Escribir por escribir. Compartir por compartir.

¿Por qué nos creamos una cuenta de Twittter? ¿Por que escribimos lo que escribimos en Facebook? ¿Por qué algunos tienen un blog? ¿Por qué compartimos el pedo que nos tiramos hace un rato?

Valentino D'Alessandro
4 min readJun 23, 2014

Cualquiera de esas preguntas es perfectamente pertinente a la pregunta que me hice cuando reflexionaba sobre esta aventura amateur de escribir en este medio: ¿Por qué hacerlo?

Tal vez en una ráfaga de intuición recolectamos nuestros mejores pensamientos sobre lo que nos rodea para así elaborar y compartir mejores ideas con el mundo. Tratamos de surfear de la manera más exitosa la ola de la popularidad 2.0, la de los likes, la de los seguidores. Y así es como desembocamos en un objetivo general explicito o implícito; lograr tener más seguidores. Y así chocamos con la realidad como el Sarmiento, o decidimos ocultarla y sufrir implícitamente esa lucha.

Todos buscamos tener más seguidores, incluso los que piensan que no lo hacen. Todos buscamos la contención de nuestros pares, lo dice la psicología social que tanto me estresó en mi primer año de carrera. Todos viven de la necesidad del respaldo de otras personas, seguidores, fans, lectores, súbditos, esclavos domésticos, y hasta inclusive desertores. Todos buscamos que alguien escuche lo que tenemos para decir. Esta en nuestra naturaleza la necesidad de esa contención. Está en nuestros egos personales desarrollados en la infancia, en la que enumeradas veces nos repitieron lo especiales que éramos y que nuestras propias virtudes, hasta el momento imaginarias, iban a ser respaldadas por ciertos privilegios también imaginarios; como Martita con Riky Fort, pero al revés. Ese fue el problema inicial que resulta de nuestra búsqueda por la atención, hoy en día potenciada por las herramientas del medio virtual, el cual resulta algo así como nuestro Matías Ale entrando a Esperanto; hace aproximadamente diez años que la comunicación como tal dio un vuelco y se transformó en algo tangible para cada individuo que pueda tener acceso a ella, las puertas del feedback en internet se abrieron de par en par entregándonos servida en bandeja esa posibilidad bidireccional de meter bomba como Israel o Palestina.

Entonces, ante tanta posibilidad, ante tanto potencial, ¿por qué hay algo que a veces nos bloquea o nos impide lograr con éxito nuestro anhelo de ver crecer nuestra plataforma? ¿Qué lo que tengamos para decir sea o no lo suficientemente entretenido como para considerar compartirlo? ¿Acaso las hijas de Tinelli no son líderes de opinión tuiteando que le pica el tatuaje n° 28? ¿Annalisa Santi con su pico dulce en la UCA?

La respuesta siempre estuvo ahí, aunque es tan simple y concreta que la hayamos obsoleta, anticuada: ser nosotros mismos. La respuesta, es parafrasear a Martin Luther King, al presidente Obama, y hasta el difunto y peculiar Néstor Kirchner. ¨I have a dream¨, ¨yes we can¨, ¨vengo a proponerles un sueño¨. Si, suena a publicidad berreta o redactor de campaña oficialista argentina, pero es así. Es simple, concreto, impulsivo; también es lo que la mayoría obvia hacer, para así caer en eufemismos y contenidos mediocres, estandarizados, productos hollywoodenses con presupuestos del INCAA.

Si es tan fácil, entonces ¿por qué decidimos tomar decisiones fuera del camino de convalidar nuestra posibilidad de ser nosotros mismo? Por miedo. Nos aterra, maricones del qué dirán los demás. Si alguien diserte o ignora un comentario sobre una idea presuntamente atractiva propia de un copy-paste, no nos afecta tanto como si la idea fuera propia, original y auténticamente nuestra ¿O vos crees que al virgo y delincuente que maneja la cuenta de @elcositodelapizza le afecta ser mas trucho que los billetes de Ciccone robándole tuits a todo el mundo? Por eso ahí está la chispa, en el peligro. En correr el peligro de decir algo peligroso. En ser reconocidos para bien o para mal por nuestro ¨amor, amor, amor¨ como Luisito D’elía. Los mejores no se destacan por ser perfectos, si no, por ser auténticos; como Ramón Díaz, exitosamente marcado a fuego por sus logros futbolísticos, así como su inigualable y filosa retórica. Un poco de rebeldía a nuestra propia personalidad y empieza el cambio. Como alguna vez hizo Flor de la V. Bueno, no tanto. Pero es la idea, ir contra la corriente. Ser el Ramiro Funes Mori del equipo. Decir y contradecir. No fue córner.

Y en todo eso encontré la respuesta que ya tenía para comenzar a escribir, y espero sea de agrado para los que me lean: seguir siendo el mismo polifacético boludo de siempre. Seguramente habrá contenidos e ideas un poco más interesantes en un futuro, sepan disculpar, todavía sigo de duelo por la partida de Ramón.

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