Rompiendo Filas, breve historia de la segunda Bandera de Desaparecidos FADU

Breve racconto que tardé 10 años en escribir

Andres Snitcofsky
9 min readMar 23, 2016

(ver parte II de este relato)

Segunda Bandera recordatoria de los Desaparecidos de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo

En 2005 mientras promediaba mi carrera de Diseñador Gráfico, en la FADU-UBA corrían vientos de cambio, a la par de la política nacional de aquel entonces. Las autoridades de la casa de estudio estaban cambiando, sumando nuevas voces en diversas posiciones de la institución, direcciones de carrera y cátedras.

Dentro de esos movimientos, se abría paso una sección de Derechos Humanos (cuasi unipersonal) dentro de la secretaría de extensión, que buscaba como primer hito abrir los archivos que hubiera de los estudiantes desaparecidos de la FADU.

El trabajo de investigación y recuperación de los archivos, coordinado e impulsado por Marcelo Castillo, también permitía e invitaba a utilizar dicho material como base para la realización de una bandera conmemorativa para reemplazar la original, que sobrevivía aún colgada por 20 años en el patio central.

La Bandera Original

En una nota en Página 12 de fines de 2005, Castillo contaba:

“La bandera original realizada artesanalmente y en forma colectiva logró, a lo largo de todos estos años, mantener presentes a estudiantes, docentes, profesores y arquitectos que formaron parte y aportaron a esta casa de estudios sus proyectos e ideales por una sociedad mejor. Por eso, estos concursos son también un acto de reconocimiento y reivindicación a los compañeros que investigaron y construyeron el primer listado y la primera bandera que fue destruida intencionalmente y luego reconstruida varias veces hasta la que se preservará.”

Bandera original recordando a los compañeros desaparecidos de la FADU, 1987

Para muchos de los que estudiamos y/o dimos clases a principios del siglo XXI en la FADU, aquella bandera, confeccionada a mano y ya en un estado bastante deplorable, fue un silencioso testigo que nos miraba desde lo alto del patio central intentando contarnos algo.

Observándola en tiempos libres, recreos e incluso tomas de la facultad, fui adentrándome en su análisis simbólico. No solo los nombres allí escritos representaban a los estudiantes desaparecidos. Los trazos de pintura de diversos colores y tipos de letra eran huella de quienes la habían confeccionado. Me hacía viajar 20 años atrás para imaginarme a otros como yo, de veintipico, tirados en el patio central trabajando sobre una enorme tela desplegada en el piso, con brochas de pintura. Un ritual que en épocas de entrega aún se repetía en mis años de estudio, y que hoy perdura. La desprolijidad de la bandera me hacía suponer que, dentro de una facultad de especializados en Forma, en aquel caso la urgencia fue el Contenido. Asumo que se habrá pensado como Bandera provisoria, en aquella primavera democrática de 1987, donde los Juicios avanzaban, pero también comenzaban las maniobras para frenarlos y dilatarlos. Tan solo unos años después, se desmoronaba la esperanza de Justicia, quedando solo la posibilidad de Memoria y Verdad en manos de la militancia. Imagino el peso simbólico que habrá tomado entonces aquel primer esfuerzo, cuando los estudiantes veían deteriorarse tanto a la bandera como a los avances sobre Derechos Humanos, mientras los Indultos eran aplaudidos en los recintos legislativos y mediáticos.

Todo este análisis hizo que al enterarme del concurso para reemplazar la Bandera (que debía ser retirada para reparaciones edilicias), fuera natural afrontar dicho desafío. Habiendo pasado gran parte de mi adolescencia siendo “el que sabe de esos temas” y encontrando escasas amistades con las que discutir sobre derechos humanos y políticas en general, la FADU no me propuso algo muy distinto. Recuerdo el primer dia de clase de Diseño Gráfico I haber llegado tarde por venir de “la marcha” y, en la ronda de presentaciones, recibir miradas escépticas, prejuiciosas, pero por sobre todo ajenas. Con alegría me reencontré con alguien con quien había también compartido aquella soledad ideológica en nuestra formación secundaria técnica. En esa época él terminaba sus estudios de arquitectura y juntos abordamos el proyecto.

La Propuesta Original

Nuestra propuesta para la Bandera, intentaba ser disruptiva. El valor histórico de la original era indiscutible, por lo que reemplazarla en su mismo lugar con un equivalente digital, no tenía sentido. Así propusimos, intencionalmente rompiendo los límites de las Bases del Concurso, deconstruir el concepto de bandera y generar algo espacial, dinámico, usable, hasta caótico.

Bocetos de lo que propusimos en el Concurso.

Los nombres y las fotos no convivían en un mismo plano físico, sino en diferentes profundidades y capas, alternándose con breves raccontos de historia, incluso recordando documentalmente la bandera original. Algunos de estos paneles podían desenrollarse y descender hacia el patio central, para ser utilizados como pantallas donde proyectar documentales. El dorso de estos paños, visibles desde los entrepisos, poseían información para lectura más cercana, e incluso, la posibilidad de usarse como cartelera.

La Memoria Descriptiva que acompañaba los bocetos fundamentaba la propuesta, tanto desde el punto de vista ideológico-simbólico como desde el arquitectónico-diseñístico. [Lamentablemente, no pude encontrar dicho documento]. Sosteníamos que el objeto-símbolo debía hablarle a las generaciones futuras, y transmitir su mensaje de forma abierta y analizable, pensando en estudiantes que la vivirían-usarían a diario en décadas venideras.

El Concurso

Finalizado el concurso, el jurado declaró el primer puesto vacante. Nuestra propuesta quedaba en segundo lugar, ya que no cumplía las bases (y seguramente excedía el presupuesto). El decanato de Dujovne se terminaba y, para no dejar el proyecto inconcluso, el jurado decidió convocarnos a nosotros y al 3er puesto para que elaborásemos una revisión de ambas propuestas.

Con nuestra poca experiencia en concursos abiertos y reglamentados, no sabíamos bien qué significaba esto, pero claramente no era algo común. Luego supimos que tendríamos un ‘tutor’ para dicha reelaboración, y finalmente descubriríamos que la tutoría no era sólo técnica sino que incluía requerimientos ideológicos que venían desde quién sabe dónde.

El tiempo que siguió lo recuerdo tenso y triste. El sabor de haber sido premiado por vez primera en mi disciplina se disipó rápidamente (incluso, de la historia, ya que no logro encontrar documento alguno que pruebe el resultado del concurso). Siguieron entonces discusiones con ‘los tutores’, que pretendían influir sobre la base ideológica del proyecto, pese a que el jurado había distinguido principalmente la Justificación del mismo como lo más rescatable.

La Nueva Propuesta

Las opciones de diseño posibles eran escuetas. La bandera tenía que ser un solo paño, de fondo blanco, con las fotos y los datos de cada desaparecido. No había cabida para mucho más.

Igualmente, las pocas herramientas con las que contabamos, eran suficientes para el gran maestro Müller-Brockmann: Variables tipográficas, grilla, ocupación del campo y ordenamiento.

Variaciones de la propuesta final

Así, luego de ensayar todas las variaciones posibles, las decisiones fueron pequeñas pero defendidas ferreamente en las reuniones:

  1. Los nombres irían primero, pese a que el orden fuera por apellidos, ya que esa es la usanza en la facultad: Llamarse por el nombre (muchos incluso, desconociendo los apellidos de sus compañeros)
  2. Se incluiría la ocupación: docente, estudiante, profesor, adjunto, o lo que se supiese.
  3. Se incluiría la edad, buscando generar empatía con el lector de dicha bandera, probablemente del mismo grupo etario, sin importar cuantas décadas pasaran.
  4. En el último orden de lectura posible, la fecha de detención, que pese a ser importante, también es el único dato que fue elegido por el terrorismo de estado.
  5. La grilla sería caótica, orgánica, con una tendencia al agrupamiento en el centro, en torno al “Siempre Presentes”. Una grilla estructurada, ortogonal, recordaría al orden militar y opresor. Nuestra bandera debería recordar el agrupamiento asambleario de estudiantes, con sus diferencias, distancias, acercamientos y movimientos.
  6. La alineación de los datos y las fotos se ubicarían en espejo, alineadas hacia uno y otro lado, apoyando el punto 5.
  7. El ordenamiento alfabético por apellido permitiría encontrar a una persona en particular, con cierta dificultad que obliga a prestar atención a otras fotos y nombres, cumpliendo así el propósito del recordatorio.
  8. Finalmente, una frase contextual recorrería toda la base de la bandera, en un tamaño de texto que obliga a recorrer los 20 metros y, probablemente, ver rostros nuevos, tanto en la bandera como en su entorno.

Estos puntos fueron bastante discutidos, al punto de que la frase final (punto 8.) fue “modificada” por Los Tutores.

Así quedaría la frase (arriba), modificando la nuestra (abajo)

Las Fotos

Lo que siguió fue la ardua tarea de chequear los datos, los nombres, las fechas, las edades. Y las fotos.

Foto de legajo de Patricia Viviana Chait

Muchas de las fotos salieron de los legajos que la FADU recién abría. Eran fotos carnet, blanco y negro, abrochadas en un sobre manila. El material había sido escaneado como se lo había encontrado, incluso con sellos o ganchos que se superponían con los rostros. Esto abrió un debate interesante e intenso, que aún hoy no estoy seguro de poder responder. ¿Debíamos fotoshopear e intentar limpiar las fotos para mejorar su reconocimiento? ¿Y si en ese esfuerzo, borrabamos o alterábamos algún rasgo verdadero? La intención era unificar el estilo de las fotos, para que lo que sobresaliera fueran las diferencias de las personas y no de sus registros. Pero quizás deberíamos haber usado el material original, evidenciando que en muchos casos, las familias tienen muy pocas fotos de sus desaparecidos. Incluso en la mayoría de los casos, las familias no pudieron ser siquiera contactadas.

Otras fotos no eran de archivo, eran claramente recortes de fotos normales. ¿Hasta donde debía llegar el fotoshopismo? ¿Era válido eliminar el contexto de una foto? ¿Una playa, un bosque, u otra persona en una foto hace ruido? En un caso particular, en el archivo no estaba la foto de Roberto Carri, y su familia nos acercó una foto familiar. Tuve que borrar de dicha foto a una de sus hijas que tenía en brazos, y se colaba en el formato foto carnet. No fue grato, pese a que lo que yo hiciera con el maus no afectaría a la Albertina Carri de carne y hueso.

El despliegue

Finalmente llegó el día, y luego de ayudar a conseguir un presupuesto que permitiera imprimir la bandera, preparar los originales y llevarlos al taller gráfico, el enorme rollo de tela vinílica arribó un sábado a la FADU.

El ambiente era incómodo. Yo ni siquiera fui, enojado porque habían reemplazado nuestra frase del archivo original, con la suya. Pero el desorden del taller gráfico hizo lo propio, y al confundir el archivo, imprimieron nuestra frase.

Allegados me relataron la cara de quienes en ese momento vieron desplegarse la última vuelta del rollo, develando el error del imprentero.

“¿Vieron que al final les respetamos la frase?… Igual en unos años cambiamos la bandera y listo”

Esa frase resonaría en mi cabeza por 10 años. Hoy, de casualidad recibí la noticia de que el día 23 de marzo de 2016, 10 años después de aquel acto de inauguración (ver foto abajo) se reemplazará la bandera con otra.

La bandera el dia de su despliegue. Una asamblea arriba. Otra abajo. Alrededor de la misma idea de un presente continuo y en desarrollo

Claramente el resultado final pudo ser mejor. El buen diseño no necesita ser explicado ni defendido. Fue el resultado de eso que pudimos ser, todos los que participamos.

Incluso hoy, luego de tanta reflexión, no se si tendría una propuesta mejor. Por eso me alegra (y me intriga) ver que otros hayan elaborado una propuesta superadora.

Solo espero que la nueva haya sido realizada también por estudiantes, en concurso libre y sin mediar indicaciones ni limitaciones superiores de ningún tipo. No hay mejor forma se homenajear la democracia que ejerciéndola.

N. del A.: Durante los siguientes 8 años, como estudiante y como docente, vería diariamente la bandera desde todos sus ángulos. Como autor en el anonimato de la pieza mas grande de comunicación del patio central de la facultad de diseño mas importante del país, sufrí mi propia y feroz autocrítica en silencio.
Ansioso de escuchar críticas de colegas o admirados, ante cualquier comentario, hice lo posible por propiciar el diálogo en torno a dicho símbolo, pero me fue difícil. Quizás algunos símbolos no quieren ser discutidos o reelaborados. O no hay interés de hacerlo.

N. del E.: Muchos protagonistas de esta breve historia no aparecen con nombre y apellido, probablemente los agregue cuando lean esto y estén de acuerdo en que así suceda.

Actualización: Aquí se puede leer lo que sucedió luego de lo relatado

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Andres Snitcofsky

Diseñador gráfico. Visualización de datos. @cargografias (no soy @ams)