En territorio Mapuche

Algunos apuntes de mis pasantías dentro del marco del Premio Nacional de Bibliotecas Samper Ortega en Santiago de Chile

Souldes Maestre
EÑES

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A veces, mirar hacia el exterior, escuchar el ruido de las ciudades y caminar entre miles de personas con costumbres distintas a las tuyas, hace que te enfrentes a tu interior, que te veas como en realidad eres y abras la puerta a comprender el mundo de manera diferente.

A través del cristal del auto, observo cómo las montañas se alejan y las ganas de conocer nuevas personas se mezclan con el sentimiento de arraigo a la tierra que tantas veces te ha visto crecer, ser y soñar, y que a su vez te obliga a cuestionarte acerca de los días que faltan para tu regreso.

En la sala de espera del aeropuerto El Dorado me encuentro con María Teresa, de la biblioteca de Cali, la compañera de sueños — más que de viaje— , con quien compartiré esta experiencia. Inicia una conversación que nos permite indagar y aprender acerca de nuestros procesos locales, lo que hace más corto y ameno el viaje hasta la gran ciudad que nos espera. Aterrizamos y una brisa fría nos da la más familiar bienvenida a través de Jorge Hugo, mi primo, odontólogo de profesión que reside desde hace ocho años en la ciudad, pero inmediatamente nos damos cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo: ya es justamente hora de dormir y debemos hacerlo para poder asistir a nuestra cita e iniciar oficialmente las pasantías.

Muy entusiasmados salimos a buscar algo de comer y a empezar la travesía de conocer la ciudad de Santiago. Marco Antonio Bravo y Pablo Andrade de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile (DIBAM, por sus siglas) nos dan amablemente la bienvenida, nos recomiendan lugares para visitar, nos ponen al tanto del mecanismo de funcionamiento del sistema de bibliotecas local y antes de despedirnos nos adelantan con algunas palabras un bello paisaje del que seríamos testigos al día siguiente: «Mañana el amanecer será helado, eso lo sabemos todo los habitantes de Santiago; pero la postal que nos regalará la cordillera será una vez más, maravillosa y motivadora».

La cordillera, vista desde Santiago.

Tal como la describía Pablo, la cordillera se presentó ante nosotros en todo su esplendor, nos dejó descubrir la inmensidad de sus montañas y con esa hermosa vista nos aventuramos entusiasmados a recorrer las diferentes salas de la biblioteca de Santiago; iniciando desde la salas de los guaguas (bebés) hasta el área dedicada a los mayores de sesenta. Luego de esto, nos explicaron cómo usan las técnicas de la empresa privada en los procesos internos de la biblioteca, iniciativas interesantes como el préstamo de sombrillas o la rotación que hacen los directivos cada cierto periodo, al trabajar en cada una de las salas, fortaleciendo de esta manera el acercamiento con los ciudadanos. A la biblioteca asisten personas de la calle, amas de casa, niños, jóvenes y adultos, en realidad, más que una biblioteca, este espacio se convierte en un punto de encuentro en el que todos encuentran un lugar y atención personalizada para satisfacer su curiosidad e intelecto.

Ahora estamos aquí, en el IV SEMINARIO INTERNACIONAL DE BIBLIOTECAS PÚBLICAS, en la Feria Internacional del Libro de Santiago, FILSA.

La expositora Ana Garralón hace un reconocimiento al importante papel que desempeñan los libros informativos para niños y jóvenes, especialmente en cuanto a ayudarles a comprender y transformar el mundo que los rodea se refiere.

En el marco de estas pasantías, entre el aroma de los buenos viñedos y una ciudad que desde la llegada al aeropuerto te recibe con un ambiente familiar, aprendí que las bibliotecas son mucho más que libros; las bibliotecas son puntos de encuentro, epicentros desde donde giran conversaciones, ideas, sueños; esos espacios que te acogen y te hacen pertenecer a un lugar. Me identifiqué con ese reclamo Mapuche por sus raíces, por su tierra, me asombré al descubrir que muchas de las enseñanzas de mis abuelos son aplicadas en el modelo educativo finlandés. Con humor descubrí los gajes del oficio de un buen librero y el enorme parecido de su vida sexual a la de un bibliotecario. Recorrí cada pasillo de la biblioteca de Santiago y las huellas que desde el primer año dejan los guagüitas hasta llegar a la planta número cuatro; anoté un montón de ideas que aunque sencillas, si son bien aplicadas pueden transformar vidas positivamente; comprendí, después de mucho, en poco tiempo, que definitivamente las bibliotecas son, sin duda alguna, una ventana a la imaginación y al asombro.

Y así, a pocas horas de nuestro vuelo de regreso, una sacudida emocional más comúnmente conocida como ansiedad no me permite dormir y solo es calmada ocasionalmente, leyendo los poemas que muy puntualmente cada fin de semana me envía esa bella dama. No hay mejor forma de aguardar la espera.

Con profunda gratitud hacia esta ciudad que me recibió tan gratamente, escuchando los sones del chicote —nuestra música tradicional — , la ansiedad abrazando mi espera y la cabeza llena de ideas por materializar, regreso hacia mi tierra agradeciendo infinitamente al gran equipo que hacen los chicos de la Biblioteca Nacional y a mis compañeros de trabajo por hacer posible esta maravillosa experiencia y a la espera de poder aplicar todos los conocimientos que adquirí, a favor de mi pueblo Kankuamo.

Casas Culturales del pueblo Kankuamo.

Ya es hora de dejar a un lado los ideales. ¡Ya es hora de empezar a materializar!

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