La Leyenda del
Hombre Lobo

No le importa la fase de la luna.
Solo quiere salir a pasear.

Hugo D. “Fians4k” Pastor
Abrazo De Finisher

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Desconozco si hay luna llena, no miré por la ventana ni pienso tomarme la molestia de hacerlo. Lo escucho: el horario, el calor, la humedad, la electricidad del aire lo está poniendo incómodo. Pide salir.

Primero es apenas un quejido, luego una propuesta, finalmente una súplica que se transforma en amenaza. Sigo sin saber exactamente cuan redondo en el cielo está el satélite lunar, la transformación ya comenzó. Donde había pijama hay short, donde había marca de bronceado hay un cronómetro, donde había ojotas hay zapatillas bien atadas. El Hombre Lobo quiere salir a correr, y ya no hay nada que lo detenga.

Nunca se exactamente que es lo que lo motiva a abandonar su encierro. A veces es con los primeros rayos del sol y en pleno verano; otras veces es en plena madrugada y con el termómetro apenas pasando el cero. Hoy es a la medianoche y con la luna a medio inflar en el firmamento. Lo que si se es que cuando toma el control, inútil es ofrecer resistencia, solo queda que la poca consciencia disponible lo acompañe y esté pendiente de semáforos y vehículos, ambos elementos de la civilización que mi perruno alter-ego parece ignorar por completo.

Hoy me lleva por un camino que hice incontables veces, un rulo de 7 kilómetros que nace en Belgrano, hace escala en Parque Saavedra, visita una puntita de Nuñez y desanda su camino para volver a la cucha. Pero el horario y el ánimo festivo lo transforman completamente. La metamorfosis respecto al horario habitual es completa: donde hubo niños jugando hay adultos bebiendo; donde las parrillas se estaban entibiando ahora se están enfriando; los balcones donde las plantas fueron reinas han sido invadidos por mesas y sillas plegables; los patios siendo regados por el agua ahora están siendo regados por el humo de las últimas batallas de una choripaneada. Los sonidos, las risas, el fluir de los elementos, todo es surreal.

Y encima, el Hombre Lobo lleva el ritmo, un tanto mas acelerado que el habituado a sostener por mi personalidad mas académica y calculadora. Las piernas y los brazos los lleva él, la desconexión con el mundo real es absoluta. Solo se que me estoy moviendo, en parte contra mi voluntad, en parte absolutamente cómplice del rapto muscular al que me acabo de ofrecer. Solo los ojos y el torso me corresponden, el resto de las extremidades me son ajenas, las siento blandas, flexibles, carentes de articulaciones y livianas; comprendo que así es como debe sentirse un títere cada vez que su amo comanda una acción desde sus controles. Y como buen subordinado, obedezco sin chistar.

En un territorio en que acostumbro a ser uno mas en el montón, esta noche soy el único, el bicho raro, ese monstruo que pasa corriendo frente a pizzerías, heladerías, parrillas y cafés sabiendo que son lujos alimenticios que no puede darse, que no le corresponden. Una canción aparece de golpe y cruza la mente de tímpano a tímpano sin parar, el lobo aulla junto con la guitarra y da el ok para volver a casa, ya ha saciado su sed metafórica y necesia saciar su sed fisiológica. Desandamos las últimas cuadras, desaparecen las pezuñas y los colmillos, retomo el control de mis facultades en el preciso instante en que la fiera ronronea plácidamente tras calmar sus ansias.

Queda el sudor. Hasta mañana Hombre Lobo. Y queda Nightrain retumbando entre las neuronas a modo de canción de cuna. Hasta mañana Axl.

I’m on the nightrain
Ready to crash and burn
I never learn
I’m on the nightrain
I love that stuff
I’m on the nightrain
I can never get enough
I’m on the nightrain
Never to return — no

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