34 segundos para evidenciar que ni el rigor ni la propiedad intelectual importan en España.

Raul Gallego Abellan
4 min readJun 4, 2020

El pasado 18 de mayo regresaba a casa cuando me encontré una peculiar escena de la desescalada en plena Barceloneta. No pude resistirme e hice con el móvil un plano secuencia. Deportistas descamisados, un tipo boxeando al aire, una versión playera de Thor, martillo incluido y ejercitando sus músculos, o el ya famoso hombre lagarto que se arrastraba por el paseo marítimo y hoy es una celebridad. En total, 34 segundos que en pocos minutos se viralizó y hoy tiene casi cinco millones de visualizaciones.

Mi amigo, el fotógrafo Joan Manel Baliellas, me llamó mientras las redes ardían y resumió bien las vueltas que da la vida: “Después de tantos años cubriendo guerras, jugándote la vida como video periodista y con tantos premios a nivel internacional, hoy has “triunfado” con tu móvil y un tuit de tu barrio”.

El vídeo, a pesar que en algunas televisiones lo siguen mostrando, ha caído ya en el olvido, porque en la era de la (des) información que vivimos todo sucede más rápido y permanece menos. Esos 34 segundos sirvieron para que unos hicieran memes hilarantes -las mejores versiones del video fueron con las bandas sonoras de Dragon Ball y la música de cabecera de El hombre y la Tierra de Félix Rodríguez de la Fuente-; otros se indignaron o se pelearon en las redes; los de siempre aprovecharon para manipular o lanzar los mensajes que les convenían; y los medios buscaron los clics fáciles, por supuesto muchos sin atribuirme la autoría del video. Medio minuto para evidenciar, también, que ni el rigor ni la propiedad intelectual importan en España.

Mentiría si dijera que la polémica o el uso partidista del vídeo me sorprendieron. El debate sobre las aglomeraciones en las calles, a pesar de las restricciones del estado de alarma, llevaba un par de semanas en las redes. Lo que no me esperaba es que esta vez, involuntariamente, yo iba a ser parte del mismo. Muchas personas pusieron en duda la veracidad de las imágenes: dijeron que era parte de un anuncio de televisión, que había utilizado actores, que no era la Barceloneta e incluso que se trataba de una escena de realidad virtual, 3d renderizado (no entiendo todavía que quiere decir esto).

Los expertos, que estos días discuten a los epidemiólogos sobre virus y mañana le dicen a los ingenieros cómo diseñar cohetes, vieron incluso similitudes con la película The Matrix. Todo era una animación, según sus fuentes fiables e infalibles o por haberlo leido en Whatsapp. Otros alabaron el vídeo y lo vieron como una prueba de incivilidad, y para algunos de ellos incluso me convertí en el héroe del minuto.

La realidad es que en ningún momento pretendí que esos 34 segundos fueran periodismo o contaran toda la realidad de la historia, ni de ese día ni mucho menos de la pandemia. Mi amigo Bali, que también sabe lo que es trabajar sobre el terreno, tiene razón cuando apunta a la incoherencia de los tiempos. A menudo se valora más lo viral, improvisado y menos informativo que el mejor periodismo, cada vez más precario y denostado.

Mi vídeo de la Barceloneta puso en evidencia, indirectamente, la precariedad y la falta de respeto con la que tienen que trabajar los reporteros gráficos de nuestro país. No tiene importancia que este tipo de contenido, mezcla de denuncia y entretenimiento, sea alterado y reutilizado con humor. Lo que me sorprendió es que muchos de esos usuarios fueran más respetuosos con la autoría de las imágenes que los propios medios. La mayoría publicaron el vídeo sin autorización, sin atribuírmelo y, en el mejor de los casos, pidiendo permiso para difundirlo gratuitamente, a cambio de citarme. Gracias. Me negué a ceder el vídeo en esas condiciones no porque necesitara el dinero, sino por el hartazgo de tantos compañeros que ven como su trabajo es utilizado sin contraprestación o permiso cada día. ¿Os imagináis que fuera a una farmacia a pedir máscaras a cambio de hacerme una foto con ella y poner su nombre en mi muro de Facebook? ¿Hacer lo mismo con la cesta de la compra en un supermercado o el propietario del piso que alquilo? Ese es el día a día de muchos profesionales.

Al día siguiente la policía portuaria decidió cerrar la zona donde había grabado las imágenes. Periodistas mostraban el césped vacío y las bandas de plástico clausurando la zona. A sus espaldas la playa de la Barceloneta estaba llena de gente, muchos sin respetar las distancias. Colegas de profesión han escrito artículos o informado sobre lo que sucedió en ese plano secuencia sin ni siquiera intentar contactar conmigo para conocer los detalles, prefiriendo el ruido de las redes sociales como única fuente. Otros han puesto en duda la autenticidad del clip, cuando de nuevo solo tenían que contactarme para que les explicara por qué no podía ser un montaje. La duda que me queda es: si ese es el rigor con el que se trata una escena de playa, ¿cómo se está informando de los temas realmente importantes?

--

--

Raul Gallego Abellan

Award-winning video journalist & filmmaker. Fly On The Wall series for Al Jazeera English. www.raulgaab.com https://twitter.com/raulgaab