Regreso a casa

Ramón Margarida
2 min readSep 10, 2017

Hostias, las diez. ¡Qué sueño! ¿Quién me mandaría estar hasta las tantas escribiendo este puto relato? “Buenos días, ¿qué tal habéis dormido? Yo como un tronco. No, con unas galletas tengo. ¿Ya desayunaste? Tranquila, desayuno en un momento y me pongo con la maleta”. La maleta y la cama, claro. No se te olvide la ropa que se puso a lavar ayer. ¿Cabrá todo? Bueno, si no cabe dejaré algo para la próxima vez. No se te olvide pesar la maleta, que los de Iberia se ponen tontos a veces. “Sí, mamá, me caben los bocadillos”. ¡La cama! Bueno, la haré después de ducharme. Ah, la toalla es para lavar. Suena el teléfono: “sí, como siempre, a las tres y media paso a buscarte”. ¡Maldición! ¡Mi madre ya ha hecho la cama! “No, ¿cómo voy a almorzar algo si acabo de desayunar?”. Ocho kilos de maleta, todo en orden. Cartera. Bolso. Llaves. Tarjeta de embarque. Media hora para leer que gastaré en Twitter. “¿Ya es la hora del vermú? Coca-cola, que tengo que conducir”. Comida. “No me pongas mucho, no quiero dormirme. ¿Un café? Pues claro, muchas gracias”. Diez minutos de siesta que nunca duermo. Besos, despedidas. Coche. Primera parada. Más besos, más despedidas.

Doscientos treinta kilómetros de carretera y autopista: aburrimiento, mucha música y alguna risa.

Salida 28. Gasolinera. Peaje. Aeropuerto. Devolver el coche. Buscar la tarjeta de embarque. Control de seguridad. Compras. Puerta de embarque. Hacer cola. Embarcar. Cinturón de seguridad. Despegue.

Mil ochocientos kilómetros de vuelo: aburrimiento, música, lectura, videojuegos e impaciencia. Y bocadillos.

Aterrizaje. Joder, llueve. Taxi. Pagar.

Tras ocho horas, por fin he vuelto a casa.

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