Un quince por ciento más de romance en mi trama, por favor

Oh! Digital culture
3 min readMar 30, 2016

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Fast food content!

¿Leerías un libro que ha sido diseñado estadísticamente para gustarte? ¿Comprarías un texto cuyo autor ha aplicado un quince por ciento más de tramas románticas por exigencias de sus editores? ¿Y si supieras que cada vez que abandonas un artículo un grupo de expertos analiza qué estímulos te harían proseguir la lectura?

Son preguntas a la orden del día porque el comportamiento de los lectores será pronto carne de negocio de análisis estadístico gracias a polémicos proyectos como Jellybooks: una empresa que está reclutando lectores dispuestos a recibir libros electrónicos gratuitos a cambio de que sus estadísticas de uso y lectura sean observadas, analizadas, catalogadas con precisión y vendidas a diversos grupos editoriales ansiosos por hallar ese sagrado grial del negocio cultural: ¿qué nos mantiene enganchados?

¿Vale la pena rastrear el genio o es más rentable diseñarlo?

Desde que allá en tiempos muy muy remotos el primer narrador de cuentos se lanzara a solicitar una comida o tal vez unas monedas por entretener a su público contando unas historias, los autores (y luego también los editores) han tratado de entender las reacciones de su público para satisfacer sus necesidades. Pues bien, la lectura digital nos proveerá de datos sobre lo que más nos gusta leer. Datos… inquietantemente precisos. O si no, echa un vistazo a estos impecables gráficos creados por Jellybooks sobre los puntos en que varios libros eran abandonados por los lectores:

The New York Times / Jellybooks

Uno de los más devotos lectores que conozco corrió a mencionarme por Twitter el primer gran peligro que salta a la vista a raíz de tener estos análisis en la manga: que el editor exija a los autores añadir un quince por ciento más de romance a sus tramas, que le pida acortar capítulos para no fatigar al lector, que le exija añadir tres cliffhangers más por libro… y todo a ritmo de fábrica industrial de bestsellers.

Publishers might also use the data to learn what type of reader a book appeals to, and market it accordingly. One of the novels that Jellybooks tested was written for teenagers but proved surprisingly popular with adults. The New York Times

El futuro del contenido: instinto o datos

Por supuesto, todo esto va muy en contra de nuestra noción de que cualquier empresa artística implica un punto de genialidad que no se puede diseñar; ¿no están ahí los editores para detectar el genio? ¿no deberían los autores ser capaces de crear grandes obras sin apoyo estadístico de uso y consumo literario?

La respuesta es que sí, claro, pero es que esta oposición entre lo comercial y lo creativo es tan vieja como el arte de narrar historias en sí. Desde el cuentista medieval que cambiaba el tono de sus historias según veía de interesado a su público, al autor de folletines del XIX que mataba o resucitaba personajes de acuerdo a las cartas que enviaban los lectores, pasando por los equipos que hoy en día diseñan los bestsellers históricos, y terminando en el autor autopublicado que escribe guiado por las reseñas de Amazon, la narración comercial siempre ha encontrado maneras de entender y satisfacer al público. Libre albedrío artístico mediante, la mayoría de creadores quieren triunfar con su arte, y todos tendemos a pagar más por los contenidos que se adaptan mejor a nuestros gustos.

Y sin embargo, incluso hoy en día, en el hipercompetitivo mundo editorial actual, los editores siguen apostando por libros que saben que no se van a vender bien. Hace poco, en el Salón del Libro de París, Sophie Charnavel de Fayard mencionaba que aún hoy un editor necesita que un veinte por ciento de sus libros cosechen éxitos para poder mantener las pérdidas del ochenta por ciento restantes, que tal vez son apuestas más personales de pocas expectativas comerciales.

En resumen, la edición sigue siendo una cuestión de equilibrio entre diseño de éxitos comerciales y encuentro intuitivo de nuevos talentos. Los datos afilarán la satisfacción comercial pero la vocación artística sigue intacta.

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