A mí, porfa, deséenme suerte

A propósito del éxito y las casualidades

Pablo Groisman
Probablemente
8 min readNov 26, 2019

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“Preferiría ser afortunado que bueno… La gente teme reconocer qué parte tan grande de la vida depende de la suerte. Da miedo pensar que sea tanto sobre lo que no tenemos control. Hay momentos en un partido en el que la pelota alcanza a pegar en la red, y por una décima de segundo puede seguir su trayectoria o bien caer hacia atrás. Con un poco de suerte, sigue su trayectoria y ganás. O tal vez no y perdés.

Match Point

La frase marca el inicio de la película Match Point, que ciertamente tiene un punto en donde la vida del protagonista se define por la suerte que decidirá si la pelota cae del otro lado de la cancha o del nuestro luego de pegar en la red. Sin ser tan grandilocuentes, todas nuestras vidas tienen esos pequeños momentos “match point” en donde alguna cuestión menor — o no tanto — , se define — parcialmente — por el azar.

Invito al lector a reflexionar sobre los pequeños momentos match point que ha tenido recientemente y a los no tan pequeños que ha tenido a lo largo de su vida. Momentos en que si la suerte está de nuestro lado, se produce una mejora en nuestras vidas, o al revés. Ese día en que éramos el número dos en la lista corta de candidatos para el empleo que tanto queríamos y el número uno rechazó la oferta y por lo tanto nos eligieron a nosotros. O el día en que ese gran inversor tuvo que decidir si apostaba a nuestro emprendimiento y resulta que, por suerte, estaba de buen humor, bien dormido, bien comido y satisfecho. Y se sentía generoso y con ganas de arriesgar. El avión que no salió vaya uno a saber por qué. El encuentro casual con quien terminó siendo un gran amor. El día en que la directora de la escuela puso nuestro nombre en 1ro A, el grado que terminó siendo un gran grupo y no en 1ro B, aquel grado tan conflictivo.

Recientemente Romain Gauriot y Lionel Page publicaron el artículo “Fooled by performance randomness: over-rewarding luck” en donde nos muestran cómo los jugadores que hicieron tiros al arco que pegaron en el palo para terminar siendo gol, son evaluados de mejor manera que aquellos que hicieron tiros similares pero que luego de pegar en el palo, la pelota decidió no entrar en el arco. Analizaron unos trece mil momentos “match point” en más de dieciocho mil partidos de las ligas de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y España.

Concluyen que la suerte está sobre influenciando las decisiones de los managers y las calificaciones de los evaluadores y que este fenómeno podría estar presente en otras organizaciones económicas.

La conclusión parece bastante obvia: nos miden por nuestros resultados. Pero el artículo de Gauriot y Page es muy valioso porque hace un análisis empírico de un fenómeno sobre el cual podríamos discutir y argumentar por horas a partir de nuestros marcos teóricos. Ciertamente ellos también tienen un marco teórico, pero además hicieron el “experimento”.

La (buena) suerte está presente detrás de muchos casos de éxito y la (mala) suerte lo está detrás de muchos fracasos. También puede pasar al revés, en cuyo caso se incrementa en gran medida el mérito del protagonista. Pero mi punto es que siempre hay un factor “suerte” y que suele ser muy subestimado.

Barack Obama una vez dijo algo así como “a la gente no le gusta pensar probabilísticamente”. Si fuera el caso en que Obama está en lo cierto, eso podría explicar en parte por qué nos cuesta tanto entender el factor azaroso que marca nuestras vidas.

No se trata de restar mérito a los exitosos, ya sean personas, organizaciones o proyectos. Detrás de un gran éxito suele haber un gran mérito de sus autores, pero también hay un factor suerte del que creo que no tenemos la intuición correcta y es a él al que me quiero referir.

Vamos a hacer un modelo matemático. Suelo ser crítico de los modelos matemáticos para explicar el comportamiento humano porque muchas veces esconden preconceptos detrás de fórmulas complicadas y al final del artículo nos concluyen con un “no lo digo yo, lo está diciendo la matemática”. La matemática es una excelente herramienta para tratar de entender (un poquito) al mundo en que vivimos. Como toda herramienta, puede ser usada de muy mala manera también.

Para contradecirme un poco, acá va el modelo. Mi disclaimer dice que en este caso vale porque este modelo es simple, conceptual y transparente. No lo vamos a usar para llegar a conclusiones sino solamente para explicar una idea en la que creo y eso ya fue declarado al principio. Así y todo, acá estoy para recibir las quejas.

El modelo es así: nuestras vidas (cuando digo nosotros me refiero a personas, organizaciones, proyectos, lo que sea. En términos técnicos se suele decir “agentes”) son una sucesión de momentos en los que pasan cosas. Borges sugirió alguna vez que era posible medir así el tiempo y la vida de las personas. Esa idea acá nos viene como anillo al dedo. Esos momentos en que pasan cosas tienen un impacto en nuestras vidas. Vamos a hacer la gran simplificación de que nos preocupamos por un solo aspecto de nuestras vidas. Acuérdense que esto es conceptual. No quiero llegar a una conclusión cuantitativa. Es solo un marco para pensar cosas. Entonces miramos un aspecto de nuestras vidas, puede ser el éxito (lo que quieran entender por éxito), la felicidad, la riqueza, el desarrollo personal, las amistades, la familia. Lo que gusten. Vamos a suponer que podemos darle un valor (un número) a ese aspecto. No lo vamos a cuantificar, es simplemente para poder usar conceptos como “mejora”, “empeora”, “es muy grande”, “es muy chico” y cosas de ese tipo. Vamos a llamar entonces X(n) a esa cantidad en el momento n. De vuelta, a no asustarse, lo único que nos importa es que el momento n+1 es el que viene después del momento n. Nada más. Entonces el modelo dice así

X(n+1) = X(n) + A(n) + S(n)

En palabras, nuestro nivel de éxito en el momento n+1 está compuesto por tres partes

  • Nuestro nivel de éxito en el momento n, que lo llamamos X(n);
  • Todo lo que nosotros hacemos para que nuestro nivel de éxito mejore o empeore, lo llamamos A(n);
  • La suerte que tengamos en el momento n, la llamamos S(n).

La suerte S(n) representa todos los pequeños momentos “match point” de nuestras vidas. La pelota que decidió pegar en la red y pasar — o no — . La pelota que pegó en el palo y entró. Esa vez que no habíamos estudiado para el examen y la profesora se enfermó. O el día en que el amor de nuestras vidas pasó a nuestro lado y justo estábamos mirando para otro lado. Acá algún Lacaniano podrá encontrar este hecho como no azaroso. No hay problema, va en A(n) entonces. Si convencemos al Lacaniano de que hubo al menos un poquito de azar, esa parte van en S(n). También podés poner acá si naciste en una familia adinerada o si te tocó una familia en donde no sobraba nada. O si ni siquiera te tocó una. Si tuviste padres que te querían y se preocupaban por vos o no, si tuviste que salir a trabajar desde temprano o si pudiste pensar tranquilamente qué querías hacer con tu vida. Si te tocó crecer en un país pobre o en uno desarrollado. Con la magnitud que tengas ganas de ponerle a cada uno de esos factores.

Antes de que me odien por las letras que uso, explico: la A es de “auto” lo que nosotros hacemos, la S es de suerte y la X es de X, porque no estamos midiendo nada en especial. Es lo que ustedes quieran.

Es de esperar que personas muy exitosas tengan muchos A(n) grandes a lo largo de sus vidas (hacen muchas cosas bien para ser exitosos) y por eso X(n) resulta ser muy grande. Pero quiero que analicemos la parte de S(n).

El factor suerte podemos pensarlo como una gran sucesión de “+” y “ - ”. Buena suerte y mala suerte. Buena suerte, un +, mala suerte, un -. Una gran sucesión de lanzamientos de moneda. Cada cara es buena suerte y cada ceca es mala suerte.

Ojalá hayan llegado hasta acá. Ahora viene mi punto. En el mundo somos aproximadamente 7.500 millones de personas. Supongamos que cada uno de nosotros tiene unos 20 momentos “match point” a lo largo de su vida. Veinte monedas. El número 20 es arbitrario, desde ya. Algunos tendrán muchas caras y pocas cecas (los suertudos) y algunos tendrán muchas cecas y pocas caras (los desafortunados).

La gran mayoría de las personas que habitamos este mundo caemos dentro de los designios de lo que se denomina la Ley de los grandes números, un teorema matemático y empírico que dice así: si tiramos muchas veces una moneda equilibrada, aproximadamente la mitad de las veces saldrá cara y la otra mitad saldrá ceca.

La parte de “matemático” viene a cuento de que se puede dar una demostración rigurosa de este hecho a partir de axiomas e implicaciones lógicas. La parte de “empírico” se debe a que si prueban de hacerlo en sus casas, comprobarán que efectivamente así ocurre.

Eventos como “obtener 20 caras” tienen probabilidad muy baja, pero no nula. Dentro de la teoría de probabilidades hay un nombre para el estudio de este tipo de eventos: Teoría de grandes desvíos. Es un área que se ocupa de estudiar qué tan probables son los eventos poco probables. El estudio de estos eventos y sus probabilidades es muy importante porque cuando un experimento se repite muchas veces, necesariamente pasan cosas raras.

Ahora vienen las cuentas y con ellas, lo interesante. El punto en donde, tal vez, nuestra intuición nos esté jugando una mala pasada.

“cuando un experimento se repite muchas veces, necesariamente pasan cosas raras”

La probabilidad de obtener veinte caras en veinte tiradas de moneda es de uno en 1.048.576. Bastante baja. Pero en un mundo de 7500 millones de personas, si le pedimos a cada una que tire veinte veces su moneda, habrá unos 7500 que obtendrán veinte caras.

Va de nuevo. Si cada persona en este mundo tira veinte monedas para definir su suerte a lo largo de la vida, habrá aproximadamente 7.500 que obtendrán veinte caras. También habrá otros tantos que obtendrán 7.500 cecas. Pobre de ellos.

Por otra parte, la probabilidad de obtener entre 5 y 15 caras — lo que se dice un suertudo medio, el probable lector de esta nota — es 0,9882. El 98,82% del planeta. Fíjense que si consideramos “suertudo” a todo aquel que obtiene más de 15 caras (en lugar de 20, como hicimos antes), en este mundo tenemos a 44.250.000 de esos. Sólo en Argentina habría un poco más de un cuarto de millón. Doscientas cincuenta mil personas que obtuvieron más de 15 caras cuando se echó la suerte de sus vidas.

La gran mayoría de las personas que convivimos en este planeta somos suertudos medios. Muchas veces la suerte está de nuestro lado y muchas veces no lo está. Pero necesariamente hay entre nosotros personas que obtuvieron sus veinte caras. ¿Quiénes son? No podemos saberlo, pero es de esperar que estén entre los que denominamos exitosos.

Suele decirse que debemos desear éxito en lugar de suerte, porque suerte se les desea a los mediocres. A mí, porfa, deseenme suerte!

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Pablo Groisman
Probablemente

Math. Probability. CONICET. Exactas at University of Buenos Aires. #TeRegaloUnTeorema