Poliana, el juego de la vida

Rivera Ribera
5 min readMar 7, 2017

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Pollyana, edición original

Pollyana, poliana, polliana… nadie sabe cómo se escribe, pero sí cómo se pronuncia. Basta una pequeña búsqueda en Internet de notas en los periódicos nacionales para darnos cuentas de la variedad de grafías. Basta esa misma búsqueda para darnos cuenta que el sensacionalismo y la criminalización son temas que le acomodan a la desconocida palabra: “Poliana: El juego de la cárcel que conquistó las calle”, Poliana: el juego de la cárcel que adoptó Tepito”, “Los ladrones, traficantes y hasta sicarios del barrio, además de niños y jóvenes se divierten con la Poliana”, etc. Las ideas que más se asocian son “cárcel”, “juego” y “barrio”.

¿Qué es la Poliana?

Es un juego de tablero, que se juega con dados y fichas. Las reglas son complicadas pero fáciles de recordar y básicamente gana quien logre darle la vuelta al tablero con su ficha. A los vecinos de Santa María la Ribera les encanta jugar a la Poliana, y aunque saben de su asociación con el crimen por los periódicos, ellos niegan que sea así. Al caer la tarde se pueden ver pequeños grupos jugando en la alameda del Kiosco o calles aledañas, Torres Bodet o Enrique Gonzales Martínez. Sentados en la banqueta juegan y celebran sus victorias o derrotas con concentración y entusiasmo. Un solo juego de Poliana puede durar hasta cuatro horas.

Todos los tableros son hechos a mano y los diseños pueden pasar del muy sencillo tablero dividido en sus correspondientes casillas y colores a los tableros temáticos de formas estrafalarias: soles aztecas, cruces de malta, mujeres semidesnudas, castillos medievales. En la página de internet MercadoLibre se pueden encontrar a la venta algunos de los más inusuales, con precios que van de los 2 mil a 3 mil pesos, verdaderas creaciones del arte popular.

La verdadera historia

Las notas de los periódicos recogen los chismes e inventos de muchos vecinos, que ayudan a darle a la Poliana ese aire de misterio. Que si el juego lo inventó el diablo, que si un traficante colombiano lo trajo a México, que fue el mismo Chapo Guzmán quien lo introdujo en las cárceles allá en los años 90 antes de la primera de sus fugas.

Pero la historia comienza un poco más lejos, en 1913 para ser exactos, cuando se publicó en Estados unidos la novela Pollyana de Eleanor H. Porter. Cuenta la historia de una niña llamada Pollyanna, quien queda huérfana y es enviada a vivir con su estricta Tía Polly. Pollyanna, educada con optimismo por parte de su padre, usa el juego de encontrar el lado bueno de cualquier situación para alegrar la vida de todos los que la rodean (Glad Game), empezando por su Tía Polly y otros tristes personajes cuyas vidas van cambiando gracias a la adorable huérfana. El libro fue un éxito en cuestión de días, tuvo numerosas secuelas y hasta una película, filmada en 1960 y distribuida por Buenavista. De hecho, el filme puede verse completo en Youtube pues tiene derechos liberados.

Para 1917 Pollyanna tenía ya dos significados diferentes en inglés, el primero describía a una persona exageradamente optimista (hasta el punto del peligro) y el segundo era un tipo de juego de mesa, publicado por Parker Brothers poco después del lanzamiento del libro. Aunque el arte del juego y la temática estaban basados originalmente en la novela, las numerosas reediciones que conoció el juego de mesa fueron consiguiendo que se apropiara del nombre para si mismo y ambos productos comenzaron a tener existencia propia.

El juego en si es una variante del Parchis, un juego de tablero inventado en la India hace cientos de años. La Poliana sin embargo tiene numerosas variaciones que lo hacen largo y difícil, tal vez por eso se asociaba temáticamente en un comienzo con la vida de la huérfana y ahora con la de un hombre que desea salir de la cárcel. Pero no nos adelantemos.

Hechos a mano

Los vecinos con los que platiqué desconocían esta historia. Y no es de extrañarse, Parker Brothers dejó de producir el juego en 1967, así que todas las Polianas existentes en México y cualquier otro país de Latinoamérica deben estar hechas a mano y debieron comenzar a construirse a partir de 1970. No es de extrañar que fuera un hobbie que se perpetuara en las cárceles: los talleres de carpintería, los tiempos muertos y la necesidad de emociones hicieron la combinación perfecta. Además, el tablero de la Polaina es fácil de recordar una vez aprendidas las reglas, un conocimiento que podía pasarse de boca en boca con gran facilidad.

Un vecino me contó que su tablero tenía más de 20 años, pero como muchas cosas en la vida lúdica del país, la Poliana se juega por temporadas. Me parece que no es que la Poliana haya salido de la cárcel al barrio, sino que nunca se ha ido del barrio y de ahí entró en la cárcel.

Como sea, este es un juego divertido, basado en una novela para niños. Su llegada a nuestras calles era harto improbable, como lo era la de su antecesor el Parchis y que tuvo que atravesar durante siglos continentes y guerras para entrar a nuestro imaginario. Y sin embargo aquí está entre nosotros y algunos niños aprenden ya a jugarlo.

Los vecinos gritan de emoción cuando alguien logra empatar una tirada doble con los dados, todos menos aquel que quería recuperar los cinco pesos que había apostado, horas antes. Ríe con resignación aceptando su derrota. Después de todo, mañana será otro día y ya está pensando en jugar la revancha.

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Rivera Ribera

Rivera Ribera, periódico comunitario sobre espacio público, empatía ambiental, memoria histórica, economías alternativas, pertenencia, arte y patrimonio.