaganda del sitio web del proyecto: “Hace siglos, los guanches, el pueblo autóctono de Tenerife, dieron vida a estos entornos sagrados a lo largo de la isla y les confirieron un significado que sigue presente hoy en día”. Y es que lo guanche y lo autóctono son reapropiados aquí en el sentido de los parques temáticos, como el “poblado andaluz” de Bienvenido Mr Marshall, o el “poblado tailandés” del Loro Parque, el gran espectáculo animal situado al otro lado de la isla. Así, el idílico recinto dispondrá de “La Granja”, trabajada por lugareños de avanzada edad según las fotos, y que aportará de “papayas, papas, aguacates, higos, plátanos y mangos”, con certificación “bio” suponemos, del futuro Restaurante “Granjero Marinero”, cuya “cocina sostenible” se caracterizará por el “profundo respeto a las recetas locales”, aunque a precios de Knokke-Heist.

Captura de pantalla del sitio web www.cunadelalma.com

El macroproyecto sepulta una historia. El Puertito de Adeje y de La Caleta cumplieron funciones de fondeadero desde antes de la conquista castellana. “«[D]onde cae el puerto de Adee mas a Noroeste, llegaron los Mallorquines a este puerto año 1347, estubieron de pas i no fue posible admitirlos por ningun pretexto […] tenian en esta Ysla un Rey que vino a el puerto», contaba T. Marín de Cubas en 1687. Tras la conquista, el Puertito sirvió de embarcadero para transportar orchilla y madera. El 8 de noviembre de 1564 desembarcaba en el Puertito de Adeje el corsario inglés John Hawkins (“and sayling all night, came in the morning the next day to the port of Adecia…”), para tratar con su amigo Pedro de Ponte, entonces regidor perpetuo de Tenerife, con quien se había asociado para llevar ilegalmente a los territorios americanos de la corona española esclavos africanos para el cultivo de la caña de azúcar. Oscuros negocios entre la autoridad local y el capital mercantil internacional, cuatro siglos antes de la vinculación con el capital financiero-inmobiliario.

Si Ten-Bel fue una promesa fallida, Cuna del Alma es una huida hacia adelante, una apuesta redoblada por la extracción de rentas inmobiliarias de la costa que queda sin edificar. La conciencia del impacto ambiental y social del macroproyecto ha generado una movilización contra el mismo, hasta el punto de que algunos jóvenes han puesto sus cuerpos en la Acampada “Stop Cuna del Alma” en un intento de paralizar el desarrollo de las obras. Los alegatos que presentan activistas y organizaciones ambientales contra el consumo de territorio y de recursos que implica el proyecto, así como sobre su dudosa legalidad, son sólidos. Argumentos que desarrollan de manera elocuente en este corto documental. A mediados de octubre, la organización ecologista ATAN presentó una denuncia con la que inicia la vía judicial. La asociación Salvar la Tejita prueba, por su parte, la vía del Defensor del Pueblo. Los defensores de esta expansión urbanística sostienen, en cambio, que todo se hace conforme a la normativa vigente.

Veremos qué recorrido tiene la disputa jurídica, pero las cartas vienen marcadas desde hace tiempo. La primera data de reparto de tierras tras la conquista de Tenerife (26 de febrero de 1505) en el entorno del llamado río de Adeje, el barranco que llega hasta el Puertito de Adeje y la Caleta, concedía a los hijos del conquistador vasco Juan de Civerio “el río de agua que es en Adexe con toda la tierra que la dicha agua del río de Adexe pudiera aprovechar con condición que hagáis en el dicho río un ingenio de moler cañas de açúcar”, introduciendo un régimen de propiedad privada de tierras y aguas desconocido por los habitantes originarios del lugar. En el siglo XVI el ingenio de Adeje produjo azúcar que se exportó, entre otros lugares, a Flandes, que de Adeje también recibía la citada orchilla. Inauguraba así una sucesión de ciclos económicos, que culmina hoy con esa alianza público-privada al servicio de la renta inmobiliaria que es el planeamiento urbanístico. Mediante la regulación de espacios naturales protegidos, lo público apenas mitiga la acumulación privada por desposesión, siempre presente desde la conquista, porque su misión principal ha sido la de privilegiarla.

En plena crisis del capitaloceno, urge el pasaje de un modelo depredador, extractivista, que en el contexto canario es además extravertido y dependiente, a una economía social y ecológica que requiere una gestión más democrática de las decisiones estratégicas. Va siendo hora de acabar con la turistificación y democratizar el turismo, hasta ahora diseñado por propietarios (extranjeros y locales), ungido por las administraciones públicas, y reivindicado por quienes reciben las migajas del mismo y sufren todos sus costes. En Canarias el turismo ha permitido un rápido desarrollo del sector servicios y de las infraestructuras, hasta el exceso, y un aumento de los niveles de vida de buena parte de la población en un corto espacio de tiempo, al precio de la evasión fiscal, del mantenimiento de una baja productividad, de bajos salarios y de desigualdades estructurales que resisten todos los planes de asistencia social. Ni promotores ni inversores asumen las externalidades negativas del binomio turismo-construcción, tales como la degradación medioambiental, la privatización de espacios públicos o comunes que pasan a ser de pago, o el impacto del transporte. Por lo que respecta a Canarias, la saturación turística conlleva rendimientos decrecientes. En veinte años el PIB per cápita del archipiélago canario apenas ha variado, y la construcción masiva no ha facilitado el acceso a la vivienda. Y tanto la crisis climática como el aviso de la pandemia del SARS-CoV-2, relacionada por cierto con aquélla, plantea cuestiones sobre la hiperconectividad aérea -subvencionada o no- y sobre el futuro del sector.

Es decir, en cualquier perspectiva post-desarrollista debe primar una lógica de lo común, en la que las decisiones sobre un territorio compartido consideren alternativas de uso y aprovechamiento colectivo. Así, el catedrático Esteban Ruiz Ballesteros (autor de “Turismo de Base Local”, Ed. Icaria, 2021), basado en los trabajos de Elinor Ostrom, sostiene que “vincular analíticamente turismo de base local y bienes comunes (la lógica de su gobierno y gestión) viene a ser particularmente elocuente para comprender cómo se organiza la actividad turística que depende precisamente de esos recursos [físicos e intangibles] y de su naturaleza comunal”. A partir de ahí, se “puede propiciar la conformación progresiva de una comunidad en cuanto a capacidades de acción y decisión colectiva”. La comunidad -desaparecida entre las figuras subjetivas del propietario de terrenos o apartamentos y del representante político- no viene dada de antemano, se hace al hacer en común. Otros autores van más allá y plantean lo común como modo de producción.

Estas son las cuestiones que deberían situarse en el centro del debate político, a pocos meses de las elecciones autonómicas, municipales y a cabildos. Recientemente el diputado autonómico por el Grupo Parlamentario Sí Podemos Canarias, Francisco Déniz, alertaba de que, “a las actuales 550.000 camas turísticas” que existen en Canarias, “hay que sumar las 165.000 que, como mínimo, están pendientes de construcción en estos momentos”. Esto sin contar con iniciativas como la del Circuito del Motor en Granadilla, también en Tenerife. Caso de llevarse a cabo el macroproyecto de Adeje, cabe preguntarse cuánto tardará en convertirse en el Ten-Bel de hoy. Para entonces, los inversores habrán acumulado fortuna en sus cuentas de Bélgica y Luxemburgo, y desviado su atención, y quién sabe si su segunda residencia, a algún paraje sin explotar en otro lugar soleado y cálido, lugares que abundarán en pocas décadas. Habrá que pensar qué hacemos con los despojos que dejen en la cuneta.

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Interesado en política local, europea y global | movimientos | migraciones | común | democracia. EU, global politics & movements. Escribo en Esp, Eng, Fr.

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