Solucionar los problemas mentales

Tomás Chorroarín
3 min readDec 19, 2022

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Hay algo aún más perjudicial que la creación de problemas en nuestra mente, y es intentar solucionarlos allí mismo, en la mente.

Muchas veces caemos presos del problema que podría ser, de una potencial situación que proyectamos en nuestra imaginación. Esta práctica tan incorporada y automática es la tierra donde germinan tantos males como la ansiedad exagerada, el estrés desenfrenado, los ataques de pánico. Caemos víctimas de nuestro propio pensamiento del cual no tenemos el más mínimo control, no elegimos qué pensar, pensamos los peor, lo más desagradable, lo que más tememos, y es tan poderoso el pensamiento que se vuelve vívido a través del cuerpo y experimentamos físicamente el desagrado, el miedo. Este proceso físico valida y legitima el imaginario volviéndolo real y actual, cómo no pensarlo si lo sentimos, cómo no pensarnos asustados cuando nuestro cuerpo tiembla.

Sin embargo esto no termina aquí, llega un punto en el que queremos resolver esta situación y consecuentemente el escenario donde vamos a intentarlo es el mismo en el que estamos empantanados: el pensamiento. Es así como nos enredamos tratando de solucionar mentalmente un problema originado por el mismo pensamiento, un ciclo drenante que se asienta y retroalimenta en la evidencia física de los efectos que generan en el cuerpo. Inventamos problemas que nuestro cuerpo sufre como reales, y luego tratamos de resolverlos en el mismo escenario mental, aunque la mayoría de las veces sin éxito inmediato.

No importa las horas que le dediquemos a pensar soluciones, porque la intensidad de los pensamientos de solución difícilmente alcancen la de los pensamientos problema. Los pensamientos orientados a solucionar nuestros problemas originados mentalmente no tienen los mismos efectos en el cuerpo y solo podrían tener algún éxito en la medida en que, por ejemplo a través del tiempo, baje la intensidad de los efectos físicos de los pensamientos problema. Es por esto que podemos generar un problema mentalmente muy rápido, pero tardaremos mucho en superarlo, padeciéndolo y dedicando mucha energía y tiempo a querer solucionarlo en el escenario mental.

Controlar el pensamiento es difícil y lleva mucho tiempo y trabajo lograrlo, sin embargo podemos mitigar sus efectos rompiendo el círculo. Si estamos en este punto en el que no controlamos nuestra mente y ya hemos tropezado en el pensamiento problema podemos movernos de allí, no pretender solucionar mentalmente el problema con otro pensamiento. Podemos hacer. Hacer tiene un impacto inmediato en lo físico, en el cuerpo, haciendo logramos con más facilidad altas intensidades que pensando.

La clave está en que un problema mental se sustenta por los efectos en el cuerpo, un pensamiento que nos asusta nos genera miedo y esta emoción tiene un impacto físico que da entidad y legitima al pensamiento; pero si hacemos algo que haga experimentar al cuerpo otra cosa diferente al miedo: alegría, amor, ternura cae el sustento físico en el que se asienta el pensamiento y pierde la intensidad al punto de desvanecerse.

La trampa está en querer solucionar mentalmente un problema originado mentalmente porque la intensidad y el efecto físico no es simétrica. La solución a los problemas mentales es la acción.

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