El lujo de la desconexión

SeirenFilms
5 min readMar 1, 2016

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Hace 15 días atrás me encontraba en la ciudad de Berlín, preparándome para dar una conferencia sobre Narrativas Transmedia y realidad virtual para Berlinale cuando sucedió algo inesperado en medio del viaje. Fue algo que había sucedido en varias oportunidades pero esta vez decidí abrazar el glitch del sistema y ver que pasaba. Cambiar mi respuesta al estímulo, y esperar.

Houston, Cuba, London, Berlin, we have a problem

Viajo mucho como parte de mi trabajo en SeirenFilms y muchas veces me conecto desde lugares que parecieran estar al borde del territorio permitido de la conectividad (pasé mucho tiempo conectada trabajando en Cuba, en mis clases de EICTV o en Bolivia. También muchos viajes que me hacían estar un día México y el otro mismo en Escocia o Islandia) y es ahí cuando Facebook empieza a desconfiar de mi y da rienda suelta a sus protocolos de seguridad para averiguar si yo soy realmente yo. Ya no sólo son válidas las preguntas de rutina sino esas preguntas se extienden a mi timeline haciéndome preguntas sobre mi entorno. Algunos gadgets que se autoconectan, olvidados en mi país natal y el caos comienza surgir.

¿Estoy donde estoy o estoy donde está mi smartphone o tablet? ¿Estoy en el lugar dónde saco fotos? ¿Estoy realmente ahí? Cada vez que intento conectarme, Facebook quiere saber si yo soy realmente yo.

No lo culpo.

Al principio fue casi como una broma recurrente y new age, ¿yo soy yo cuándo viajo? ¿Quién soy realmente cuando estoy mediatizada por las redes?

Tuve una fase casi entretenida y metafísica de conversación con Bots hasta que la cantidad de trabajo que estaba teniendo era lo suficientemente intensa como para no tener ganas de lidiar con que Facebook se pusiese Hamletiano. E hice lo que hice muchas otras veces hice temporalmente: Dar de baja Facebook. Ya se que uno no puede borrarse del todo, y tampoco es la intención, pero ahí, en eso de desactivar la cuenta encontré un espacio.

No es la primera vez que lo hago ante la avalancha de mensajes en períodos intensos de trabajo, así que tenía claro que es lo que iba a suceder:

Gente que se preocupa: Si estás fuera de Facebook es porque “algo” te pasa.

Gente que se pone paranoica: Si no pueden acceder a tu página es porque los “blockeaste”

Gente que se esfuerza en hacerte sentir que te estás perdiendo el mundo.

Gente que te olvida.

Gente que jamás se dio cuenta.

Gente que igual, más allá de todo, te encuentra.

Los primeros días fueron sencillos. Tratando de navegar las complejidades de acceder a ciertas aplicaciones que requerían un login vía Facebook o moderar ciertas páginas. Por momento pensé en generarme otro perfil cuasi secreto pero eso sólo derivaría en un círculo vicioso que saldría mal: Yo no soy Batman. Ni quiero serlo.

Con los días, la noción del tiempo, la cantidad de notificaciones, la ansiedad de saber qué está haciendo otro, el traslado mental de no estar en ningún lado en ningún momento, empezó a ceder. ¿Cuál es el objetivo de viajar si siempre estamos en el mismo sitio, en Facebook?

La isla

Abandonar por un rato ese no-país-virtual de la comparación eterna, esa nube de información ruidosa, poco curada e intrusiva fue cómo un oasis. De pronto me siento como en una isla desierta dónde los días tienen 35 horas y me puedo concentrar. Say Hello! to monotasking.

Al volver a Buenos Aires, y retomar el trabajo diario, me vi envuelta en tener que preguntarle a los que quiero cómo están (ya no puedo leer sus feeds) y en tener que aclarar que estoy sin Facebook, que busquen otras redes para conectarse conmigo o directamente que acudan al Facebook de mi productora. También escuché anécdotas geniales como gente que dejó Facebook por tres meses y aprendió a programar o escribió un libro. U otros que se maravillan y te preguntan ¿realmente se puede estar desconectado?

Tampoco es que pasé al mundo de los que no tienen móvil. Facebook no es internet. Youtube no es el cine. Y así.

Cuando uno empieza a moderar, filtrar y entender cómo lidiar con el tiempo de conexión social, Internet vuelve a ser ese país maravilloso donde podés aprender todo. Internet deja de ser un espacio barroso en dónde ver lo bien que le va a otro y a vos no. Internet vuelve a ser internet y no un filtro de éxito social prestidigitado por algoritmos burdos. Internet no es Facebook.

Casi como en una cuestión mesiánica me pregunto ¿Qué vamos a hacer con el tiempo que se nos ha sido dado?

Pienso en eso de hacer un experimento social y aprender a tocar el Ukelele, o a programar. O hacer lo que realmente quiero hacer que es escribir una película y un libro.

¿Me fui a algún sitio?

No.

¿Me fui de Facebook para siempre?

Hell no! Pero pienso seguir así por un tiempo. Sin perfil personal.

¿Dónde estoy?

Estoy aquí reflexionando sobre cómo nosotros construímos las herramientas y luego las herramientas nos construyen, de eso se trata. Si queremos entender cómo construir una realidad virtual, primero hay que experimentar a fondo como vivir en una realidad. Hay que reclamar para nosotros individuos el lujo de la desconexión.

Sin demonizar. Sin huir hacia el paleolítico.

Todo está pasando siempre en todos lados. Siempre fue y será así.

Hemos nacido como seres infinitos, pero aún no sabemos cómo nuestras extensiones digitales muchas veces fallan en manejar la ubicuidad. Somos seres infinitos absolutamente desconectados y mediados por la impunidad de nuestras interfaces. Somos y nos construiremos mejor en la experimentación digital y material. En ese vaivén hay que aprender a habitar y a conocerse.

Desaparecer de una red social no es desaparecer. Blockear a alguien no es matarlo. Cancelar una amistad no borra seres del planeta. Siento que nos comimos nuestros avatares y creemos que así funciona. Y no.

Lo que hacés con las herramientas que construíste y te construyen es lo que cuenta. Ese boomerang de creación personal y social en el filoso equilibrio de ser y estar en todos lados y en un sólo lugar al mismo tiempo. Al menos hasta que podamos comernos los platos de Instagram, mientras tanto, cerrar ventanas y abrir más los ojos. A ver si en una de esas construímos una realidad, aquí o allá de la que no querramos escapar.

Me siguen encontrando por email en MLaura @ seirenfilms.com y en todas las redes sociales como @seirenfilms

Y también en mi casa. Ahora mi spam, es por carta. Loving it.

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Storytelling & Narrative Design. Explorando el lenguaje de los pixels. Haus of #Storyhackers. By María Laura Ruggiero