El asedio de Jadotville

The Southern Cross
7 min readJan 31, 2017

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Por Julián Doyle

Desde hace años que estamos en guerra. Las nuevas generaciones sabemos muy bien qué es la guerra. Sabemos de Afganistán, sabemos de Irak, Libia, Ucrania, Yemen y ahora sabemos de Siria. El despliegue del horror a escala mundial ampliado por las nuevas posibilidades que dan los medios y la tecnología, nos sitúa en un mundo con graves problemas para encontrar caminos alternativos a la destrucción sistemática de pueblos enteros, culturas ídem, y vidas inocentes que nada tienen que ver con el TEG que se juega desde las oficinas y rascacielos de las potencias de la geopolítica.

El asedio de Jadotville es una muestra cabal de este sistema de juego, culturalmente invasivo y que implicó un nivel altísimo en lo institucional que luego se vino abajo rápidamente.

“The Siege of Jadotville”, fue filmada en Sudáfrica e Irlanda en asociación con el Irish Film Board. Se le dio una proyección de primera en el Festival de Cine de Galway en julio de 2016 y se ha distribuido en todo el mundo con un estreno exclusivo en la plataforma de Netflix. Basada en hechos reales y en la novela de Declan Power “Siege at Jadotville: The Irish Army’s Forgotten Battle”, Jadotville cuenta la embestida infernal que sufrió la Compañía irlandesa A de las Naciones Unidas envíada al medio del Congo en África central para frenar la guerra civil y caos reinante de los habitantes de Katanga, perteneciente al Congo, y poder defender una estabilidad atada con alambre que pronto se vuelve un río de pólvora con soldados irlandeses muy jóvenes que nunca habían estado en un combate ni sabían lo que era matar a alguien.

En la localidad de Jadotville una puja de intereses económicos enfrentaba a grupos, locales y extranjeros, que se adjudicaban el derecho de propiedad para la extracción de metales preciosos. La minería como centro de gravedad se mete en los despachos del Gobierno y promete muerte y destrucción a todo aquel que se entrometa, sea irlandés, la ONU o quien sea.

En 1961, una tropa de 150 soldados irlandeses fueron enviados a la ciudad de Jadotville, República del Congo. Desembarcaron en tierras de temperaturas abrasadoras. Bajo el comandante Pat Quinlan, se enfrentaban con hasta 3.000 fuerzas opuestas durante un período de seis días, sin una baja irlandesa, conocidos como Los Soldados del Asedio de Jadotville.

En 1960, la República del Congo, rica en minerales, se independizó de Bélgica. Sin embargo, tras el asesinato del Primer Ministro, Patrice Lamumba, se aprobó una resolución de la ONU para prevenir la guerra civil en la región y se desplegaron fuerzas que tenían como objetivo mantener la paz.

Katanga, un estado separatista, rápidamente proclamó su independencia de la recién formada república. Las tensiones eran altas, ya que la región que ocupaba generaba hasta el 50% de los ingresos del Estado. Los katanganeses eran una fuerza fuerte que consistía no sólo en tribus indígenas, sino que contaban con el apoyo de Bélgica y mercenarios franceses con experiencia en la Segunda Guerra Mundial y armamento sofisticado.

De los 150 soldados irlandeses que fueron enviados por órden de la ONU, pocos habían estado fuera del país y la mayoría nunca había estado en un avión.

En 1961, la Compañía “A”, del 35º Batallón, voló de Irlanda vía la base aérea de Libia al Congo. Desembarcaron con sus uniformes de lana pesada, botas de cuero y gorras. Su primera línea de ataque provino de mosquitos sedientos de sangre que los mordían incesantemente. Inicialmente permanecieron en un campo de tránsito en Elisabethville, una ciudad de estilo europeo y punto comercial. Más allá de la ciudad, sin embargo, el Congo tenía pocos caminos urbanos, casi todo era llanura y arbustos. El área que rodeaba Elisabethville era conocida por estar ocupada por bandas de rebeldes y mercenarios hostiles a la resolución de la ONU.

La ciudad de Jadotville era importante porque era parte de un rico cinturón de cobre. Los minerales en la zona incluían uranio usado por los norteamericanos en las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

Inicialmente, un comando sueco de la ONU había sido enviado a Jadotville para proteger a la población blanca allí, detener a los mercenarios restantes y detener el avance de Katanga. La población blanca dejó claro que no quería ninguna presencia de la ONU, viéndola como un problema. Al darse cuenta de la vulnerabilidad de su unidad en un área rodeada por militares y mercenarios de Katanga, regresó con sus fuerzas a Elisabethville.

Después de la vuelta sueca, bajo el mando del nativo de Kerry, Pat Quinlan, interpretado por Jamie Dornan, los hombres irlandeses del Batallón ‘A’ fueron ordenados a tomar posición en Jadotville. No se dio ninguna instrucción operacional apropiada. Fueron desplegados con suministros básicos, un camión y dos vehículos blindados a un área vulnerable y hostil.

Luego se informó que los grupos mercenarios en Katanga se estaban acumulando en la zona y se apoderaron del puente de Lufira, el único enlace entre Jadotville y Elisabethville. La sede de la ONU ignoró la información, ordenando a Quinlan que se quedara.

Quinlan planeó un ingenioso plan. Ordenó a sus hombres que cavaran trincheras estratégicamente colocadas como medio de defensa. Esta previsión fue fundamental luego para salvar sus vidas.

En la mañana del miércoles 13 de septiembre de 1961, mientras muchas de las tropas irlandesas asistían a la misa al aire libre, una fuerza combinada de habitantes de Katanga, mercenarios blancos, colonos belgas y tribus locales entraron en la sede de la ONU con la esperanza de tomar al irlandés.

Se movieron rápidamente, pero afortunadamente fueron vistos por un vigilante centinela que disparó un disparo de advertencia. El fuego de la ametralladora fue dirigido en el aire desde un jeep en el recinto y los atacantes se retiraron. Quinlan entonces ordenó a sus hombres ocupar posiciones en las trincheras recién cavadas. Todos se quedaron en silencio mientras los irlandeses permanecían en las trincheras, vulnerables en número y con un calor sofocante.

Horas más tarde, los atacantes se acercaron. Vinieron de todas partes, en olas de aproximadamente 600, fuertemente armados. También contaban con el apoyo aéreo con un avión de entrenamiento equipado con bombas de ala y ametralladoras. El batallón irlandés no estaba adecuadamente equipado, tenian armas personales ligeras, un pequeño número de ametralladoras y morteros anticuados.

Los irlandeses sitiados comunicaron por radio su cuartel general con un valiente mensaje: “Vamos a aguantar hasta que se gaste nuestra última bala. Pero por favor, no se olviden de traernos un poco de whisky”.

Bajo la oscuridad, Quinlan ordenó a las tropas excavar nuevas trincheras para confundir al enemigo de su ubicación exacta.

El asedio continuó, precedido por el bombardeo de morteros y armas de campaña. Sorprendentemente, los soldados irlandeses defendieron con éxito contra las olas masivas de atacantes . Después de soportar cuatro días de ataques repetidos y de raciones reducidas de una cucharada de estofado para sostenerlos diariamente, mantuvieron su posición.

Con una ONU tomando decisiones equivocadas, el panorama fue cada vez más duro. Un envío de un camión con soldados de apoyo no llegó a destino porque fueron tiroteados por los mercenarios que ocupaban el único puente de acceso. También el envío de agua por el aire no sirvió ha que los envases fueron contaminados.

Los ataques irlandeses resultaron precisos y eficaces hasta el punto en que los insurgentes pidieron al comandante Quinlan un alto el fuego. Quinlan estuvo de acuerdo. Sus enormes fuerzas habían sido seriamente disminuidas por la pequeña pero implacable tropa irlandesa.

Durante el asedio de cinco días, la Compañía “A” sufrió cinco heridos en la acción, sin muertes. Sus oponentes en esa semana tenía pesadas pérdidas en comparación. Cientos fueron asesinados, incluyendo 30 mercenarios además de un gran número de heridos.

Pero al quedarse sin municiones, comida y agua, Quinlan se quedó sin otra opción que salvar las vidas de sus tropas al rendirse. Posteriormente, la tropa fue retenida como rehén durante casi un mes, mientras se negociaban los términos de la cesación del fuego. Fueron liberados el 25 de octubre de 1961.

La historia dice que al día siguiente al alto el fuego, Quinlan entró a la ciudad para comprar cerveza para sus hombres, desafiante frente a sus oponentes.

A pesar de su gran valentía y éxito militar, la ONU y el ejército irlandés no trataron al teniente Pat Quinlan (que falleció en 1997) ni a su batallón con ningún honor a su regreso. El asedio de Jadotville no encontró el lugar que se merecía en los anales de la historia militar irlandesa hasta 2005. Una placa fue desvelada en Custume Barracks para conmemorar el 50 aniversario del asedio, en reconocimiento al logro de los 150 soldados irlandeses que lucharon contra unas 3.000 tropas enemigas.

Los soldados irlandeses en Jadotville son ahora un caso de estudio para una perfecta ‘defensa perimetral’. También se enseña en el Colegio Militar Irlandés. El ejército irlandés ha reconocido formalmente en un acto este año, la increíble operación de defensa que tuvo lugar en Jadotville.

Pat Quinlan se convirtió en un coronel completo, y un retrato encargado de él ahora cuelga en el cuarto del Congo de la escuela irlandesa de las fuerzas de defensa de la ONU.

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