Una tormenta perfecta sobre los cubanos varados en Costa Rica
La grave situación humanitaria que viven cerca de dos mil cubanos varados en Centroamérica son solo los nubarrones de una tormenta que viene formándose hace varios años y amenaza con desatar una nueva crisis.
En enero de 2013 Cuba actualizó su política migratoria y eliminó algunos mecanismos de control que por décadas habían servido como barrera para contener la migración legal.
Aunque la llamada “carta blanca” del gobierno para autorizar la salida de todos sus nacionales generaba un evidente descontento popular, constituía un mecanismo relativamente efectivo para filtrar a aquellas personas que tenían la clara intención de abandonar el país.
El costo político de asumir esa responsabilidad no era sostenible por más tiempo. Además, quienes encontraban cerradas las puertas de la aduana siempre podían optar por salidas ilegales, poniendo en riesgo sus vidas y generando una imagen negativa a nivel internacional.
El Estado optó por dejar de ser el malo de la película y devolvió a las respectivas embajadas la tarea de reconocer quién quería visitar a sus familiares o hacer turismo y quién buscaba asentarse de manera permanente, lo que es mucho más lógico y la práctica habitual en cualquier lugar del mundo.
A pesar de algunos malentendidos iniciales, la nueva ley fue bien recibida y puso fin a la interpretación restrictiva de un derecho básico.
Los cubanos descubrieron de la noche a la mañana cuán difícil es obtener legalmente una visa, en especial si se trata de un país del primer mundo, que son muy cuidadosos a la hora de escoger sus visitantes. Los profesionales jóvenes son usualmente bienvenidos, pero no sucede igual con personas poco calificadas o con alguna limitación.
Pero Cuba no juega con las mismas reglas en un lugar muy especial, ubicado a solo 90 millas de sus costas, que es el santo grial de todos los migrantes del mundo: Estados Unidos.
Mientras sus pares latinoamericanos o africanos son perseguidos y deportados por las autoridades norteamericanas, los cubanos tienen una vía expedita a la residencia en el país más desarrollado del mundo.
A estos privilegios pueden aspirar no solo aquellos que viajan legalmente, sino todos los que alcancen territorio estadounidense, sea por la vía que sea. La misma persona que aplicó para una visa y fue rechazada en La Habana, tiene vía libre en caso de que ponga en riesgo su vida en el mar o en una larga y peligrosa travesía por tierra.
La Ley de Ajuste Cubano de 1966 y la política de pies secos-pies mojados, establecida por el gobierno de Bill Clinton en 1995, son una muestra clara de la hostilidad que ha marcado las relaciones bilaterales desde el triunfo de la Revolución.
Por más que se intenten encubrir con un manto humanitario, su objetivo no puede ser otro que el de desestabilizar el país, drenar su capital humano e intentar desacreditar el modelo social y político escogido en 1959.
EL DETONANTE DEL 17 DE DICIEMBRE
La persistencia de EE.UU. en utilizar la migración como un arma y la actualización de la política cubana de 2013 (que como se explicó respondió a una coyuntura sobre todo interna), eran de por sí una mezcla explosiva, pero el detonante que faltaba llegó el 17 de diciembre del año pasado.
Sin que casi nadie lo previera, los presidentes Barack Obama y Raúl Castro anunciaron ese día que Cuba y Estados Unidos estaban dispuestos a abrir un nuevo capítulo en sus relaciones bilaterales, tras más de medio siglo de distanciamiento.
Si la Ley de Ajuste Cubano viene tambaleándose desde hace rato — pues resulta cada vez más difícil catalogar de exiliados políticos a personas que vienen de vacaciones a Cuba tres veces por año — , pocos dudaron de que el nuevo deshielo era casi una sentencia de muerte para esa reliquia de la Guerra Fría.
¿Quién puede encontrarle un espacio cuando ambas naciones emprenden el camino hacia la normalización de sus relaciones, con canales abiertos en diferentes sectores, incluido el de la migración?
La pregunta de si la Ley tenía futuro fue sustituida por cuándo sería su fin.
Las autoridades estadounidenses, incluido el secretario de Estado John Kerry, mantienen hasta hoy la posición de que la Casa Blanca no tiene intenciones de cambiar su legislación, pero a nadie se le escapa el detalle de que ese no es el tipo de medidas que se anuncia por adelantado, pues equivaldría a una invitación a lanzarse al mar para tratar de llegar antes de que se cierre la puerta del “sueño americano”.
La política de pies secos-pies mojados es gubernamental, es decir que no requiere de aprobación del Congreso para derogarla, y la propia Ley de Ajuste puede interpretarse de distintas maneras, pues su letra no indica que todos los cubanos tengan el derecho al asilo político exprés.
Esos detalles no pasaron inadvertidos a este lado del Estrecho de la Florida, donde una parte considerable de la población tiene aspiraciones de migrar.
LOS PIES SUCIOS
El número de cubanos que ingresan a los Estados Unidos comenzó a dispararse desde los anuncios del 17 de diciembre. Cerca de 30 mil llegaron por esa vía durante los nueve primeros meses de este año, un 78 % más que en igual período del 2014, según cifras oficiales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza norteamericana.
A su vez, las entradas por vía marítima también se duplicaron en relación al año anterior hasta llegar a 7000, un número notablemente inferior al de la vía terrestre, a pesar de que tienen que recorrer cerca de 3000 kilómetros y cruzar varios países.
Este fenómeno no es nuevo. Incluso se le ha dado el nombre de “pies sucios” (dusty-foot) a aquellos que entran por la frontera mexicana, principalmente desértica, en lugar de mojarse los pies en el Estrecho de la Florida.
Pero a partir de las medidas de 2013, los cubanos aprovecharon legislaciones especiales de países como Ecuador — cuya reforma constitucional incluyó un concepto muy abierto de nacionalidad y eliminó el requerimiento de visados — para salir legalmente del país y de ahí emprender una complicada travesía hacia el norte.
El trayecto se puede extender por varios días e incluir tramos por vía marítima. En la mayoría de los casos son organizaciones criminales la que se encargan del lucrativo negocio, que incluye a ancianos y menores de edad.
Existen reportes de agresiones, violaciones, maltrato, días enteros sin comida o agua, viajes sofocantes y uso de medios de transportes sobrecargados, expuestos a accidentes.
Se desconoce el número total de personas que han muerto durante esos viajes.
Muchos sudamericanos y latinoamericanos utilizan vías y métodos similares, pero mientras ellos tienen que huir de las autoridades migratorias e insertarse en el desierto, sus pares de la Isla solo tienen que presentarse en el puesto aduanero.
EL TAPÓN DE COSTA RICA
Fue precisamente ese flujo el que se vio repentinamente cortado la semana pasada, cuando las autoridades de Costa Rica desmantelaron una banda de trata de personas.
Más de mil cubanos quedaron varados en Paso Canoas, un puesto fronterizo con Panamá, y cada día llegaban decenas más.
Según las versiones de los medios locales, tras varios días de presiones y protestas, el ejecutivo tico decidió otorgar un salvoconducto a los cubanos para que siguieran su paso hacia el norte por Nicaragua.
Pero resulta evidente que, más allá de las razones humanitarias, Costa Rica estaba tratando de pasarle la bola a un país con el que está enfrentado hace varios años precisamente por problemas limítrofes, y que da la casualidad que su presidente es un amigo de Cuba y miembro del ALBA.
Es difícil saber realmente lo que pasó cuando los cubanos intentaron cruzar a Nicaragua por Peñas Blancas. Los reportes indican que se utilizaron gases lacrimógenos y se hizo un uso excesivo de la fuerza para dispersar a casi dos mil personas, incluidos niños y ancianos.
Habría que haber estado en el lugar parar verificar el grado de violencia que utilizó el Ejército de Nicaragua, que de haber sido injustificado constituiría una afrenta grave a un país que puso muertos en la Revolución Sandinista y que ha aportado lo poco que tiene para su desarrollo.
Pero, en cualquier caso, los nicaragüenses tenían el derecho soberano a negarle la entrada a su país, especialmente si consideró que se trataba de una maniobra costarricense.
Habría que precisar si el grupo venía en zafarrancho después de su éxito en Costa Rica, algo que no ha trascendido en los medios. Sin embargo, los cortes de carretera y las manifestaciones que están llevando a cabo en la frontera con Nicaragua son una mala señal.
¿UN NUEVO MARIEL?
Algunos fantasmas del pasado han regresado mientras el foco de atención se centra en el drama personal, manipulado para sacar réditos políticos, pero sin dudas real.
Las autoridades de Costa Rica comienzan a defender la idea de un corredor humanitario para solucionar el problema. Sin embargo, no aclara si sería solo para los que están en la situación actual o para todos aquellos que quieran pasar por Centroamérica.
La diferencia es clave.
Si las reuniones regionales que se van a llevar a cabo durante los próximos días acordaran la creación de una vía directa y segura hasta la frontera estadounidense, estaríamos ante la posibilidad real de un nuevo Mariel.
Pues ese mecanismo no solo sería usado por el grupo que está hoy en Costa Rica, sino por decenas de miles de cubanos esparcidos por América Latina que, de no tener que arriesgar su vida ni la de su familia con los coyotes, seguramente valorarían la opción de asentarse en Estados Unidos.
Además, sería una vía segura y relativamente barata para que cientos de miles de cubanos que potencialmente pudieran aspirar a emigrar, lo hagan combinando salidas legales con el tránsito por el corredor.
Esto no debe sorprender a nadie. Costa Rica es uno de los países con mejores indicadores sociales en Centroamérica y en América Latina en general, pero si se les diera la opción de un viaje expedito a los EE.UU. y tuvieran una ley de ajuste para acceder a la residencia, la cifra de potenciales migrantes también sería millonaria.
En el caso de otros países de la región, afectados por la violencia y la pobreza, el número sería aún mayor.
PRESIÓN EN LA CALDERA
Por el contrario, la crisis en Costa Rica pudiera convertirse en el primer tapón a este flujo migratorio. El presidente Luis Guillermo Solís viajará a Cuba en diciembre y sin dudas ese será uno de los temas a abordar.
Otro freno podría ser el acuerdo que acaban de firmar las autoridades cubanas y mexicanas, uno de los países que más está implicado en esta situación.
Todavía se desconoce su contenido pero hay especulaciones de que se podrían activar los mecanismos para combatir la trata de persona que han sido ineficaces hasta ahora.
Pero la tapa definitiva sería, sin dudas, que Estados Unidos decidiera cambiar la política de pies secos-pies mojados o la interpretación de la Ley de Ajuste, como muchos esperan que haga.
Ambas medidas son un problema también para una administración que busca resolver el estatus de millones de inmigrantes ilegales y que hace con Cuba una excepción difícil de justificar.
En ese sentido, el propio Fidel defendía la idea de que lo más justo era aplicar una legislación similar para todos los migrantes, pues la clave del problema estaba en la selectividad que se hacía con la Isla y no en la propia ley.
Otras crisis en el pasado han llevado a la Casa Blanca a sentarse en la mesa de negociaciones. Sucedió con la administración de Bill Clinton después de la crisis de los balseros, que derivó en los acuerdos migratorios de 1995, aún vigentes.
De llegar a ese escenario, que conllevaría sin dudas una renegociación del monto de visas legales que otorga la embajada de Estados Unidos, Cuba estaría frente a un reto adicional.
Más allá de los mecanismos de control que aplica cada país, las tensiones sociales, especialmente después de la crisis económica de los años noventa, se han solventado fundamentalmente de dos maneras: en primer lugar el aparato de asistencia social que se mantiene en pie para garantizar condiciones dignas a la población, el cual tiene logros indiscutibles que han sido reconocidos por organismos internacionales; y en segundo la salida de aquellos que aspiran a más.
La migración de sur a norte resulta un fenómeno natural, pero también es cierto que aquí se llevó cabo una Revolución para transformar la realidad económica y social y superar esas contradicciones. Incluso por encima de las agresiones como el bloqueo.
Sirve de bien poco el consuelo de que los cubanos emigran igual que los demás.
Si el descontento que se ha visto en Costa Rica se vuelca a las calles del país, sería mucho más lógica la prisa que la pausa para lograr un impacto real en el nivel de vida de la mayoría de los ciudadanos.
Además, el deshielo de las relaciones con Estados Unidos genera expectativas en amplios sectores, y capitalizar las frustraciones puede ser una parte de la estrategia norteamericana, que ha dejado claro que cambia sus métodos pero no sus objetivos.
Y esta tormenta perfecta que se está formando en torno a la crisis en Costa Rica, pero sobre todo sus derivaciones finales, coincidirán en el tiempo con la transición generacional en el máximo liderazgo de la Revolución.
Cuba es sobre todo un proyecto de sociedad diferente. En cualquier escenario, la prosperidad es la única garantía para su estabilidad.