Escuchar, escuchar, seguir escuchando y recién después ayudar

Cosas que aprendí en el máster de Periodismo Social de la CUNY Newmark Graduate School of Journalism y cosas que quiero hacer más adelante con eso.

Sebastián Auyanet
12 min readJan 9, 2018
Estación de tren en Astoria Boulevard, Nueva York (Foto: Sebastián Auyanet)

(Advertencia: la última parte de este texto hace referencia a mi primera experiencia dentro del proyecto de Breaking News de NowThis del que fui parte durante cuatro meses, hasta su finalización, momento en que pasé a encargarme de audiencias, publishing y otras cosas en el canal en español de NowThis).

Fue un año tremendo. El Master en Periodismo Social (MA in Social Journalism) que cursé este año en la universidad CUNY (entre mi último posteo de esta serie en español y este que estoy escribiendo ahora), me ayudó a seguir viendo al periodismo de otra forma. No era fácil: cargo con doce años de una sola forma de entenderme como profesional, tanto como reportero como en la faceta de editor. No puedo decir que soy exactamente uno de esos personajes marchitos que todavía deambulan por las redacciones esperando que algo o alguien los reivindique mientras su tarea más importante del día se centra en ver a quién le pone la tapa en Twitter, pero sí que tenía dudas. Lo que quiero decir es que yo llegaba con lo mío: intentar entender si era posible, de algún modo, redefinir las (pocas) habilidades que tengo como periodista para acercar a la gente al periodismo de otro modo. Y antes de llegar, la respuesta no era un “no” contundente, pero sí un “sí” con muchas ganas de que esa afirmación pudiera ser correcta.

El Master en Periodismo Social se diferencia de los programas regulares de posgrado en una cosa: está centrado en enseñarte a vincularte de una forma concreta con una comunidad (un barrio, gente sufriendo un determinado problema, gente con un hobby en particular, la audiencia de un medio, etcétera) y diseñar una solución para servirlos de una forma diferente que con, digamos, una nota o un reportaje. Parte de la base de que si concebimos al periodismo como un servicio y no como un producto, no podemos ceñirnos a los géneros y formatos de siempre, sino que a lo mejor puede haber otras formas de informar que complementen a esa forma de hacer (colegas: léase que escribí complementen, no “reemplacen”). En una época en la que la “masa es un concepto difuso e inasible”, el periodismo social anima a centrarse en comunidades pequeñas que quizá puedan sostener a esa actividad periodística lejos de los mandatos del tráfico masivo y la forma en que esta búsqueda ha complicado las relaciones de confianza entre lectores y medios. Pero contrario a lo que se piensa, es un programa lleno de elementos del periodismo tradicional; su propuesta es definir espacios para su aplicación acorde a las necesidades de la comunidad con la que se trabaja. Tiene una presencia fuerte de aprendizaje en técnicas de uso de redes sociales, pero no es un programa especializado en eso: muchos de los proyectos finales de mi promoción tuvieron un componente fuerte que no las tenía en cuenta, desde fanzines hasta eventos en vivo. No es un programa para periodistas activistas, aunque si tenés un interés en la justicia social o ambiental, es un programa que te ayuda a trabajar desde una perspectiva que priorice la transparencia en los métodos.

La premisa del programa, como dice su directora, Carrie Brown, es que aquí la noción sobre “objetividad” tiene muchos matices y que las inclinaciones que pueden afectar al trabajo de un periodista son mucho más que políticas. Entonces, la transparencia sobre la forma en que se trabaja es la manera de buscar otro tipo de relación con los receptores de su trabajo (que ante todo es la gente: no son ni los políticos, ni las fuentes ni mucho menos los pares).

Caminando junto al experto Brian Vant-Hull en medio de una ola de calor en Harlem (Foto: Federico Bardier)

Durante este año decidí también que quería intentar conocer a Nueva York un poco más en profundidad y, si podía, devolverle algo a la ciudad que de algún modo trajo a mi familia a vivir esta tremenda experiencia de un año. Entonces, me centré en una comunidad compleja: gente que vive con “inseguridad energética”. O sea, gente que no puede mantener su casa caliente en invierno, o fresca en verano. Cualquiera pensaría que en una ciudad con los recursos de Nueva York, eso es un mal menor. Y se equivocaría: tomando solo como referencia a la vulnerabilidad al calor extremo, más de 120.000 personas en el Norte de Manhattan (es decir, todo Harlem, Washington Heights e Inwood, tres de las zonas con menor ingreso promedio per cápita de la ciudad) no tienen acceso, por distintas razones, a métodos para ambientar su hogar como un aire acondicionado. Una de ellas es que en las viviendas públicas para personas de bajos ingresos (si escuchás rap de este país, los famosos projects) precisás permisos especiales y pagar una tasa especial por unidad de aire que tengas en tu casa. Como consecuencia, si justo vivís en una zona donde el calor se concentra más (aquí los llaman “heat pockets” o “bolsillos de calor”) básicamente tu propio apartamento te cocina durante todo el día. Si sos un adulto mayor, esto te mata de a poco hasta que un día tu corazón quizá diga basta. Si sos un niño, la humedad permanente te garantiza asma de por vida. Las soluciones no están claras en un barrio en el que la afluencia turística funciona como un vidrio esmerilado: al lado del apartamento renovado del francés que vive hace cinco años en el barrio clave de la cultura negra y latina, un dueño está intentando echar a alguna familia tradicional del lugar para que venga otro extranjero y cobrar más dinero por el alquiler. Con diferentes estrategias de acoso y derribo, por lo general, lo terminan logrando. La gentrificación, aquí, deriva en otros dos términos: racismo ambiental e inequidad sanitaria.

En la casa de Kevin, un vecino de un complejo de viviendas públicas en South Bronx. (Foto: Sebastián Auyanet)

Fue un poco inconsciente de mi parte creer que en un año iba a lograr conectar con una comunidad tan difusa y estuvo bien hacerlo: por lo general, los periodistas tradicionales no estamos acostumbrados a hacer este tipo de procesos. Con el tiempo aprendí que ni siquiera los integrantes de este grupo de afectados tenían una noción real del problema que los afecta, sin importar las cifras, las historias y los reportajes sobre el tema o las repetidas advertencias sobre el cambio climático que inundan la era Trump. Hablé con gente que tuvo que instalar equipos de aire usados y en mal estado que escupían un aire terrible a sus hijos pequeños. Casi me deshidraté durante una mañana entera en un apartamento del Bronx en el que una señora de casi 80 años me decía que podía aguantar el calor y que se sentía mejor en verano mientras la cara se le hacía agua. Ninguna de las personas con las que hablé estaba al tanto de los (subutilizados) programas estatales para conseguir ayuda para este tipo de cosas. Descubrí en mis caminatas y casi calcadas conversaciones con representantes de organizaciones sociales que no hay registro preciso de ingresos a emergencias por shocks de calor y que hay un programa de “centros de enfriamiento” alrededor de la ciudad que la gente usa poco. Y aún peor: hay un programa que ofrece aires acondicionados gratis que este año solo admitió el 25% de las aplicaciones de neoyorquinos: 500 sobre 2000. En esta ciudad se mueren todos los años 140 personas por eventos de calor extremo.

Partí de la base de que tenía que conseguir socios para llegarle mejor a la gente a la que quería que mi trabajo ayudara. Me asocié mal con gente que solo buscaba un community manager para su proyecto. Intenté colaborar con expertos e investigadores poco interesados en intentar formas de efectivamente llegarle a la gente sobre aquello que investigaban. Pero finalmente, encontré sintonía con Adam Glenn y AdaptNY, un proyecto liderado por un periodista que el año pasado, en sociedad con un medio grande como la radio pública neoyorquina (la WNYC) y una organización social basada en el Norte de Manhattan y centrada en temas de justicia ambiental (desde las emisiones de los autos hasta la humedad dentro de las viviendas), instalaron medidores de temperatura en distintas casas de la zona y encontraron un patrón nocivo. El proyecto se llamó The Harlem Heat. Luego, juntaron a los integrantes del experimento (en su gran mayoría vecinos de la zona) y les preguntaron durante un taller: ¿cómo podemos resolver esto? La clave, creo, es que no agarré el primero socio que apareció, porque lo cierto es que si quería hacer esto bien, el 90% de los involucrados no iba a poder ayudarme.

La noción más clara era que había que ayudar a la comunidad a responder por sí sola, a ser resiliente. Y había (hay) una oportunidad de ofrecerle información de forma más efectiva, precisa y dedicada para que tome mejores decisiones. Una nota en el diario local quizá no sea la forma más efectiva de hacerlo, si es lo único que se va a hacer al respecto. Y por esto, mientras yo profundizaba en mi aprendizaje sobre el periodismo de datos, el video para redes sociales, el manejo de métricas y analíticas o distintos lenguajes de programación y modelos de proyectos en modo startup, ayudé a AdaptNY a avanzar hacia un segundo proyecto: una red de vecino a vecino en la cual no solo se comparta información al respecto sino que también se ayude a sus integrantes a reaccionar ante una ola de calor con velocidad y efectividad, ayudándose los unos a los otros. El proyecto está en su fase inicial, pero con grandes chances de dar sus primeros pasos reales el año que viene. Yo colaboré diseñando formas diferentes de llegarle a los miembros de la comunidad cuando el proyecto esté en marcha, testeando un proyecto de postales con información y una aplicación web en la que rápidamente podés chequear si estás habilitado a pedirle a la ciudad que te instale un aire acondicionado de forma gratuita. Lo hice en dos idiomas, porque en Harlem hay tanta gente hablando español como la que habla en inglés. Y también hice notas, claro: tanto sobre temas relacionados a la imposibilidad de pagar las facturas de energía como artículos explicativos sobre cómo los programas para adaptar casas y que resistan temperaturas extremas están en peligro dadas las prioridades de la administración Trump, o un video sobre qué es un “bolsillo de calor” (crédito para mi compadre Federico Bardier por la mayoría de imágenes de este video).

La portada de mi aplicación web que te ayuda a detectar si sos elegible para pedir un aire acondicionado gratis a la ciudad.

Me faltó llegar un poco más allá, tener un poco más de incidencia inmediata dentro de esta comunidad, individualizar un poco mejor a las personas a las que quería servir. Pero me reconfortó poder haber utilizado mi experiencia como periodista para encontrar una manera distinta de identificar y sintetizar información. Sí, siempre en estos casos hay que apostar a un cambio político o al menos a generar conciencia sobre un defecto en el sistema y eso se hace con notas (segundo aviso por las dudas: dije complementar, no reemplazar). Pero mientras tanto: ¿podemos los periodistas ayudar a la gente a que pueda reaccionar ya mismo y darse una mano hasta que la política, mal y tarde (o nunca), haga su trabajo?

Yo creo que podemos y el programa me permitió comprobarlo. Eternas gracias a Carrie, a Jeff Jarvis por inspirar esta línea de pensamiento que me empujó a querer saber más y a los profesores que me ayudaron a abrir la cabeza e ir para adelante como Jeremy Caplan, Terry Parris Jr. de ProPublica y LuisMiguelEchegaray de Sports Illustrated. Y a CUNY, una universidad modélica, que además es pública y que ofrece como pocas un entorno experimental que intenta que los periodistas nos sacudamos de una vez la modorra, el cinismo estúpidamente ensañado con cualquier intento de contribuir a la profesión y la auto conmiseración que solo ayuda a esperar que alguien nos saque del pozo mientras seguimos pensando que la gente tendría que leer lo que publicamos sin pensar un minuto en sus necesidades, sin tratar en absoluto de escucharlas antes de ponerse a escribir.

Lo que viene

Pero el final del año vino con algo más. Desde enero, voy a ser parte, durante cuatro meses, del equipo de redacción de NowThis News. Conocí a este proyecto cuando estaba arrancando, hace cinco años, cuando una nota de la Review de Periodismo de la Universidad de Columbia mencionaba a ese proyecto y a The Young Turks como dos intentos serios y efectivos de llegarle con noticias a la gente joven, dentro de las plataformas que estaban consumiendo. La promesa de dar las informaciones concentradas en videos de entre 40 y 60 segundos no me parecía tan estúpida: adaptarse para atender a un público que de todas formas no le daba pelota a las noticias me parecía noble y hasta divertido. Me di cuenta este año de que, por sobre todas las cosas, lo que más a mí me interesa dentro del periodismo es encontrar las formas de que la gente esté más y mejor informada, y NowThis encontró una oportunidad temprano de hacerlo sin ceñirse a géneros, formatos o plataformas. Crecieron mucho y ahora son un gigante en distintas plataformas de consumo, con varios canales específicos que van desde la mujer hasta la marihuana, pasando por los deportes, la política y, más recientemente, las audiencias en español.

Este año, NowThis contrató a Andy Carvin y a P. Kim Bui, cabezas del proyecto Reported.ly que, durante dos años, fue un premiado servicio de noticias basado solamente en Twitter y dedicado a cubrir eventos globales en tiempo real, con verificación de contenidos y descripción de los procesos periodísticos. La experiencia estaba construida alrededor de cómo Andy dio voz a los egipcios y tunecinos que contaban, vía redes sociales, lo que estaba pasando de verdad en medio de la primavera árabe, en 2011. Su trabajo resonó tanto que el iPhone con el que trabajó todos esos meses hoy está en un museo. Kim fue este año una de las cabezas del proyecto Documenting Hate, centrado en detectar episodios de odio racial o de género en todo Estados Unidos. El proyecto tiene sentido porque hay miles de estos episodios pero en muchos estados ni siquiera se los identifica como crímenes.

La intención de NowThis es que, de la mano de Andy y Kim, el proyecto tenga un soporte más periodístico y que apunte al reporteo original, más que a la agregación y reempaquetado de videos para redes sociales, eso en lo que NowThis sigue siendo líder. Eso viene con NowThis Newsroom, una operación al estilo de reported.ly, pero que ahora va a contar con el poder de una redacción completa que va a ir incorporando más peso periodístico y sumando otro tipo de historias y coberturas a su oferta regular (si leés en inglés, Andy y Kim lo explican mejor en esta entrevista). Yo voy a trabajar durante cuatro meses junto a ellos en los primeros pasos de este proyecto experimental, antes de volver a Montevideo.

En este caso, como me pasó años atrás en Montevideo con El Observador, la comunidad en la que nos vamos a centrar va a ser, de algún modo, la gente que está interesada dentro de las redes sociales, en algún suceso y busca alguien que se lo pueda contar de una forma interesante y concreta, y con un proceso transparente detrás, lo que va a sustentar a las formas efectivas de comunicar que ya tiene NowThis. Por eso creo y espero que de esta experiencia lo que salgan sean todavía más formas de escuchar, de verificar, de conversar y de entender cómo puedo servir mejor a la gente que, desde el primer día que entré a una redacción, intento servir. No hay recetas y seguramente habrá más errores, pero justamente agradezco haber tenido constancia, desde 2005, en querer exponerme al error para poder aprender y después contribuir de una mejor forma a esta profesión de la que no me pude separar desde que entré por primera vez a una redacción. Y ciertamente me gusta mucho más la idea de, como dice Jarvis, ayudar realmente a informar discusiones y deliberaciones en diferentes espacios y comunidades con distintas necesidades y perspectivas y abandonar un poco la idea de que nuestro objetivo es hacer que la gente compre una visión común y compartida de una realidad proyectada. Hay una oportunidad y yo voy a hacer todo lo posible para entender más cómo aprovecharla.

--

--

Sebastián Auyanet

Journopublisher en NowThisNews, media consultant. Ocassional professor. MA in Engagement Journalism. Obsessed with bringing people closer to journalism.