“Llenar un capítulo de lluvia si se me da la gana”. Un comentario y algunas divagaciones sobre “Paisajes (No habrá muerte. Aquí terminará el cuento)” de Macarena Araya Lira

Catalina J. García
Adjetivo
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5 min readJan 5, 2020

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Nota importante: Este texto fue escrito el 25 de agosto del 2019, antes de que Chile se acabara el 18 de octubre del mismo año. Hoy, la forma en la que está escrito se siente un poco distante — sin volver a pasar un proceso de edición, al menos — pero me parece que describe de forma adecuada lo que sentí por el libro apenas lo terminé. Aunque no es una reseña que me enorgullezca pues hoy veo demasiados aspectos imprecisos que se podrían mejorar, deseo subirla así. Aquí está.

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Tiempo atrás trabajé en una librería y fui feliz. Me pagaban poco y no me gustaba tener que agacharme a reorganizar libros empolvados porque me dolían las piernas y la espalda y me daba alergia en las manos y alergia en la nariz, pero estaba rodeada de personas que quería, incluso mi jefe. En esos tiempos me puse al día con lo propio. Empecé a prestarle atención a los nuevos libros chilenos y latinoamericanos que salían. Me aprendí los nombres de las editoriales. Busqué a sus autores en Google. Y leí muchos libros en el rato en que mi jefe salía al banco o a dejar pedidos fuera de Santiago o a darse una vuelta por Plaza Ñuñoa mientras se comía una manzana verde. Nada de esto tiene que ver (tanto) con el libro, pero pienso que “Paisajes” de Macarena Araya Lira es el tipo de libro que habría leído en esos intervalos. Llegado fin de mes, me lo habría llevado a la casa. Además del sueldo, parte de la paga era poder llevarnos un libro todos los meses.

Este libro es precioso. Lo empecé sin pensar en casi nada. No tenía ni muchas ni pocas expectativas. Estoy triste y quiero leer muchos libros, así que los abro como otras personas destapan botellas. Me lo recomendó la Arelis Uribe en un taller y nos mostró cómo un capítulo era una representación gráfica de la lluvia. El capítulo es un poco famoso por ello, quizá en un tiempo sea aún más famoso, porque es hermoso y novedoso y poético, así que no quiero contar cómo es que lo hizo, pero es fácil encontrarlo: se abre el libro y se hojea. La lluvia se encuentra rápidamente.

La misma autora, Macarena Araya Lira, dice en varias entrevistas que leí en internet que el libro no es necesariamente una novela, sino que también puede ser un conjunto de cuentos. Estos cuentos son distintos y hermosos y funcionan muy bien de forma independiente. Pero a mí lo que más me gusta es que, en sus diferencias de forma, tono y paisaje — valga la redundancia porque el libro se llama “Paisajes” — funcionan tan bien juntos. A mi como más me gusto fue como novela.

Apenas lo empecé a leer, empecé a llenar la primera y la última página de notas. También empecé a subrayarlo, pero tuve que detenerme después de un rato porque lo estaba subrayando entero y estaba gastando mucho tiempo y mucho lápiz.

Entre las cosas que escribí insisto mucho en la forma en la que el libro está escrito. Tiene un lenguaje sencillo y que no necesita recurrir a ninguna palabra que no se use en el lenguaje cotidiano para cargar cada línea de significado. En cada línea hay un pequeño tesoro: una frase divertida, una frase emotiva, una frase hermosa. Cada línea es ingeniosa. Un ordenar las palabras de cierta forma. Un repetirlas cada cierto tiempo. Y cada línea mostraba. En los talleres de escritura siempre se habla mucho del valor de “mostrar” en vez de “decir”. A veces es difícil, pero Macarena logró escribir un libro entero sólo mostrando. Entonces el libro se siente como una película que se reproduce en tu mente y ahí estás tú, un espectador con el paquete de cabritas entre los brazos porque a veces el libro se carga de misterio y emoción y realidad y dan ganas de sólo seguir y seguir y seguir leyendo. Es muy estimulante.

Otra cosa que me gustó mucho del libro fue lo orgánico que se sentía el flujo de todos sus componentes. Los diálogos indirectos, los cambios de paisaje y la evolución de la protagonista, junto a la historia, junto a sus personajes. El libro es un poco como la vida misma: empieza con muchas emociones y en el transcurso se va cargando de nostalgia. Como la vida misma, la narración se centra en los personajes y sus acciones, y cada lugar, cada paisaje, más que tener un rol protagónico, es el escenario en el que se desarrollan todos los acontecimientos. Acontecimientos políticos de gran escala y acontecimientos personales de también gran escala. Iba a decir “acontecimientos personales de menor escala” pero en realidad si están dentro tuyo me parece que decir “de menor escala” es un poco como negar el impacto que uno mismo tiene en uno mismo.

La protagonista, quién pone el corazón para todos estos acontecimientos tanto internos como externos, es tan entrañable que al rato sus emociones pasan a ser las emociones propias. O al menos así me pasó a mí. Sin darme cuenta, la frontera entre ella y yo se difuminó. Entonces sus alegrías fueron mis alegrías y sus penas fueron mis penas. Con lo poco que sé de astrología, creo que la protagonista podría ser Géminis porque en ella habita mucha dualidad y se parece a algunas personas Géminis que conozco. A veces es muy apasionada, otras muy resignada. A veces veces muy intensa, otras muy mesurada. Y está siempre buscando, un poco sin querer, y en esas búsquedas le pasan un montón de cosas desafortunadas y otras veces algunas afortunadas. A ratos me recordó un poco a Frances Ha, de esa película francesa del mismo nombre que está en blanco y negro. A la protagonista de “Paisajes” podría haberle gustado verla. Quizá también le habría gustado escribirla.

Y llega el final. Después de tanto camino recorrido, no dan ganas de separarse. Se sintió un poco abrupto, pero no me quedó ese sabor de rabia o insatisfacción que me han dejado otros libros porque, leyendo el título, creo que esto es lo que el libro promete: Paisajes. En algunos casos hay resoluciones, en otros no, pero nadie prometió que los hubiera. Al final, como dijo Nona Fernández en otro texto que leí en internet, “Paisajes (No habra muerte. Aquí terminará el cuento)” es una serie de postales. A esto añadiría que en estas postales no importa mucho la foto que viene en uno de los lados, sino que lo que tiene escrito y el lugar de dónde vienen. Este libro es sobrecogedor, entrañable, contingente, político y muy emotivo. Me gusto mucho. Y me hizo sentir que podía escribir como se me diese la gana y llenar un capítulo de lluvia si se me antojaba.

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