Miriam Rodríguez y la catarsis colectiva

A finales de noviembre de 2018, Miriam Rodríguez empezaba su Tour Contigo en el Playa Club de A Coruña. Allí, rodeada por unas 500 personas y con un sold out a sus espaldas, empezaba esta aventura. En casa, rodeada de su familia, de sus amigos, y de unos fans que estaban dispuestos a darlo todo y a dejar claro el gran apoyo que tenía. Ese concierto fue especial por ser el primero y por ser en casa. Todavía hoy recuerdo la cara de emoción y sorpresa de Miriam al ver que, con solo una semana en el mercado, la gente ya se sabía las canciones de su álbum debut. Nos miraba con ternura y sonreía mucho, quizá algo nerviosa, pero completamente feliz. Y por eso allí, en un sitio tan pequeño, todos sentíamos que formábamos parte de una pequeña gran familia dispuesta a dejarse la piel y a enseñar a la persona que estaba sobre el escenario que nunca la íbamos a dejar caer.

Ese día descubrimos a la Miriam más auténtica, la que nos cuenta sus propias historias en forma de canciones, la que comparte sus cicatrices. Ese día también descubrimos La diferencia y Más de lo que ves, y también empezó nuestra cruzada para pedir una versión estudio de ambas canciones. Pero sobre todo, ese día vimos cómo las piezas del puzle encajaban perfectamente y que ella estaba donde tenía que estar. Y también vimos donde nosotros no podíamos faltar. Jamás.

Aunque parece que todo esto ocurrió ayer, la realidad es que ha pasado más de un año y Miriam ha empezado a recorrer su propio camino con su sencillez, naturalidad y emoción por bandera. Ha estado recorriendo ciudades, dando conciertos, y ganándose a un público formado tanto por antiguos fans como por personas que acudían por pura curiosidad y que salían enamorados de un directo que no deja indiferente a nadie.

Tener la suerte de poder asistir a tres conciertos de la misma gira me ha servido para ver cómo evolucionaba una artista que prácticamente empezaba a despegar, cómo crecía ella y toda su banda, cómo mejoraba su compenetración y cómo esos nervios iniciales dejaban paso a una absoluta felicidad en el escenario.

Ver el Palacio de la Ópera de A Coruña lleno de personas que acudían a su último concierto me pareció mágico. Allí, desde mi primera fila, me giraba y veía todas esas caras emocionadas que esperaban a que empezara el concierto. Sentí sus ganas, su ilusión, sus emociones a flor de piel deseando compartir todas esas sensaciones con Miriam de la misma manera que ella comparte las suyas con nosotros.

Recuerdo que en las primeras entrevistas tras el lanzamiento de Cicatrices, Miriam decía que escribir ese disco había sido una catarsis. A día de hoy estoy segura de que cada uno de sus conciertos es una catarsis colectiva donde todos y cada uno de nosotros le regalamos lo que tenemos, lo que somos, nos liberamos de las cadenas que tenemos y esperamos que nuestras voces le lleguen y acaricien su corazón como su voz acaricia el nuestro.

Los conciertos de Miriam son una liberación. Soltamos lastre y nos llenamos de música, de emoción, de ternura, de mil emociones y sensaciones distintas que nos reconfortan y nos hacen querer, de manera inocente y con todo nuestro ser, a la artista que está sobre el escenario regalándonos todo lo que tiene, y llegando, de una manera tan fácil, a nuestros corazones. Durante esa hora y media de música hay entrega por ambas partes y eso es lo que convierte cada concierto en pura magia, donde todos los presentes salen con una sonrisa en la boca, con el corazón temblando, y con ganas de volver.

Una nueva gira implica nueva música, pero también significa que volvemos a encontrarnos con caras conocidas, que nos vuelve a embargar la emoción, los nervios y esa felicidad que a todos nos cuesta explicar. Porque si algo os puedo decir es que este amor, este respeto y este torbellino de sensaciones que compartimos toda la manada no es algo que nosotros hayamos elegido, sino que la música de Miriam ha llegado y ha revolucionado nuestras vidas de la única manera que sabe hacerlo: de imprevisto y yendo directa al corazón.

En mayo empieza un nuevo camino. Una nueva aventura. Una nueva catarsis. La dirección de nuestra suerte, que es ella y su música. En mayo volvemos a vibrar, a soñar y a cantar. Y yo me muero de ganas.

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