Try to learn something about everything and everything about something

sieyin
4 min readMay 6, 2016

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Este artículo es el resumen de mi charla en el UXSpain 2016. Fotografía de Alberto Zamarrón.

La formación constante en el conocimiento de nuevas disciplinas complementarias, no es una decisión opcional que aporta un valor añadido ventajoso. Es una obligación de competencia de mercado para permanecer en él.

El autor de la frase que titula este artículo es Thomas Henry Huxley. Apodado Darwin’s Bulldog tras un famoso debate con el obispo de Oxford, fue el más acérrimo defensor de la teoría de la evolución frente a los recelos de una sociedad anclada en la fe religiosa. Acuñó el término “agnosticismo” y era abuelo de Aldous Huxley, autor de Un mundo feliz.

Una de las conversaciones recurrentes en la profesión, como en otras, es la que tiene que ver con la adquisición de conocimiento. Hay disciplinas complementarias suficientemente interesantes como para acercarse a ellas, pero también hay quien aboga por ceñirse estrictamente a lo que sea que considera diseño. Entonces, ¿cuál es mejor apuesta? ¿Circunscribirse a una disciplina troncal para convertirse en especialista? ¿O aprender de disciplinas complementarias?

Parece que la tendencia es lo segundo. Al menos por lo que se lee en algunas publicaciones y por la frecuencia con la que términos como conocimiento horizontal o T-Shaped profile surgen en conversaciones.

Lo espinoso, a mi entender, es la creencia con la que habitualmente los profesionales nos acercamos al nuevo conocimiento.

La creencia, por otro lado nada nueva, de que ese conocimiento le dará un valor adicional a nuestro perfil profesional, que nos hará destacar de la media del mercado.

Cualquier novedad que funciona se convierte en el nuevo estándar. Es algo positivo ya que es, en esencia, progresar. Y sucede en infinidad de ámbitos. Por ejemplo, en las herramientas y metodologías que nosotros mismos utilizamos y, por supuesto, en los productos que consumimos y su adopción en el mercado.

Nuestro perfil profesional es un producto en el mercado laboral y, por tanto, se ve sujeto a la misma regla.

Hubo un tiempo en el que la gente se molestaba en indicar que tenía conocimientos de ofimática a nivel usuario en sus currículums. Ya no.

Hubo un tiempo en el que saber inglés era un valor añadido. Ya no.

Cualquiera que sea la tendencia, surge del mercado. Es una demanda del mismo y, por tanto, será una breve ventaja competitiva durante el limitado tiempo que permanezca sin ser completamente satisfecha.

El que en este momento aún exista más demanda que oferta ayuda a pensar que convertirse en un especialista y no ambicionar nuevas disciplinas puede tener sentido para muchos. Pero esto sólo será cierto mientras no se equilibre la balanza entre oferta y demanda.

Y el mercado laboral siempre equilibra esa balanza. El aumento de la oferta formativa es la prueba más evidente, ya que está directamente promovida por la demanda del mercado. No sólo hacen falta más cantidad de profesionales, si no que también hace falta que lleguen más rápido a niveles más altos de madurez. Hay huecos por rellenar en todas las capas de la pirámide.

Esa necesidad tiende a estandarizar la forma de medir el valor de mercado de esos profesionales y su madurez con métricas fácilmente definibles y comparables: pantallas, líneas de código, años de experiencia, infinidad de acrónimos, certificaciones… Métricas que se puedan convertir fácilmente en una lista de bullet points para poder ir tachando a la hora de comparar.

La formación reglada irá ocupando un lugar, cada vez mayor, y sus reglas serán fiel reflejo de las métricas concretas establecidas por el mercado, para así poder asimilar a los nuevos profesionales de la forma más orgánica posible.

Cuándo un mercado laboral está saturado, la estricta especialización es exitosa para unos pocos. Sólo tiene sentido para una élite que puede crear su propio hueco, como una suerte de luthiers sujetos permanentemente a la volatilidad del mercado. Pocos pueden encontrar un nicho, los demás quedan condenados a galeras.

La inquietud por adquirir conocimiento complementario es una obligación para una profesión que, como todas, equilibrará su balanza entre oferta y demanda, estandarizará tanto su oferta formativa como la medida de sus profesionales, y resultará en la democratización de sus tarifas con la consecuente congelación (si no bajada) de los sueldos.

La única huída es hacia adelante. Estar constantemente en lo nuevo cruzando los dedos para que funcione y, antes de que se convierta en el nuevo estándar, volver a repetir el salto a la siguiente novedad.

Y para ello, no queda más remedio que seguir aprendiendo.

Es una cuestión de supervivencia.

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