A Coruña salta al color con Amaral
Hay una frase de Nuestro tiempo que no consigo quitarme de la cabeza. Es la última que Eva pronuncia antes de que termine la canción.
Parece que es el fin y solo es un comienzo.
La primera vez que la escuché la entendí mal, o mejor dicho, mi mente, acostumbrada quizá a viajar entre blancos y negros, obvió el tono gris intermedio que quiere transmitir la canción. Porque no es lo mismo el comienzo, uno único, que un comienzo más de tantos que habrá.
Y al final la vida trata de eso, ¿no? De finales y de comienzos constantes. De etapas. De momentos. Este es el tiempo que nos ha tocado vivir, pero es un comienzo más de muchos que tendremos.
Con ese verso, y esos comienzos y finales en mi vida, me acerqué el pasado sábado al Coliseum de A Coruña con toda la ilusión del mundo para disfrutar, una vez más, del directo de Eva y Juan junto a toda su banda. Sabía que sería un concierto maravilloso pero lo que no esperaba es que fuera tan memorable.
Cuando empezaron a sonar los primeros acordes y en la más plena oscuridad Eva salió al escenario, comprendí todo el trabajo que el grupo había llevado a cabo durante los últimos meses para la puesta a punto de la gira. Porque no estaba solamente ante un espectáculo sonoro, sino también visual.
La pantalla del fondo en la que jugaban los colores, las máscaras, las luces y en general todos los detalles calculados al milímetro fascinaron a todos los allí presentes y eso se notaba en el ambiente. Todos a mi alrededor cantaban, saltaban, aplaudían, se miraban unos a otros sonriendo, y observaban sorprendidos todo lo que estaba ocurriendo en el escenario.
Es difícil explicar lo que allí se vivía pero lo que sí sé es que el Coliseum estaba lleno de energía, de alegría y de cariño hacia un grupo que nos lo regala todo cada vez que pisa un escenario. Que el esfuerzo, trabajo, mimo y cuidado de todos los aspectos de los conciertos son para que nosotros, los que estamos ahí abajo, pasemos un buen rato, nos olvidemos de todo y seamos felices.
Amaral tiene uno de los mejores directos que he visto. La voz de Eva es impresionante y las virguerías de Juan con la guitarra están a otro nivel. Derrochan energía y pasión. Tanto te hacen saltar y bailar en temas como Revolución, Kamikaze, o Marta, Sebas, Guille y los demás, como te arropan y abrazan en canciones como Peces de colores, Ruido o Lo que nos mantiene unidos. La energía se transforma constantemente entre una canción y otra pero siempre está ahí, y el ánimo entre la gente no hace más que subir a medida que avanza el concierto.
Me siento completamente agradecida, y también sorprendida, no lo voy a negar, por haber podido disfrutar en directo de El blues de la generación perdida de nuevo tras tantísimos años. Y además de esta manera tan especial, con un sonido totalmente distinto a su versión original pero acorde con el concierto en el que se encuadraba. Es uno de mis temas favoritos y echaba de menos escucharla en directo.
También me siento agradecida por Riazor, por las sensaciones y por la magia que se extendió entre todos los allí presentes cuando empezó a sonar la canción en formato acústico. Y por supuesto por Ondas do mar de Vigo, por ese cántico tan especial, tan lleno de inocencia, de humildad, de cariño y de respeto por nuestra lengua y nuestra tierra. Puede que Eva estuviera algo nerviosa antes de cantarla, pero yo creo que no lo podría haber hecho mejor. Piel de gallina.
El directo de todos los temas de Salto al color es magnífico. Tenía mucha curiosidad por saber cómo transportarían todos esos nuevos sonidos y colores a un concierto y la verdad es que no puedo estar más contenta porque suenan impresionantes. Tambores de la rebelión es un auténtico chute de energía (me cansé de tanto saltar), Señales es la mejor manera de empezar un concierto y Ruido, mi favorita del disco es tan bonita y me tocó tanto el corazón que podría estar escuchándola de manera ininterrumpida para siempre y no me cansaría.
Pero si hay una canción que tengo que destacar es Hoy es el principio del final, mi tema favorito del grupo y del mundo. Esa canción es pura vida y escucharla en directo me pone tan tan tan feliz que no tengo palabras para describir esa sensación. Espero que la canción siga en el setlist muchísimos años más.
Dos horas y media llenas de música, dos bises, y un gran repaso a toda su discografía para hacer las delicias de todos los allí presentes, fue lo que Amaral nos regaló el pasado sábado. Saltamos, cantamos, aplaudimos y también gritamos, pero sobre todo nos divertimos muchísimo. Fue una auténtica fiesta que ninguno quería que terminara, pero como bien decía al principio de este artículo, este no es el fin sino un comienzo más.
Quiero y respeto a Amaral de corazón desde hace muchísimos años por todo lo que su música ha significado y significa para mí. Pero sobre todo los quiero y respeto por las personas que son y por lo que dejan ver de sí mismas cuando están haciendo lo que realmente les gusta. Entre tantas luces y acordes es fácil verlos sonreír. A Juan con su media sonrisa atento a Eva, a todo lo que ocurre en el escenario, y al público, mientras hace magia con la guitarra. Y a Eva con esa mirada de agradecimiento y respeto eterno, desbordando humildad cuando, entre canción y canción, habla con el público.
Son ellos, son así. Personas sencillas, humildes. Dos locos de la música que llevan años poniendo la banda sonora de nuestras vidas. Y eso se transmite fácilmente en sus canciones y en sus conciertos.
Comentaba Juan en varias entrevistas que lo único que deseaban era que la gente saliera más contenta del concierto de cómo había entrado. Y lo han conseguido. Ya no es solo que haya salido más contenta, es que he vuelto a mi casa con el corazón lleno de amor, de sensaciones únicas y de la más preciosa de las músicas. Y esto me lo quedo para siempre.
Amaral es el grupo de mi vida, y el pasado sábado volvieron a demostrar por qué. Nunca dejéis de ser peces de colores. Galicia os quiere. Yo os quiero. Volved pronto.