El negocio editorial en China: la piratería

Oh! Digital culture
3 min readDec 7, 2015

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Pirates of the Caribbean: At World’s End

A mediados de los noventa Yu Qiuyu era ya un escritor tremendamente popular en China, pero se sentía frustrado porque sus libros eran pirateados de forma masiva. La editora Wang Shuli, de la editorial estatal WPH, compró los derechos para la siguiente novela de Yu y marcó un hito en la historia editorial de China por las drásticas medidas que tomó para evitar el pirateo de ese próximo bestseller. Wang fue en persona a recoger el manuscrito de manos del autor, ella misma se encargó de copiar el texto durante el proceso de edición para evitar que nadie más leyera la obra, vigiló personalmente el proceso de impresión, cuidó de que las copias impresas se guardaran bajo llave en el almacén, cambió el título del libro a mitad del proceso de producción para despistar a los posibles impresores piratas y se aseguró de que 250.000 copias legales del libro apareciesen exactamente el mismo día en las grandes librerías para evitar que las copias piratas fueran vendidas antes de la salida del libro.

Tradicionalmente, el concepto de originalidad y el valor de la propiedad intelectual han tenido en China matices diferentes a los que despiertan en Occidente. Un indicador de que los derechos de los creadores no han sido una prioridad ni un asunto de relevancia social en China es que hasta 1991 no existió ninguna ley de protección intelectual en el país.

En 1991 el Gobierno chino firmó acuerdos de protección intelectual internacionales y se sumó al convenio de Berna en el 1992. Sin embargo, las pocas medidas tomadas después para asegurar el cumplimiento de la ley han favorecido que las ediciones y copias piratas de libros tanto impresos como digitales sigan siendo un problema acuciante. Hasta hace poco, ni siquiera las editoriales solían buscar responsables legales cuando el mercado quedaba inundado de copias piratas de sus propios bestsellers. E incluso un autor como Zhang Jiajia, nombre habitual de la lista de autores más ricos y vendidos en China, declaró que durante 2013–2014 se vendieron cuatro millones de copias de su último libro, pero que otros cuatro millones se distribuyeron por canales ilegales.

Photo Reuters/Stringer Shanghai.

Por más que las copias ilegales de libros impresos sean por lo general de muy mala calidad, lo cierto es que su precio es también mucho menor. Además, en un país tan poblado con China y donde los bestsellers producen tanta demanda, los editores oficiales tienen a veces problemas para satisfacerla, dejando el campo abierto a los rápidos impresores piratas. Por último, el mercado negro resulta también muy popular porque da acceso a libros censurados, una categoría de textos que, precisamente por haber sido prohibidos, suelen ser tremendamente demandados por los lectores.

Pero que no cunda el pánico. En los últimos años se ha reforzado el compromiso del Gobierno chino con la protección de derechos de autor. Y lo que tal vez sea a la larga más importante, la propia sociedad china está desarrollando de forma orgánica nuevos modelos de consumo de contenidos (centrados en fidelidad a ciertas plataformas de lectura online y en la compra de libros para el móvil a través de aplicaciones sociales) que abren el camino para formas de negocio más ajustadas a la gran demanda de contenidos de los millones de lectores chinos. Y es que, como dice el proverbio chino 滴水穿石: con perseverancia, hasta el agua puede agujerear una piedra.

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