Críticas feministas al marxismo: la postura de Silvia Federici

Zoe Christiani
4 min readNov 27, 2020

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“Dicen que es amor. Nosotras decimos que es trabajo no remunerado”

Silvia Federici (Parma, 24 de abril de 1942) es una escritora, profesora y activista feminista ítalo-estadounidense. Desde una postura autonomista dentro del marxismo crítica a este movimiento por considerar que el análisis de Marx se basó exclusivamente en el trabajo asalariado, obviando el trabajo reproductivo. En su libro “El patriarcado del salario” (2018) sostiene una tesis que puede resultar extraña al principio, pero que luego de leer sus numerosas argumentaciones cobra muchísimo sentido: la autora afirma que el capitalismo entero se sostiene sobre el trabajo reproductivo no remunerado que realizan las mujeres.

Federici comienza su libro señalando que el pensamiento de Marx es muy valioso, ya que contribuyó al desarrollo del movimiento feminista y a pensarlo como parte de un proceso de liberación y de cambio social. Sin embargo, Marx enfocó su análisis en la historia del desarrollo del capitalismo en Europa desde el punto de vista del trabajador industrial asalariado, obviando problemáticas centrales en las teorías feministas: el trabajo domestico, la sexualidad y la procreación. Si bien entiende que la procreación de trabajadores es fundamental para la organización del sistema capitalista, lo ve como un proceso natural. En lo tres volúmenes de El Capital no hay ningún análisis del trabajo de reproducción.

A partir de esta critica central Federici hace una reconstrucción histórica del periodo en el que Marx escribe, afirmando que hacia el fin del siglo XIX se produjeron una serie de reformas que crearon una nueva forma de patriarcado. Hasta 1860, durante la Revolución Industrial, la explotación del trabajador era absoluta: trabajaban hasta 16 horas al día y morían a los 40 años. Por ende, prácticamente no podían reproducirse. Sin embargo, a partir de finales del siglo XIX, se producen una serie de transformaciones que cambiarían el curso de la historia para siempre: las mujeres que trabajaban en las fabricas son enviadas a casa, de forma que el trabajo domestico se convierte en su principal ocupación y ellas pasan a ser dependendientes. Esta dependencia del salario masculino es lo que Federici define como el “patriarcado del salario”: se crea una nueva desigualdad, y el varón se convierte en “supervisor” del trabajo no pago de la mujer. La familia se divide en dos: una parte asalariada y una no asalariada.

Esta transformación de las normativas de las fabricas tenía un propósito muy claro: el pasaje de la industria ligera a la industria pesada. Los trabajadores hasta ese momento, además de morir muy jóvenes, se rebelaban contra su situación. Este nuevo tipo de industria necesitaba un obrero diferente (mas fuerte, mas sumiso). Gracias a estas transformaciones el trabajador explotado cuenta con una sirvienta en su hogar, quien está sujeta a su propia explotación, y es por ende mucho mas productivo. Se conquista la paz social y se aumenta la productividad a costa de colocar a la mitad de la humanidad en una situación de explotación totalmente invisibilizada.

La organización del trabajo para Federici se debería entender entonces como dos cadenas de montaje: una produce las mercancías, otra produce a los trabajadores. La casa y la familia son centros de producción de fuerza de trabajo. La producción para el mercado (asalariada) se contrapone de esta forma con el proceso de reproducción, o producción de fuerza de trabajo (no asalariado).

“ Partiendo de nuestra situación como mujeres, sabemos que la jornada laboral que efectuamos para el capital no se traduce necesariamente en un cheque, que no empieza y termina en las puertas de la fábrica, y así redescubrimos la naturaleza y la extensión del trabajo doméstico en sí mismo. Porque tan pronto como levantamos la mirada de los calcetines que remendamos y de las comidas que preparamos, observamos que, aunque no se traduce en un salario para nosotras, producimos ni más ni menos que el producto más precioso que puede aparecer en el mercado capitalista: la fuerza de trabajo “

El hecho de que el trabajo reproductivo no se considere un trabajo propiamente dicho tiene dos consecuencias: en primer lugar genera que el tipo de empleo que por lo general obtienen las mujeres de la clase obrera sea una extensión del trabajo reproductivo; en segundo lugar (y esto es lo mas preocupante) al no recibir un salario por el trabajo reproductivo, éste está dotado de una aparente naturalidad (o “feminidad”). Sobre este trabajo voluntario descansa el Estado moderno. Ésta es para Federici una situación de casi esclavitud, y afirmar que se trata en todos los casos de un “acto de amor” no hace mas que perpetuar estas practicas.

Si Federici proviene de la izquierda ¿no es acaso un contrasentido que exija un salario para el trabajo reproductivo si el destino utópico de este movimiento es la liberación de todos los sectores obreros de las relaciones salariales? Pues allí radica el quid de la cuestión: la lucha por el salario es simultáneamente una lucha contra el salario. Implica salir de la invisibilidad y poder obtener mayor capacidad de organización y de lucha. El salario para el trabajo domestico implicaría que el capital tenga que remunerar a todos aquellos sectores sobre los que se sostiene en la actualidad. Federici sostiene que la demanda del salario doméstico es un claro rechazo a aceptar el trabajo reproductivo como un destino biológico. La obtención de un salario no implica una revolución, pero si se trata de una estrategia revolucionaria: cambia el rol que el capital nos ha asignado y socava las relaciones de poder.

Ante todas estas argumentaciones cabe preguntarnos: ¿Qué hubiera pasado si nuestras madres hubiesen recibido un salario por nuestro cuidado? La autora afirma que probablemente habrían tenido una vida mas plena, y sin ninguna duda hubiesen sido menos dependientes. Habrían tenido también mas tiempo y energía para rebelarse contra este situación y nosotras estaríamos hoy mucho mas avanzadas en la lucha.

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