La incógnita venezolana

Alfonso Maldonado
Actuall .com
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6 min readMay 6, 2019
Monumento al sol. Fotografía: Rodolfo Pimentel

Venezuela es una incógnita. Predecir hacia donde va es fútil. Una serie de maniobras que se parece al polvo levantado por una estampida de búfalos o a las nubes de pólvora de campos de batalla del siglo XIX.

El nivel de incertidumbre es recio. Tan recia como la brutalidad de los cuerpos de seguridad. El desmembramiento de las Instituciones y la ausencia del Estado de Derecho, que se confunde con los caprichos y conveniencias de la clase dominante es la única norma. Vivir en Venezuela es esquizofrénico. Todo un parto. Así que explicarlo para otras latitudes es extraño por partida doble ¿Cómo explicar lo inexplicable?

Si de izquierdas hablamos… sin olvidar las derechas

La izquierda del mundo, me refiero a la bienintencionada, no la arrastrada por bajos intereses y con precio a las conciencias, no se percatan del caos que significa vivir en Venezuela. La tradicional propaganda comunista ha hecho que todo se vea como manipulación de las agencias de información occidentales. En el fondo son presa de otro axioma, que en realidad es falacia: la infalibilidad de la izquierda desde sus mismos fundamentos. Ese sentido de predestinación para sembrar la justicia sobre la faz de la tierra forma parte de sus “patas flojas”. Exclusión de toda forma diversa de ver la vida, como si no tuviera nada que decirse o todo estuviese corrompido por el pecado original del capital. Con ese auto-concepto, que hunde sus raíces en aseveraciones religiosas tan válidas como peligrosas por su potencialidad de fanatismo maniqueísta, tiene que ver con el mundo como lo visualizaba Carlos Marx: un mundo donde los contrarios luchaban para excluirse y así progresar. La izquierda mundial se encuentra inmunizada contra la pestilencia de las tumbas que la Revolución va sembrando en Venezuela.

Quienes viven a por la suya, en otras partes del mundo, con concepciones semi-burguesas y de bienestar, difícilmente puede dejarse conmover por cifras sin rostro… o, si acaso, cifras con algún rostro, no con miles de rostros. Importa que el drama venezolano no perturbe la acompasada vida con sus pequeños desencantos. Total, eludir infidelidades y divorcios, o que los niños no vayan a crecer en el mundo de los estupefacientes y el sexo desenfrenado, que sepan hacer las cosas bien dentro de las tolerancias sociales, y si pueden ser exitosos, mejor… aunque la disgregación de la familia, la baja natalidad, la invasión demográfica foránea y el desempleo juvenil echen a perder el mejor de los mundos. Alguno habrá que se pregunte por el sentido de la vida, pero siempre hay otro que pone la nota en la mejor de las fiestas.

Lógicas matrimoniales

Este asunto de venezolanos dicen que deben solucionarlo los venezolanos. También los conflictos conyugales deben solucionarlo los cónyuges. Excepto que alguno saque una pistola, como Pistorius. El Estado no se mete, se dice, aunque en algunos países lo viene haciendo con temas álgidos como la reconversión de género y la ideología subyacente. El Estado no se mete, pero en cuestiones discutidas puede retirar la Patria Potestad. Casos donde la duda es más que razonada y razonable, como lo es también situaciones tal como la venezolana ¿la referencia a la II Guerra mundial sirve de algo, o por extrañas circunstancias es única e irrepetible en la historia? El Estado se mete en ciertos asuntos que debe meterse, y en otros debe discutirse su intromisión ¿no es así también en las relaciones internacionales?

Este asunto de venezolanos dicen que deben solucionarlo los venezolanos

Sería de alcornoque no detenerse en el arco de los distintos acontecimientos del siglo XX. En el contexto de la Guerra fría se dio tanto lo más noble como lo más ruin. Si Estados Unidos hizo de las suyas en las Américas (“América de los americanos”), la Unión Soviética se tragó buena parte de Europa Oriental, sin miramientos para Polonia ni ningún resquemor a eructar a Checoslovaquia. China no filosofó mucho para hacer chino algunas extensiones del Tíbet. Y pudiera extenderse los ejemplos, limitados por la carta de Naciones Unidas.

Lo cierto es que el tiempo del colonialismo ha pasado (es más barato). Aunque la franquicia comunista se pretendió extender por África gracias a los desvelos de cubanos en conflictos que no debían ser de su incumbencia. La burocracia colonialista es más un dolor de cabeza que una ventaja. Hoy en día, si lo saben los chinos, lo importante es la fluidez con que se muevan los negocios.

Hubo una vez una manzana, mordisqueada por Adán…

Este escenario ofrece riesgos y ventajas, pues desde que el mundo es mundo, luego de que se pudriese la parte restante de la manzana de Adán que no fue tragada, todo es corrompible. Cuestión de difícil digestión para las religiones seculares como los socialismos a ultranza, así también para quienes viven el día al día de la bonanza con la indiferencia de acercarse a un abismo sin fondo. El dinamismo de la balanza y contrabalanza, entre poder y ciudadanos o países entre sí, no se va a agotar cuando alboree un paraíso terrenal. No va a llegar, así de simple, así de crudo. La seducción del poder inmoviliza a las musas tanto como las correrías de Apolo consiguen alcanzarlas. No solo la ciudadanía debe redescubrirse, sino comprometerse. Y el sentido internacional no es indiferente ni ajeno, aunque menos evidente y cotidiano.

La solución de Venezuela no está a la vuelta de la esquina. Va quedando la convicción que, para quien no quiera o pueda salir, no queda otra que resistir activamente. Pero las armas ciudadanas se limitan a movilizaciones y consignas, al menos en este rincón de la tierra. Los más osados usan de piedras o fabrican molotov, con efectos más epopéyicos que letales.

¿No apoyó Lula Da Silva a Hugo Chávez en el 2002 con el envío de petróleo desde Brasil? ¿era menos interno ese asunto que el de ahora?

En otra parte del mundo, con tradición belicista o un servicio militar general y obligatorio, la crisis venezolana hubiese derivado ya en una guerra civil o en alguno de sus hermanitos menores. Pero Venezuela perdió esa tradición en 1903, en Angostura, cuando se termina el siglo XIX. Sobrevivirán luego algunos conatos de guerrillas y otras más serias, pero con comportamientos delictivos que ponen en duda la identidad política, cuando se pasa al reparto del botín conseguido en robo de bancos o en rescate de secuestrados. No siempre las arcas de la Revolución recibió su aporte de los socios guerrilleros. De Ananías y Safira existen en versiones seculares.

A Venezuela no le es posible salir sola de donde está

A Venezuela (me refiero a esa mayoría pluralista que no conoce muy a fondo de ideologías políticas pero que liba todas las noches el sabor del hambre) no le es posible salir sola de donde está. La élite en el poder no hace alarde de escrúpulos, pues no lo tiene. Ciertas caracterizaciones psicopáticas no están en condiciones de alardear de conciencia moral alguna. La presión internacional ha hecho mella, si bien quienes se sienten amenazados esperan escenarios internacionales que desvíen la atención. Queda la duda de cuándo y de qué manera es válida una injerencia humanitaria o su temible primo hermano, la intervención. Las reglas fallan, pues falla la confianza internacional entre países. El silencio de los socialistas van de la mano de intervenciones en asuntos internos de otro tenor (¿no apoyó Lula Da Silva a Hugo Chávez en el 2002 con el envío de petróleo desde Brasil? ¿era menos interno ese asunto que el de ahora?).

Las injerencias e intervenciones pueden ser del color colonialista de antaño. Queda la pregunta de qué tanto puede ser normado por la comunidad internacional, como cuando un bien mayor está en juego, como el respeto de los Derechos Humanos. Queda la pregunta si hay alguna forma de conjurar el riesgo de acciones inspiradas únicamente en la ambición de apoderarse de las riquezas o potencialidades de un país. De si un país puede democráticamente “meter la pata” sin que nadie venga a corregirlo… o que pueda por sí mismo, y sin este Calvario, salir de su error… y, ojalá, aprender de él.

De momento lo que queda es la trampa, trampa de crisis y represión, esa que englute a tantos venezolanos inocentes o indiferentes, mientras otros ríen de su suerte… sin saber que podrá ser la propia.

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Alfonso Maldonado
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Escritor. Enseñante de teología. Locutor. Fotografo. Defensor de los DDHH. Y, last but not least, sacerdote. VENEZUELA www.ficciografias.com https://www.ama