Elecciones I: Ivan Duque

Ricardo Taborda
5 min readMar 18, 2018

--

Esta es la primera parte de la transcripción de unas memorias acumuladas y capturadas durante conversaciones recientes y producto del innegable entorno electoral en el que nos encontramos los colombianos. Las preguntas son casi siempre las mismas: por quién, por qué si o por qué no; o mejor: qué le gusta y qué no le gusta, y por qué. Las respuestas, afortunadamente, creo yo, no son simples. Me preocuparía más si lo fuesen. Yo me debato internamente y abiertamente sobre ellas, y he aquí algunas de mis reflexiones por escrito. Acuso por adelantado que las cosas que me gustan, las simplifico por cuenta de ese impulso instintivo que atrae, mientras que ahondo más en las zonas grises y oscuras. También acuso por adelantado la ambivalencia de algunos argumentos que se traslapan entre lo positivo y lo negativo, y que mientras los halagos se le hacen a la persona, en la medida de lo posible, las críticas se le has hago a lo que la persona representa.

Me gusta…

De Ivan Duque, el candidato del Centro Democrático, me gusta que es joven, por lo menos en lo que a política se refiere y porque es solo un año y medio mayor que yo, y yo aun me creo joven. En función de esa juventud, más que un asunto banal, me gusta que representa el futuro en lugar del pasado. Me gusta que es bien preparado técnicamente, que es una persona que ha vivido por fuera de Colombia y que ha trabajado en temas económicos regionales a pesar de su formación básica en materia legal. Me gusta que es juicioso. (Yo uso mucho esta palabra, y lo hago no en referencia a la obediencia, sino en referencia a la [auto]disciplina.) Juicioso en el sentido de ser aplicado, de trabajar asiduamente en función de un objetivo. No en vano Duque generalmente muestra tener dominio de los temas que trata, o por lo menos se le ve siempre con manejo conocedor de su palabra.

En la zona gris…

En esa zona gris entre lo que me gusta de la persona y lo que me disgusta del candidato está el tema de la falta de experiencia en el ejercicio ejecutivo de lo público. No tener la experiencia de ser alcalde o gobernador nos deja mucho por saber de cuál haya de ser el comportamiento de Duque como presidente. Es una incógnita que en función de la preparación puede ser exitosa pero sobre la cual no se tiene garantía alguna. Es decir, también pudiera ser desastrosa. Visto desde otro punto de vista, el problema de no tener pasado político establecido, aunque es una ventaja enorme para el candidato, representa un salto al vacío para el país y para el gobernante. Yo personalmente preferiría que se le conozca más trayectoria, pues las personas tienden a actuar en el futuro en función de lo que refleja su pasado, y por tanto saber poco de Ivan Duque puede resultar en un cara y sello.

Y no me gusta…

Y en la categoría de lo que no me gusta solo lo siguiente: la crónica de una desilusión por venir y las consecuencias que ello traería para el desbalanceado péndulo político colombiano.

Este es el tema que algunos simplifican como “el candidato de Uribe”. Yo no lo veo así. Esa es una visión de arriba hacia abajo. Que enfoca el tema desde la estructura de poder bajo la cual la institución presidencial en Colombia marca el camino de la nación. Yo prefiero no enfocar la situación desde esa mirada, sino que lo hago partiendo desde abajo hacia arriba. Desde lo que significa para la población como un colectivo y lo que ésta pudiera enfrentar a future, y las decisiones que la misma podría tomar en base a una desilusión por venir.

En el supuesto de que Ivan Duque llegue a la presidencia, pasados los meses, se asentará en él el peso del poder presidencial y recaerán sobre sus hombros las inevitables consecuencias de sus decisiones. Cuando ello suceda ya no habrá sombra paternal política que le cobije, y el país artrítico y sus coyunturas le pertenecerán todas a él como Presidente de la República. Llegará entonces tarde que temprano el punto del desacuerdo con su partido. Ya no será en materia de seguridad sino en algo más. El tema será lo de menos. Lo que se viene después es lo que importa. La repetición de la desilusión. La sensación de traición. Puede que no sea tan penetrante como lo fue el tema de Santos y la paz, pero será inevitable que llegue el momento de quiebre, de la marcación de independencia, y que a ese momento le siga la anunciada desilusión que nos devuelva cuatro años más, ocho años más, y que nos estanque en un 2014 por años por venir.

Una alternativa óptima a todo esto sería que Uribe se hiciese a un lado, cosa que ya no hizo, pues ahí están sus más de 800 mil votos al senado. De otra parte, la alternativa no óptima es que Duque resulte en verdad un títere. Lo que ahondaría más y peligrosamente la percepción de que a Colombia sólo la sabe gobernar el dueño de El Ubérrimo.

¿Qué le sigue a semejante escenario? Que el péndulo de la política colombiana siempre inclinado hacia la establecimiento conservador y neoliberal de derechas cruce abruptamente hacia el otro extremo de la balanza sin la oportunidad de un paso lento y de orbitante coqueteo por un centro mesurado. Yo imagino entonces que la potencial desilusión de otro gobierno electo bajo la sombra del mesianismo uribista nos pondría peligrosamente ad-portas de un cambio de corte populista en el 2022. Uno en el que los repetidamente desilusionados de derecha y los eternamente ignorados de izquierda opten por un candidato que rompa súbitamente el molde político colombiano sin oportunidad a reparo.

Lo que no me gusta del candidato Ivan Duque no es entonces lo que él es o no es, sino la que yo creo sería algo así como la crónica de una desilusión anunciada, la cual me hace pensar en rezar por el día que ya pasó y la noche que viene.

--

--

Ricardo Taborda

Engineer. Scientist. Hopeless enthusiast. Practical idealist. Believer in the virtue of politics and education.