Hablé con los niños atrapados en Melilla

Decenas de menores migrantes arriesgan a diario su vida en esta ciudad del África española para huir a Europa. Entrevisté a algunos de ellos para entender cómo y porqué.

Víctor A. Espinosa
2 min readFeb 6, 2018
Esta foto la tomé en el verano de 2016 en Melilla, al norte de África.

Mouaziz*, de 11 años, devora su helado de menta sentado en una plaza pública. Luce cansado, sus ojeras lo revelan. Esta noche parece que tampoco pudo dormir.

— Siempre me despierta el mismo sueño: salto del acantilado al camión y no lo logro. El camión sube al barco sin mí.

El niño, alto y delgado, intenta sonreír. Es inútil.

— Caigo tan despacito que alcanzo a ver a mis padres gritándome, y al barco, que me llevaría a España, alejarse.

El chico es uno de los más de 1000 menores de origen africano que año con año llegan a la ciudad autónoma española de Melilla, al norte de África, con la esperanza de saltar, sin ser descubiertos, dentro de uno de los camiones de carga que abordan los barcos rumbo a España. Un salto de hasta 30 metros de altura que pocos logran.

— Pero, ¿finalmente has saltado alguna vez?

Mouaziz se pasa la mano por sus cejas pobladas y se limpia el sudor.

— Lo intenté una vez, pero al segundo cero me acobardé.

Los casos de Menores No Acompañados (MENA) que llegan desde el Sahara africano para hacer el salto han aumentado 1,400% en los últimos siete años. Se pasó de 100 a 1500 niños que ingresaron por la frontera, en un año, según registros de la Guardia Civil española.

Con este salto, apodado por los menores como “Risky” (arriesgado, en inglés), se busca ante todo la nacionalidad española y mejores condiciones de vida. “Es un salto por la libertad para los niños de los países vecinos, como Marruecos o Argelia”, afirma Carmen Requena Franco, responsable de Save The Children en Melilla.

Mouaziz está emocionado y señala con su dedo índice la primera parada de este recorrido: la playa de los Cárabos, una costa soleada, rocosa y de oleaje tranquilo. El menor será el guía y traductor del periodista que escribe estas líneas durante las siguientes 48 horas.

— Ahí está el maestro del Risky, ¡tienes que conocerlo!

El resto de esta historia se las platico el próximo jueves.

Hasta entonces.

*Los nombres han sido cambiados por protección.

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