El estilo y sentido del humor de Wes Anderson son intocables. Así se cambien personas de carne y hueso por figuras y escenarios a escala por miniaturas, Anderson les dota de esa vida que tanto lo caracteriza.
La historia, basada en el cuento de Roald Dalh, sigue a Mr. Fox: un zorro, padre de familia y ladrón retirado. Cuando decida cometer el último plan maestro, su vida y la de todos los que lo rodean estarán en riesgo debido a tres granjeros que desean venganza.
La libertad del stop motion le permite a Anderson alcanzar la simetría en su fotografía, como tan acostumbrados nos tiene; nos obstante, esa puerta abierta la traspasa tanto como en su filmografía previa.
Pareciera que Fantastic Mr. Fox crea un balance en su estilo. Como si la película se tratara de un ensayo para que Anderson experimente sus capacidades con esta técnica de animación. Y el resultado es notable; nos demuestra que su estilo encaja perfectamente con los relatos que se narran como cuentos, que existe algo de magia en cada detalle.
La actuación es otra marca de fábrica en las películas de Anderson. Interpretaciones cuadriculadas, con diálogos que son ordenados y pausados. Aquellas figuras inanimadas, de pronto, cobran más vida y carisma que cualquier otra película con actores de carne y hueso.
Fantastic Mr. Fox es otro logro de Wes Anderson, no solo por contagiar con alegría una vez más, sino también por trasladar ese estilo a un formato completamente distinto. Con mayor razón se espera ansiosamente el estreno de Isle of Dogs.
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