(Hoy) no soy

Sofía De León Guedes
4 min readApr 2, 2024
Frida Kahlo (1939). Las dos Fridas (Museo de Arte Moderno).

El idioma español (o el portugués) distingue claramente el concepto de ‹‹ser›› y ‹‹estar››. No todos los idiomas lo hacen. Para hablar en inglés, si lo analizáramos desde la perspectiva de una hispanoparlante, debo referirme a que alguien “es” y luego a lo que hace. No puedo diferenciar si alguien “es” feliz o si alguien “está” feliz (I am happy/ I am happy… now?). ¿Cómo cambia eso nuestra manera de pensar?

La lingüística está lejos de ser mi afición o área de conocimiento (claramente leer a Chomsky dos por tres no cuenta). Pero hace poco escuché a una francesa decir en español (y viviendo en un país que lo habla), “sigo sin entender del todo la diferencia entre ser y estar” y no puedo parar de pensar en su frase ni en su estado de vacilamiento. Maneras de entender el mundo atadas y forjadas a merced de nuestra lengua materna. ¿Cómo influye esto en nuestra percepción de la temporalidad? ¿Es la iberofonía acaso una cultura más consciente del mundo material que la rodea?

Mi idioma me permite describir con precisión si, en su esencia fundamental, algo tiene una característica o si es un estado temporal de sí. Si soy alguien feliz o si estoy feliz. ¿Es ser feliz, estar feliz? ¿Cómo traduzco esta pregunta al inglés? ¿O a nuestras primas, las lenguas romances? ¿Se puede decir eso en francés o en italiano?

En una interpretación hegeliana, la distinción lingüística entre “ser” y “estar” no solo refleja una comprensión más matizada de la realidad, sino que también puede verse como parte del proceso dialéctico a través del cual los individuos llegan a conocer y articular su relación con el mundo material. Permite una articulación de la tensión entre la permanencia y el cambio, la esencia y la existencia. Hegel no hablaba español y no tengo ganas de averiguar como lo expresó en los manuscritos originales. Es decir, eso no lo frenó para sentar las bases del materialismo. Pero quizá, a lo mejor, en una de esas, haya alguna ventaja del mundo iberófono en ser consciente de sí mismo. No sé si es mero voluntarismo de encontrar algo que de esperanzas a la cultura que me acoge, al pueblo que me rodea o dotar de sentido superlativo nuestro aporte a la humanidad. O a lo mejor es algo para empezar a entender como pensamos nosotros, desde nosotros, para nosotros. Como somos y como estamos.

¿Y yo? Lejos de pensar que primero pienso en mí y luego en los demás. No es altruismo ni abnegación. No es que estén los demás y luego yo. Yo soy los demás, estoy inserta en los demás. No es una secuencia, es una contradicción constante, un choque entre partes que coexisten. ¿Cómo distingo lo que soy de lo que estoy? ¿Lo que los demás determinan de mi estado, con mi verdadera esencia? En un mundo bajo un reino auténtico, de dominio de unos pocos que jamás se molestarán en conocer la diferencia en lo que alguien es y lo que alguien está. Imitamos su ausencia de noción de la diferencia como una suerte de autoflagelo aspiracional.

Así nos sometimos a minoría que no comparte nuestra base lingüística y nos obligó a sustituir a Dios Padre por Dios Mercado, dejando al primero de árbitro omiso y espectador a partes iguales. Somos lo que estamos siendo capaces de consumir. Hay más dogmas de fe en un debate sobre economía que en uno sobre religión. Mientras tanto, en una hecatombe, Dios Mercado nos está vaciando de sentido.

¿Si dejo de lado lo que consumo, qué me hace ser? ¿Qué soy, aparte de lo que quiero comprar? ¿Qué me define? ¿Qué soy, aparte de lo que estoy haciendo para producir (hoy)? ¿Perderé sentido, es decir, seré menos yo, cuando la biología me impida producir? ¿Es el mercado el que me está validando en este momento? ¿La idea de mí ante quienes instrumentan o consumen mi imagen? ¿O me validan quienes me piensan, quienes me conocen?

¿Cómo se supera proactivamente esta limitación? Sin colocar en nuestras ventajas una idea de superioridad. ¿Cómo no depositar en la otredad la culpa de todos los males, al punto que nos quite responsabilidad? No podemos resentirnos hasta volvamos tiranos de nuestro propio destino. Y así como los demás no distinguen ser o estar, nosotros nos perdemos de otras cosas. Porque bien sabemos que siempre hay una palabra en quechua, japonés o malayo que nos deja pasmados por su bella elocuencia para expresar algo real y que nuestro idioma no nos permite. Y el otro siempre es una oportunidad.

Artículo en inglés aquí

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Sofía De León Guedes

Sistemas agroalimentarios, ambiente y desarrollo. Siempre más preguntas que respuestas.