Samaria

Simón R. Sánchez Segura
15 min readOct 9, 2017

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Oseas fue enviado como profeta a Israel cuando el ministerio de Amós ya estaba terminando. Empezó a predicar en el reino del norte en días de Jeroboam II (el hijo de Joás, 782–753 a.C.). En su tiempo también vivieron los reyes Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías en Jerusalén (v1.1). Mientras tanto Miqueas e Isaías estaban trabajando en Judá.

Este libro se ubica aproximadamente en 710 a.C., aunque Oseas habría empezado a recibir profecía desde antes del 750 a.C. Recordemos que Israel fue conquistado por los asirios en 722 a.C. cuando sucumbió la resistencia en Samaria, lo cual ya había sido advertido por Oseas desde antes que ocurriera (v8.1, 8; 10.7). El contexto histórico de este tiempo lo encontramos en 2Reyes 14–17.

En el libro de Oseas se denuncia el pecado del pueblo israelita, identificado como Efraín en 37 menciones. Fue esta tribu la que condujo la ruptura del reino fundado por David, logrando el apoyo de diez tribus que compusieron el reino de Israel o reino del Norte. El primer rey de Israel (Jeroboam I) era un efrainita, y ubicó la primera capital en Siquem que estaba en territorio de esa tribu.

Por su ubicación hacia el norte de Benjamín y Judá, representaba la oposición al linaje de David. Algunos profetas, especialmente Oseas, se referían a Efraín como la totalidad del reino separatista. En cuanto a la ciudad de Samaria, en el libro de Oseas se menciona 6 veces, y para ese entonces había sido hecha capital del reino del Norte.

Ahora bien, es muy interesante que en días de Jesús se decía que “judíos y samaritanos no se tratan entre sí” (Jn. 4.9). Cabe entonces preguntarse, ¿cómo una región que era capital de las 10 tribus del norte llegó a estar tan alejada de la comunión con el resto de los judíos? ¿Qué fue lo que pasó que se perdió relación entre la nación y esta ciudad? ¿Y cómo acabó esta ciudad luego de los días de Cristo?

Hoy no nos centraremos en las profecías de Oseas, sino que nos enfocaremos en saber un poco más acerca de Samaria: su historia y las circunstancias en que se encontraba cuando vivió nuestro Señor Jesucristo. Veremos también cómo fue alcanzada con el evangelio y sacaremos varias enseñanzas prácticas para nuestras vidas.

Dividiremos el estudio en tres puntos:

  1. La historia de Samaria.
  2. Los samaritanos en los días de Jesús.
  3. El plan de Dios para Samaria (y para todos los pueblos…).

¡Empecemos! ;-)

1. La historia de Samaria

1.1. Origen de la ciudad

Fundación.

Samaria (HEB 8111, Shomerón — שֹׁמְרוֹן) quiere decir “torre de vigía” o “atalaya”. La primera mención de la región ya nos da indicaciones de lo idólatra que llegaría a ser.

“Porque sin duda vendrá lo que él dijo a voces por palabra de Jehová contra el altar que está en Bet-el, y contra todas las casas de los lugares altos que están en las ciudades de Samaria.” 1Rey. 13.32.

Esto aparece en el contexto de una profecía que un profeta de Judá anunció contra Jeroboam I. Desde acá vemos que no únicamente en Bet-el, sino en varios otros puntos de la región de Samaria, había altares en donde se adoraba ídolos, lo cual irritaba grandemente a Jehová (Am. 3.12–14; Miq. 1.5–7).

La ciudad fue fundada por Omri, quien reinó en Israel entre 885 y 874 a.C. Él compró el monte a Semer por dos talentos de plata, y llamó la ciudad en su nombre.

“Y Omri compró a Semer el monte de Samaria por dos talentos de plata, y edificó en el monte; y llamó el nombre de la ciudad que edificó, Samaria, del nombre de Semer, que fue dueño de aquel monte.” 1Rey. 16.24.

A los seis años de su reinado movió la capital del reino a Samaria, pues antes se ubicaba en Tirsa (1Rey. 16.23). Cuando Omri murió, le sucedió su hijo Acab (el que se casó con Jezabel) quien reinó en Samaria 22 años y levantó ahí un templo en honor a Baal.

“E hizo [Acab] altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria.” 1Rey. 16.32.

Situación geográfica.

Es importante hacer la distinción entre la ciudad de Samaria y la región de Samaria.

La ciudad como tal estaba ubicada sobre una colina de entre 90 y 100 metros de altura llamada en ocaciones monte de Samaria (Am. 4.1; 6.1). Desde ese punto estratégico se dominaba un fértil valle (Is. 28.1). La región de Samaria estaba constituida por los territorios circunvecinos a la ciudad.

La ciudad se encontraba 68Km al norte de Jerusalén y 40Km al este del Mar Mediterráneo; 11Km al noroeste de Siquem. Su ubicación sobre un monte era clave para defenderla de ataques. El único inconveniente que presentaba era que las fuentes de agua más cercanas se encontraban una milla hacia el norte, sin embargo los habitantes lograron solucionar este problema construyendo cisternas y un estanque artificial (1Rey. 22.38).

La región de Samaria comprendía un área de 1400 millas cuadradas en la parte central de Palestina, en los territorios de Efraín y Manasés. Al sur colindaba con el valle de Jezreel, y al norte con el Monte Carmelo. Esta tierra era rica en producción de cereales, olivas y uvas (Os. 2.21–22). Varias rutas importantes cruzaban la región (dos de norte a sur y tres de este a oeste), lo cual permitía a los habitantes comerciar sus productos con vecinos cercanos como los fenicios, e incluso con otros más lejanos como los sirios y los egipcios.

Debido a que el suelo de Samaria era mucho más fértil que el de Judea, el reino de Israel prosperó mucho más rápido que el del sur. Sin embargo esto último también atrajo más invasores que deseaban apoderarse del territorio.

Desde los primeros días, en que Omri reinaba en Samaria, iniciaron los conflictos bélicos por esa posición estratégica. Omri tuvo problemas con Ben-adad I, rey de Siria, quien le quitó algunas ciudades. Años después Acab derrotó a Ben-adad II, pero le perdonó la vida y se estableció comercio entre Samaria y Damasco (1Rey. 20.1–34).

“Y le dijo Ben-adad: Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré; y haz plazas en Damasco para ti, como mi padre las hizo en Samaria. Y yo, dijo Acab, te dejaré partir con este pacto. Hizo, pues, pacto con él, y le dejó ir.” 1Rey. 20.34.

Desarrollo como capital de Israel.

Luego de Acab, reinaron Ocozías, Joram, Jehú, Joacaz, Joás, Jeroboam II, Zacarías, Salum, Manahem, Pekaía, Peka y Oseas, todos desde Samaria, hasta el año 722 a.C.

El tiempo de los reyes en Samaria se caracterizó por idolatría, asesinatos, conspiraciones, guerras y muerte. Hay algunos sucesos importantes que se dieron durante este periodo son:

  • Cuatrocientos profetas de Asera comían a la mesa de Jezabel (1Rey. 18.19), a los cuales Elías retó y ridiculizó en el Monte Carmelo, y luego los llevó presos al arrollo Cisón donde los mató.
  • En tiempos del profeta Eliseo, cuando reinaba Joram, la ciudad fue salvada milagrosamente de los Sirios (2Rey. 6.8–7.20).
  • Luego, en días de Jehú, los ancianos de la ciudad (para no contrariarle) dieron muerte a todos los hijos de Acab, testificando con sus actos cuál era la condición moral del pueblo (2Rey. 10.1–10).

Para el tiempo en que el rey Oseas reinaba en Samaria, los profetas Isaías, Amós, Oseas y Miqueas habían predicho la terrible destrucción de la ciudad como juicio por su pecado.

“Samaria será asolada, porque se rebeló contra su Dios; caerán a espada; sus niños serán estrellados, y sus mujeres encintas serán abiertas.” Os. 13.16.

1.2. Destrucción y repoblación

Sitio y caída.

Samaria fue finalmente sitiada por los asirios, bajo el reinado de Salmanasar V, en el año 724 a.C. Durante tres años estuvo en asedio hasta que sus defensas cayeron, y fue conquistada por Sargón, el sucesor de Salmanasar V.

“Y el rey de Asiria invadió todo el país, y sitió a Samaria, y estuvo sobre ella tres años. En el año nueve de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos.” 2Rey. 17.5–6.

Mucho pueblo murió o fue llevado cautivo, y la tierra quedó despoblada como juicio de Dios por la idolatría.

“Y desechó Jehová a toda la descendencia de Israel, y los afligió, y los entregó en manos de saqueadores, hasta echarlos de su presencia.” 2Rey. 17.20.

Un pueblo extranjero.

El rey de Asiria, viendo que había conquistado una tierra fértil ubicada en una posición estratégica, decidió repoblar toda la región con colonizadores babilonios y de otras regiones (2Rey. 17.24).

Sin embargo los leones del campo empezaron a hacer estragos entre estas gentes, quienes no tenían temor de Jehová (2Rey. 17.25).

Así que mandaron a solicitarle al rey que enviara maestros que enseñaran la religión de los israelitas a los colonos, para que cesara la mortandad (2Rey. 17.26–28).

Un pueblo mixto.

Este pueblo en lugar de volverse a Jehová, hicieron una mezcla de cultos paganos con el judaísmo que practicaban los habitantes en el reino del Norte, que de por sí ya estaba muy contaminado. El resultado fue más idolatría, con lugares altos en Bet-el y Samaria dedicados a las diferentes deidades traídas de cada país (2Rey. 17.29–41).

Cuando el rey Josías comenzó sus reformas, intentó eliminar los cultos paganos en las regiones de Manasés, Efraín, Simeón y Neftalí, destruyendo los lugares altos (2Cr. 34.6–7). Sin embargo ya la región estaba contaminada con las costumbres paganas, y así continuó.

“Hasta hoy hacen como antes: ni temen a Jehová, ni guardan sus estatutos ni sus ordenanzas, ni hacen según la ley y los mandamientos que prescribió Jehová a los hijos de Jacob, al cual puso el nombre de Israel; con los cuales Jehová había hecho pacto, y les mandó diciendo: No temeréis a otros dioses, ni los adoraréis, ni les serviréis, ni les haréis sacrificios.” 2Rey. 17.34–35.

1.3. Conflictos posteriores al cautiverio

Enemistad con Judá.

Los problemas de mezcla de raza y mezcla de religión no fueron el final del conflicto.

Muchos años después, cuando los judíos estaban regresando del cautiverio babilónico para reconstruir Jerusalén y el templo, los samaritanos quisieron participar de la obra (Esd. 4.1). Sin embargo Zorobabel y los otros líderes prefirieron no involucrarlos.

“Zorobabel, Jesúa, y los demás jefes de casas paternas de Israel dijeron: No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos a Jehová Dios de Israel, como nos mandó el rey Ciro, rey de Persia.” Esd. 4.3.

El “pueblo de la tierra” mencionado en Esd. 4.4 estaba formado por los samaritanos y todos los demás moradores que ocupaban las regiones de Palestina cuando regresaron los judíos. Ellos amedrentaron a los que construían, para que detuvieran las obras. Y también mandaron cartas engañosas durante los reinados de Ciro, Asuero, Artajerjes y Darío para estorbar la reconstrucción de la ciudad y el templo (Esd. 4.5–24).

Cuando Nehemías vino con obreros para edificar los muros de la ciudad, se le opusieron grandemente (Neh. 4). Así que al regresar Israel de la cautividad, los samaritanos se convirtieron en sus opositores y enemigos, aunque ellos mismos decían ser judíos.

Nehemías prohibió rotundamente los matrimonios con la gente de las regiones vecinas (Neh. 13.23–25), impidiendo así cualquier tipo de relación, tanto social como religiosa, lo cual acrecentó la separación y antipatía entre judíos y samaritanos.

Al inicio del tiempo de los reyes (A)
y en los días del Señor Jesucristo (B).
Divisiones territoriales de Palestina, al inicio del tiempo de los reyes (A) y en los días del Señor Jesucristo (B).

Durante los años de silencio.

Para saber qué pasó con el pueblo samaritano luego de los días de Nehemías debemos acudir a los historiadores.

  • Entre 332 y 331 a.C. la ciudad fue tomada por Alejandro Magno, y desplazó a sus habitantes a Siquem, instalando en su lugar una población de sirios-macedonios.
  • Ya desde tiempos de los reyes, los samaritanos habían instalado un lugar de culto en el monte Gerizim, que llegó a convertirse en un punto de contraposición al templo de Jehová en Jerusalén.
  • Flavio Josefo registró que los samaritanos se declaraban a sí mismos judíos cuando les convenía, pero luego según las circunstancias cambiaban su postura para decir que eran asirios.
  • Durante las persecuciones de Antíoco Epífanes, renegaron de su parentesco con la raza judía y (para quedar bien con el tirano) declararon que querían consagrar su templo en Gerizim al dios Júpiter.
  • Hacia el año 128 a.C., el gobernante y sumo sacerdote judío Juan Hircano emprendió una campaña contra los samaritanos, apoderándose de Siquem y del monte Gerizim, y destruyendo ese templo y todos los lugares de adoración.
  • Luego de un año de asedio, los judíos tomaron Samaria y la destruyeron por completo (ver Miq. 1.6), inundando los alrededores con torrentes de agua en 107 a.C. para no dejar señales de su existencia.
  • Sin embargo el emperador romano Pompeyo reedificó la ciudad, la incluyó dentro de la provincia romana de Siria, y la entregó a sus habitantes originales, que habían sido desplazados por Alejandro Magno.
  • Bajo el gobierno romano recibió sucesivas reconstrucciones hasta que Herodes el Grande invirtió un gran esfuerzo en reconstruirla totalmente, y le cambió el nombre a Sebasté (forma griega del latino Augusta), en honor al emperador César Augusto.
  • En el año 6 d.C. César Augusto creó la provincia de Judea, una división de la prefectura de Siria, compuesta por las regiones de Samaria, Judea e Idumea (Edom), y designó procuradores para su gobierno y administración.
  • Esta última división política era la que estaba vigente en la época del Señor Jesucristo.

2. Los samaritanos en los días de Jesús

2.1 El ministerio de Jesús en Israel

El ministerio público de Jesús no incluía al pueblo samaritano.

Debemos tener claro que el servicio que hizo Jesús era específicamente orientado hacia los judíos, pues a ellos se les estaba ofreciendo el reino de los cielos.

“Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” Mt. 4.17.

Cuando Cristo mandó a los discípulos a predicar les dio instrucciones de no entrar en la región de Samaria.

“A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo:El reino de los cielos se ha acercado.” Mt. 10.5–7. [Énfasis mío].

Esto por cuanto era necesario que el Mesías anunciara el reino y cumpliera las Escrituras en Israel, bajo la Ley de Moisés.

“El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.” Mt. 15.24.

“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,” Gál. 4.4.

2.2. La relación de Jesús con los samaritanos

A pesar del enfoque hebreo de su ministerio público, Jesús sí se relacionó personalmente con algunos samaritanos, y fue compasivo con ellos.

Jesús y la parábola del buen samaritano.

Jesús contó esta parábola cuando un intérprete de la ley le estaba probando (Lc. 10.24–29).

En esta ilustración ni un sacerdote ni un levita se detuvieron a prestar ayuda a un hombre que había sido vapuleado; simplemente pasaron de largo (Lc. 10.30–32). Pero en cambio un samaritano que pasaba paró y ayudó al hombre, curó sus heridas y lo llevó a un lugar seguro, proveyendo para sus necesidades.

El intérprete judío fue confrontado por el Señor, pero es curioso que su orgullo era tan grande que ni aún así confesó con su boca que quien había actuado bien era samaritano.

“¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.” Lc. 10.36–37.

Aunque esta no era una historia real sino una parábola, Jesús quería dejar claro que los caminos de la misericordia y la santidad no tienen distinción de raza ni país. El verdadero sentido de la Ley y los profetas es crear en el corazón misericordia y conocimiento de Dios.

“Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.” Os. 6.6.

Jesús y la mujer samaritana.

En Juan capítulo 4 Jesús entabla conversación con una mujer samaritana, junto al pozo de Jacob.

Ella se quedó pasmada al ver que Jesús le hablaba, primeramente porque era samaritana (Jn. 4.9) pero posiblemente también porque era una mujer (y de mala vida — Jn. 4.17–18). Pero Jesús no la descartó por sus circunstancias ni contexto de vida, y le testificó de Sí mismo, presentándose abiertamente como el Mesías.

“Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.” Jn. 4.25–26.

Además le anunció que estaba próximo un cambio en el plan de Dios para los hombres.

“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.” Jn. 4.23.

La mujer impresionada fue a compartir lo que le había ocurrido con los habitantes de la ciudad de Sicar. Ellos creyeron en su testimonio y le rogaron que se quedara, por lo cual Él estuvo ahí dos días. Contrariamente a los judíos, que se mostraron incrédulos, la gente de Sicar le recibió con fe.

“Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.” Jn. 4.40–42. [Énfasis mío].

Jesús y el leproso.

En otra ocasión, Jesús iba para Jerusalén desde Galilea y tuvo que pasar por Samaria. Diez leprosos vinieron rogándole “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!” (Lc. 17.11–14).

Aunque eran leprosos Él no los descartó ni los rechazó, sino que los envió a presentarse donde los sacerdotes, y al llegar estaban limpios. Uno de ellos, samaritano, al verse sanado regresó dando voces y glorificando a Dios…

“y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.” Lc. 17.16.

Jesús hizo notorio que sólo uno de los diez regresó, y a éste además de la sanidad física también le confirmó su salvación espiritual.

“Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.” Lc. 17.19. [Énfasis mío].

3. El plan de Dios para Samaria (y para todos los pueblos…)

3.1. El evangelio llega a Samaria

Luego que Jesús muere y resucita, envía a los apóstoles con la misión de llevar el evangelio a todo el mundo, mencionando específicamente a Samaria.

“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Hch. 1.8.

Aunque los discípulos estuvieron por unos años centrados en Jerusalén, luego de la muerte de Esteban fueron dispersados, y Felipe va hasta Samaria predicando (Hch. 8.5).

“Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.” Hch. 8.6.

Hubo gran gozo en esa ciudad y mandaron a llamar a Pedro y Juan, quienes les impusieron manos y de esta forma recibían el Espíritu Santo. De ahí salieron predicando por toda la región.

“Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.” Hch. 8.25.

3.2. En Cristo no hay acepción de personas

Si bien es cierto que el ministerio relacionado con el reino para Israel era muy exclusivo, luego de la resurrección del Señor se da una apertura total de la salvación por medio del evangelio.

Esto debe haber sido particularmente especial para los samaritanos.

Jesús rompió con cientos de años de resentimientos y llegó a ellos con misericordia. Luego comisionó a los discípulos para que llevaran el mensaje a los samaritanos, dejando en el olvido cualquier división que pudiera haber existido entre ellos.

El evangelio del Señor Jesucristo, y todo lo que conlleva, es para anunciarlo a todo el mundo sin descartar a nadie ni hacer distinciones de ningún tipo.

“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” Gál. 3.28.

“Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.” Hch. 10.34–35.

Conclusión

Los samaritanos habían sido aborrecidos y desechados por los judíos. Había una historia larga y penosa que les impedía tener comunión en lo más mínimo. Sin embargo Jesús destruye por completo estas barreras, y llega a los samaritanos sin prejuicios ni rechazo, sino con misericordia y amor. Jesús no los descartó, sino que fue también a ellos.

En la gran comisión conforme a Hechos 1.8, Samaria es particularmente reinsertada en el plan de Dios, y acercada por medio del evangelio. En Hechos 8 (¡nuevos comienzos!), los samaritanos reciben el mensaje con gozo, y llegan a la salvación por la fe en el Mesías. No fueron descartados, sino que Dios los alcanzó para darles vida eterna.

No descarte a nadie para llevarle el evangelio, no se limite cuando se trata de compartir de Cristo. Por más torcida que la historia de una persona, y por más alejada de Dios que parezca su situación, el evangelio es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Rom. 1.16). No podemos negarle a nadie la oportunidad de escuchar el mensaje, y que cada uno voluntariamente decida recibirlo o rechazarlo según su propia conciencia.

Finalmente (aunque sé que es poco probable), quizá usted que lee se ha sentido como estos samaritanos: rechazado por las estructuras y los formalismos de la religión organizada. Quizá usted piensa que es como ese leproso que lleva el triple estigma: el del pecado, el de la enfermedad y el de su condición social, y usted ha llegado a pensar que nadie en el mundo se dignaría a recibirlo para ayudarlo.

Bueno querido amigo “samaritano”, muchos nos hemos sentido así en algún momento de nuestra vida, y con todos nosotros el Señor Jesucristo ha sido misericordioso y nos ha extendido Su mano salvadora. Arrepiéntase de todo corazón de sus malos caminos, y crea en el Hijo de Dios, pues Él está deseoso de llenarlo con todo Su amor y perdón.

Fuentes consultadas además de la Biblia:

  • Lockyer, Herbert. “Illustrated Dictionary of the Bible”. Thomas Nelson, 1986.
  • Cloud, David. “Way of Life Encyclopedia of the Bible & Christianity”. Way of Life, 2008.
  • Ropero, Alfonso. “Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia”. CLIE, 2013.
  • Ryrie, Charles. “Biblia de Estudio Ryrie”. Portavoz, 2012.
  • http://biblehub.com/

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Simón R. Sánchez Segura

Ingeniero en Electrónica • Desarrollador Web • Miembro de la Iglesia del Este