El éxito es el fracaso más grande

Javier Cuello
A List Apart en Español
11 min readJul 2, 2020

Por Jeffrey Zeldman. Original en inglés, traducido al español por Javier Cuello.

Una familia compra una casa que no puede pagar. No pueden pagar las cuotas mensuales, así que le piden un préstamo a la mafia. Ahora están en deuda con el banco y con la mafia, viven con miedo de perder su hogar, y tienen que hacer lo que sus acreedores les digan.

Bienvenidos a internet en 2019.

Comprar algo que no puedes pagar, y pedirle prestado a organizaciones a quienes no les interesa tu verdadero bienestar (o el de tus clientes) es el plan de negocio de la mayoría de las startups tecnológicas. Esa es la razón por la cual nuestros servicios digitales y redes sociales en 2019 son una montaña de basura ardiente de mentiras, distorsiones, discursos de odio, tribalismo, violaciones a la privacidad, aceite de serpiente, idiotez peligrosa, responsabilidad evadida, y nuevas categorías enteras de brechas éticas y crímenes sin castigar.

De orígenes optimistas y declaraciones de hacer un mundo mejor, demasiados sitios web y startups pasaron a ser los líderes de la parcialidad y el trauma, especialmente para los grupos marginales y en riesgo.

Por qué (casi) todo es basura

Twitter, por ejemplo, necesita que sus anuncios sean vistos montones de veces para pagar a la escala inmensa que sus inversores le demandan. Montones de visualizaciones quiere decir que no puedes ser muy selectivo con lo que comparte la gente. Si son misóginos o racistas inspirando a otros quienes comparten sus espantosas creencias para hacernos volver al año 1930, bueno, se puede medir. Si los tuits que publica sin control un funcionario electo con mucho poder reducen pérdidas de usuarios y aumentan las visualizaciones, no solamente le puedes pagar a tus inversores, puedes incluso llevarte dinero extra a casa. Tal vez pueda pagar el próximo retiro de meditación.

Puedes tapar esta operación económica bajo cincuenta capas de mierda —decir que crees en la libertad de expresión, o que la cura para los malos discursos es más discursos— pero la verdad es que el discurso de odio es rentable. Está matando a nuestra sociedad y al planeta, pero es rentable. Y el resto de gente que hace Twitter —aquellos que no se dejaron llevar por su conciencia años atrás— ya no tienen elección. El tipo de la mafia viene en camino, y el pago está atrasado.

No es por señalar a Twitter, pero esto es claramente la causa principal de su aparente indiferencia a la destrucción que el discurso de odio está provocando en la sociedad… y que al final provocará también en la plataforma misma. (Para entonces Jack se podrá permitir meditar a tiempo completo).

Otras empresas hacen otras cosas malas para pagar su cuota. Cuando le debes a la mafia, no tienes elección. Como vender nuestros datos. O mentir sobre investigación médica.

Hay empresas de internet (como Basecamp, o Automattic, los creadores de WordPress.com, donde trabajo) que cobran por sus productos y servicios, y usan ese dinero para hacer crecer su negocio. Me gustaría que más empresas de internet pudieran seguir ese modelo, pero es difícil modernizar un modelo de negocio legítimo en un producto que empezó siendo gratuito.

Hay incluso publicaciones de noticias de alto nivel, como The New York Times, The Washington Post, y The Guardian que sobreviven con una combinación de anuncios y suscripciones. Pero estas opciones no están disponibles para la mayoría de las publicaciones y negocios digitales.

Vuelve conmigo a los días de Halcyon…

Los sitios webs y startups de internet solían ser solamente tú y tus amigos haciendo cosas interesantes para tus otros amigos, y quizás conociendo nuevos amigos, y formando pequeñas comunidades en el camino. (Aún en 2019, es así como algunos sitios web y startups empiezan — por amor al arte, creados por idealistas en su tiempo libre).

Porque son por amor al arte; porque hemos pasado 25 años haciendo que la gente crea que los sitios web, las noticias, las apps y los servicios deberían ser gratuitos; porque, cuando empezamos un proyecto, apenas podemos creer que a alguien le importará o se dará cuenta de que existe— por esas razones y más, las cosas digitales que hacemos, especialmente en internet, se ofrecen gratis. Trabajamos emocionados por los comentarios positivos, y encantados de descubrir que, si seguimos con eso, nuestra pequeña comunidad crecerá.

La mayoría de esos proyectos desaparecen después de un año o dos, cuando sus creadores pierden contacto entre ellos, consiguen trabajos “de verdad”, se enamoran, empiezan familias o simplemente pierden el interés por la falta de entusiasmo del público o por las frustraciones de pasar los fines de semana y las vacaciones trabajando arduamente en un sitio web o una app infravalorados, mientras sus amigos “fuera de internet” pasan esas mismas horas divirtiéndose, o ganando dinero .

Vino el dinero

Pero algunas de esas startups se consolidaron. Y cuando lo hacen, cierta clase de inversores puede oler el retorno de sus inversiones. Y los cofundadores ingenuos, que nunca esperaron que su producto o servicio llegara realmente a ninguna parte, de pronto pueden imaginarse ricos o famosos como Zuckerberg. O quizás les gusta la idea de renunciar a su trabajo, creyendo en sí mismos, y de verdad yendo a por ello. Después de todo, es una visión comprensible, que los hace sentir poderosos.

Quizás creen que tomando ese capital inicial, pueden hacer más bien —que su producto, si se desarrolla más, puede realmente ayudar a la gente. Esta es generalmente la motivación que hay detrás para aceptar un acuerdo de inversión inicial, especialmente en categorías como el cuidado de la salud.

O quizás a los fundadores les gusta resolver problemas. Los productos que ya existen en cierta categoría tienen alguna debilidad importante, y están seguros de que su idea es mejor. Con capital suficiente, y un equipo ligeramente más grande, le pueden mostrar al mundo cómo hacerlo bien. La mayoría de inventos que hicieron avanzar a la humanidad siguieron exactamente este camino. Debería llevar a un mundo mejor (y a veces lo hace). No debería producir filtración de datos privados, y medicina falsa, y bots que influyen en elecciones y todas las otras plagas de nuestra civilización digital emergente. Entonces, ¿por qué lo hace?

El contenido quiere que le paguen

Principalmente es porque estos negocios no tienen modelo de negocios. Se hicieron y se regalaron gratuitamente. Llegan los inversores que pueden pagar a los fundadores, comprarles una oficina, darles dinero para contratar gente, e incluso ayudar con relaciones públicas y publicidad para hacerlos crecer más rápido.

Ahora hay salarios, seguros e impuestos, espacio de oficina, viajes y tours de conferencias y mostradores de ventas en SXSW, pero aún así no se cobra por el producto.

Y los inversores están buscando un retorno grande.

Y cuando la inversión inicial deja de ser suficiente para hacer que la empresa del producto gratuito escale a las grandes ligas, es cuando los inversores realmente grandes llegan con una gran cantidad de dinero. Y de repente la empresa se hace famosa de la noche a la mañana, y “todos” están usando el producto, que sigue siendo gratis, y los inversores todavía están esperando ese día del pago gigante.

Como dije antes: una casa que no puedes pagar, entonces te endeudas con el banco y con la mafia.

La trampa del dinero

Aquí sería fácil echarle la culpa al capitalismo, o al menos al capitalismo salvaje sin regulaciones, que ha sido con frecuencia una fuente de sufrimiento humano —no es que el capitalismo, correctamente regulado, no pueda ser una fuerza de innovación que alivie el sufrimiento. Ese es el dilema de nuestra sociedad, cuando se trata del libre mercado contra la regulación gubernamental de los negocios, debería ser una decisión intelectual, pero hoy en día es una etiqueta, y odiamos a nuestros vecinos por estar ligeramente a nuestra derecha o izquierda. Pero estoy divagando y simplificando, esto no se trata de quejarse de la última etapa del capitalismo, aunque pueda parecerlo.

No, la razón por la que las empresas creadas por idealistas se convierten con demasiada frecuencia en fuerzas defensoras del mal que defraudan al consumidor, tiene que ver con la cantidad de dinero que cada nueva ronda de inversores espera recibir, y qué tan rápido esperan recibirlo, y el hecho de que los productos y servicios sigan siendo gratuitos. Y ya sabes lo que dicen acerca de los productos gratuitos.

El éxito es el fracaso más grande

Tengo un amigo que es un “emprendedor serial”, ha fundado quizás una docena de negocios en internet durante toda su carrera. Todos han cubierto una necesidad en el mercado. Como consecuencia, todos consiguieron clientes, y todos tuvieron ganancias. Aún así, sus inversores raramente están felices.

La mayoría de mis startups tienen la decencia de fallar en su primer año”, le dijo un inversor. El negocio de mi amigo estaba facturando varios millones de dólares anuales, y creciendo lentamente en equipo y clientes. Tenía ganancias, sólo que no de una forma increíble.

Y los inversores no quieren un retorno modesto por su dinero. Quieren ganancias exageradas ya mismo, o una pérdida brutal, que puedan deducir de sus impuestos. Hacerles ganar cien millones por los diez que te prestaron es bueno. Perder sus diez millones, también es bueno —pagan menos impuestos de esa forma, o usan la pérdida para cerrar una empresa, o tienen ganancias con los muebles mientras declaran el negocio como una pérdida… todo lo que la gente rica puede hacer legalmente en nuestro sistema impositivo, lo cual es bastante.

Lo que estos tipos no quieren es prestarte diez millones, y tener doce de vuelta.

Tú y yo podríamos pensar “¡Vaya! Acabo de ganar dos millones de dólares sólo por ser lo suficientemente privilegiado como para poder prestarle dinero a alguien más”. Y esa es la razón por la que ni tú ni yo jamás tendremos diez millones para prestarle a nadie. Porque estaríamos agradecidos. Y veríamos dos millones de dólares gratis como un regalo de Dios que nos cambiará la vida. Pero los inversores no piensan así.

No empezamos el fuego, pero asamos nuestras salchichas en él

Aún si creemos ser una nación religiosa, nuestra sociedad venera a estos inversores y sus ganancias, venera a las empresas que obtienen estos beneficios, venera por sobre todas las cosas el mito del éxito que se consigue de la noche a la mañana, el cual usamos para motivar a los cientos de miles de trabajadores que trabajarán noches y fines de semana para los dueños de esas empresas con la esperanza de cobrar cuando las acciones estén bien arriba.

La mayoría de las veces, aún si las acciones suben mucho, el dueño habrá encontrado alguna manera de hacer que se devalúen para entonces. Los propietarios tienen asesores brillantes a quienes les pagan para descubrir cómo hacer esas cosas. Tú y yo no los tenemos.

Una historia de Navidad

Recuerdo que visité San Francisco hace años y conseguí una invitación a la fiesta de Navidad de Twitter a través de un amigo que trabajaba ahí en ese momento. Twitter era, en esa época, una app que funcionaba a través de SMS y un sitio web. Punto.

Algunas empresas externas, empezando por mis amigos en Iconfactory, habían desarrollado apps para la gente que quisiera navegar Twitter con sus iPhone, que eran una novedad entonces, en lugar de una web. El propio Twitter no se había enfocado en teléfonos móviles públicamente todavía, y puede que ni siquiera pensara en ello.

Aunque Twitter estaba haciendo una transición de una cosa de culto divertida —usada por los bloggers que fueron a SXSW Interactive en 2007— a un fenómeno cultural emergente, su interfaz era muy básica y sus funciones muy limitadas. Lo cual no era algo necesariamente malo. Hay arte en las limitaciones, valor en hacer una cosa bien. Como alguien externo, si hubiera pensado en ello, habría adivinado que el equipo entero de Twitter consistía en no más de 10 o 12 verdaderos creyentes con ojos salvajes y sin horas de sueño.

Imagina mi sorpresa entonces, cuando aparecí por la fiesta de Navidad y descubrí que compartiría la cena con cientos de diseñadores, programadores, gente de ventas y ejecutivos en lugar del puñado que ingenuamente había anticipado que conocería. (A estas alturas, por supuesto, Twitter emplea a muchos miles de personas. Sigue sin estar del todo claro para alguien de afuera porqué se necesitan tantos trabajadores).

Pero una cosa es segura: alguien tiene que pagar por todo eso.

Freemium no es gratis

Los empleados, por no hablar de los miles de ellos, con los inflados salarios de los ingenieros de Silicon Valley, no son gratis. El seguro de salud, el estacionamiento, la comida, Recursos Humanos, los viajes, las cuentas de gastos, las reuniones, el software, el hardware y el alquiler de la oficina no son gratuitos. Pagar por todo eso mientras te esfuerzas por pagar a los inversores diez veces más, significa ganar un dólar de cualquier manera.

Como el producto nació libre y una suscripción de pago no es factible, Twitter debe confiar en ese viejo standby: la publicidad. Puede que la publicidad puede no genere ingresos suficientes para mantener a flote el diario de tu ciudad (o la mayoría de podcasts y sitios web de contenido), pero en la escala de Twitter, paga.

Paga porque Twitter tiene un montón de usuarios activos. ¿Y qué hace que esos usuarios vuelvan? Muchas veces, es la dopamina del tribalismo incansable —tipos cuyas creencias políticas coinciden y refuerzan las mías, en una guerra de palabras constante e imposible de ganar contra esos otros tipos con ideas diferentes.

Por supuesto, la mitad de los antagonistas en una discusión cualquiera puede que sean bots, pagados secretamente por una organización que quiere hacer parecer que la mayoría de los ciudadanos están en contra de la neutralidad en internet, o que la mayoría de los estadounidenses se oponen a las leyes incluso más básicas de control de armas, o que nuestros legisladores trabajan para “gente lagarto”. El sistema entero está roto y es peligroso, pero también es adictivo, y no podemos mirar hacia otro lado. Desde nuestra visión inocente de que el contenido quiere ser gratuito, y nuestra incapacidad para crear negocios que paguen por sus propios gastos, estamos transformando los grandes inventos de nuestra época en máquinas de fatalidad y desesperación.

Te toca a ti

Así que, aquí estamos. ¿Y ahora qué hacemos con esto?

Es muy tarde para los negocios de internet actuales (víctimas de su propio éxito) que están comprometidos hasta el cuello con el dinero sus inversores. Pero, ¿podría aprender la próxima generación de startups de internet de empresas más antiguas y consolidadas como Basecamp, y diseñar productos que se paguen a sí mismos a través del dinero de clientes —productos que ganen plata lenta y sostenidamente, permitiéndoles escalar de una manera igual de lenta y sostenible?

El modelo de pagarse a sí mismo puede que no funcione para apps y sitios web que están diseñados como simple entretenimiento o comunidades, pero puede que ese tipo de startups no necesiten ganar un dólar —quizás simplemente puedan existir por amor al arte, como los sitios web que adorábamos en los ‘90 y principios de los 2000.

En esa misma línea de pensamiento, ¿podrían salvarnos la IndieWeb, y los productos de esa misma forma de pensar alternativa, como Micro.blog? ¿Podrían, por lo menos, darnos una alternativa al lado tóxico de nuestra web social actual, y recuperar la propiedad de nuestra información y contenido? Y antes de que respondas, lee las malditas instrucciones.

De una forma individual y colectiva, la IndieWeb ya funciona. ¿Pero puede un enfoque como el suyo expandirse al público en general? Si no puede ampliarse todavía, ¿podemos, quienes imaginamos y diseñamos y construimos, crear una nueva generación de herramientas que ayuden a crear una web independiente y floreciente? ¿Una que sea accesible a los usuarios de internet comunes y corrientes, como lo son Twitter, Facebook e Instagram? Tantek Çelik piensa que sí es posible, y ha tenido razón acerca de la web por casi 30 años. (Para saber más sobre lo que piensa Tantek, escucha nuestra conversación en el episodio № 186 de “The Big Web Show”).

¿Son estos enfoques algo así como soplarle a un huracán? ¿Están satisfechos la mayoría de los usuarios de internet con cómo son las cosas? ¿Qué piensas ? Comparte tus pensamientos en tu sitio web personal (sacúdele el polvo) o (valga la ironía) en tus redes sociales independientes o comerciales preferidas, usando el hashtag #LetsFixThis. No puedo esperar a ver qué tienes para decir.

Si te gusta lo que hace A List Apart, ¡haz una inversión en apoyarnos! O síguenos en Twitter y Facebook. ¡Gracias!

--

--